Un año más estamos en las puertas de la Navidad, que este año son las fiestas de la vuelta a la normalidad. Da miedo decir esta frase, cuando parecía que lo tenían que ser las del 2021 hasta que la variante ómicron apareció a nuestras vidas e hizo que todo se fuera al garete: en solo unas pocas semanas pasamos de vernos en comidas y cenas multitudinarias, planificando las celebraciones como las de antes a comprarnos test de antígenos en masa para poder reunirnos, aunque estuviera en pequeño comité, para celebrar Navidad y volver rápidamente hacia casa, con la amenaza del toque de queda. Este año, parece que, por fin, estas celebraciones tienen que volver a la normalidad: no hay nada que haga indicar que la covid sea protagonista e incluso podría desaparecer de los temas de sobremesa. Sin embargo, exactamente, ¿cómo estábamos en el 2020 un día como hoy? ¿Y en el 2021? Hacemos memoria.
Unas fiestas descartadas
Las fiestas de Navidad del 2020 quedaron prácticamente descartadas desde el principio de la pandemia. Quizás no exactamente desde los primeros días, cuando estábamos convencidos de que el confinamiento duraría solo dos semanas y que después todo volvería a ser como antes, pero si cuando este se empezó a alargar y las restricciones siguieron bien vigentes una vez acabado el primer estado de alarma. Cabe tener muy en cuenta que durante la primera Navidad con covid, el del 2020, solo habían tenido lugar dos olas del coronavirus: la primera, marcada por el confinamiento estricto, y la segunda, en la que se empezó a aplicar el confinamiento municipal y entró en vigor una de las medidas más restrictivas de toda la pandemia: el confinamiento nocturno, más conocido como toque de queda, aunque desde las autoridades se intentara evitar utilizar un nombre con connotaciones tan negativas como este.
Uno de los conceptos estrella de aquella época fue "grupo burbuja", es decir, aquel grupo de personas que formaban parte de nuestro círculo más próximo y la mayoría de celebraciones fue por videollamada. En aquel momento, los datos, comparados con las que se vivieron justo un año después, eran muy bajos, pero sin el contexto que da el tiempo parecía que estaban disparados, especialmente si tenemos en cuenta que el índice de mortalidad era mucho más alto y que las vacunas se empezaron a inocular pasadas las fiestas. Concretamente, el riesgo de rebrote la nochebuena era de 345 puntos, la RT de 1,2 y la incidencia acumulada a dos semanas de 303 casos por 100.000 habitantes. Aquel día se habían notificado 2.958 casos y 47 muertos, una cifra que fue en aumento durante las semanas siguientes.
Una Navidad marcada por las restricciones
Todo esto se traducía en las siguientes restricciones: las reuniones estaban limitadas a un máximo de 6 personas, pero durante los días festivos (24,25,25 y 31 de diciembre y 1 y 6 de enero) el límite se ampliaba hasta 10, con los niños incluidos y mezclando como máximo dos grupos burbuja. En aquella época estaba vigente el toque de queda entre las 22 horas y las 6 de la mañana, uno de los más restrictivos de todo el Estado. Además, también estaba el cierre perimetral de Catalunya, pero se hizo una excepción para permitir la vuelta al domicilio familiar en el caso de catalanes que vivían fuera del país por motivos laborales o de estudio. Además, también estaba el confinamiento comarcal y solo se podían escapar aquellos que tenían una segunda residencia o iban a un hotel con la burbuja de convivencia. Una de las medidas que más rechazo generó fue el cierre de los bares y restaurantes, que durante las fiestas solo pudieron abrir para servir desayunos y comidas de 7:30 a 9:30 y de 13:00 en 15:30, para cenar solo estaba la posibilidad de pedir comida para desayunar.
La Navidad de la variante ómicron
Aunque estas restricciones ahora nos parecen muy duras e impensables, en aquel momento formaban parte de nuestra normalidad y entraban dentro de la lógica. Por eso, aunque el año siguiente las restricciones eran menos intensas, para muchas personas las fiestas de Navidad fueron más complicadas en el 2021 que en el 2020. Muchas familias ya deseaban poder volver a encontrarse, pero una variante que apareció a finales de noviembre a Catalunya venida desde Sudáfrica desbarató todos los planes de los catalanes. Estamos hablando de la ómicron, que provocó contagios masivos, pero menos graves que las cepas anteriores. En aquel contexto, el Gobierno y el Govern optaron por estrategias diferentes: el primero se limitó a decir que la vacunación había estado un éxito, optando por recuperar la única medida que los expertos no habían reclamado: la recuperación de la mascarilla en los espacios interiores; mientras tanto, el Govern fue más duro, en línea en las peticiones de la OMS.
Hay que tener en cuenta que los datos epidemiológicos estaban totalmente disparados a consecuencia de la rápida expansión de la variante ómicron. Estamos hablando de un riesgo de rebrote de 1.424 puntos, una Rt de 1,36 y una incidencia acumulada de 1.802 casos. En un solo día se habían detectado más de 17.000 nuevos casos, una cifra que fue en aumento a medida que avanzaban las fiestas y que tocó techo a finales de enero. Esta diferencia de cifras con respecto al 2020 resultaba aterradora, sin embargo, así y todo, las restricciones eran más leves y empezaba a cernir la idea de que nos teníamos que acostumbrar a vivir con el virus, tal como ha acabado sucediendo. La variante ómicron ha jugado un paper fundamental, ya que se vivió como una vacunación masiva: centenares de miles de contagios a todo el Estado y una cifra mucho más reducida de muertes ayudaron a la inmunización de la población.
Empezando en el 2022 con toque de queda
Entonces, el Govern de la Generalitat, indignado por la pasividad del Estado ante el avance de la covid, optó por aplicar también algunas medidas. Fue él entonces conseller Josep Maria Argimon quien se encargó de anunciar las restricciones que entraron en vigor justo antes de las fiestas, la madrugada de Nochebuena y que afectaban sobre todo a la restauración y el ocio nocturno, con una reducción del aforo en interiores de bares y restaurantes al 50% y un cierre de las discotecas. Además, las reuniones sociales también estaban limitadas a 10 personas, como en 2020. Uno de los fantasmas de las Navidades pasadas también volvió: después de pedir autorización al TSJC, el toque de queda estuvo vigente de una a seis de la madrugada para intentar reducir las interacciones sociales. A diferencia del 2021, los Reyes de Oriente desfilaron por Catalunya, eso sí, con la mascarilla puesta.
¿Cómo está la situación actualmente?
Si las Navidades de 2020 y de 2021 estuvo marcada por la gran presencia de la covid a nuestra vida, este año la situación es bien diferente. La gripe es la enfermedad respiratoria más importante, según revelan los datos de Salud: concretamente, se ha disparado en la última semana, duplicando su incidencia acumulada a 14 días. Desde el lunes 12 al domingo 18, se detectaron más de 8.000 casos de este virus a la atención primaria, que se empieza a colapsar por culpa suya. Mientras tanto, aunque en los últimos siete días han muerto 21 personas de covid, esta enfermedad va perdiendo fuerza y los hospitales se vacían de pacientes con coronavirus. Una buena señal que demuestra que esta será, por fin, una Navidad sin la pandemia. Al menos la del coronavirus.