Basta retrasar solo una hora el momento de acostarse, para que un niño padezca un mayor riesgo de sufrir obesidad. Así lo ha demostrado un estudio llevado a cabo en prestigioso Instituto Karolinska de Suecia publicado en la revista Pediatrics.

El objetivo del estudio era más amplio y analizaba la obesidad infantil en diferentes países. Pero en el caso del horario de sueño, se centró en 107 niños suecos con sobrepeso y obesidad de entre uno y seis años de edad. Se realizó un registro de sueño durante siete días consecutivos, a la vez que se tomaban datos de su evolución en el peso y la altura. Los investigadores pudieron comprobar que los niños que habitualmente se iban a dormir tarde tenía un mayor perímetro abdominal y un índice de masa corporal más alto.

Los científicos creen que aunque es importante, no es el único factor que incide en la obesidad de los niños. Generalmente, los niños que permanecían despiertos más tarde solían presentar peores rutinas en general, tanto en lo que se refiere a horarios como a la alimentación. Por lo tanto, los científicos creen que este acostar tardío es un indicador de rutinas irregulares. Y en este sentido, tendrían que ver aspectos como un mayor tiempo viendo pantallas, menos ejercicio físico, menos comidas y cenas en familia y demás.

Pero más allá de hábitos, los científicos creen que hay una serie de respuestas físicas a este tipo de comportamientos, puesto que hay regiones del cerebro involucradas en la regulación de los ciclos de sueño y vigilia que también controlan el comportamiento a la hora de alimentarse o de hacer otro tipo de actividades. Por lo tanto, el sueño y la regulación del peso corporal están entrelazadas a un nivel más profundo que va más allá de la simple hora de acostarse.

Esto viene a confirmar otro tipo de investigaciones que han encontrado relación entre una menor duración del sueño y un mayor riesgo de obesidad en la infancia. La diferencia en este caso es que no tiene tanto que ver con las horas que duerme, sino con la hora a la que se va a dormir.

El estudio señala concretamente que irse a la cama más tarde las nueve de la noche, tiene efectos sobre el peso de los niños. Aunque en este caso el estudio se llevó a cabo solo con niños, en las personas adultas se han encontrado también asociaciones similares entre los patrones de sueño y la obesidad. Por lo tanto, se confirma que seguir unas rutinas adecuadas, ajustarse a los ciclos circadianos, acostarse pronto y levantarse pronto, tienen importancia a la hora de mantener un peso saludable.

En el caso de los niños, el mejor consejo es seguir una rutina diaria que sea siempre similar. Dejar pasar un tiempo entre la ingesta de la cena y la hora de irse a la cama y aprovechar este tiempo en realizar alguna actividad relajante. En cualquier caso, las pantallas o todo aquello que pueda excitar la mente de los niños, está totalmente desaconsejado. Porque además de la obesidad, este patrón irregular de sueño y la falta de horas de descanso tiene influencia también en la su salud en general y en su rendimiento cognitivo.

Los expertos que han llevado a cabo este estudio aseguran que los esfuerzos para prevenir la obesidad deberían prestar más atención al sueño de lo que hacen actualmente.