Según la OMS, aproximadamente uno de cada 160 niños presenta un trastorno del espectro autista o TEA, un grupo de afecciones caracterizadas por algún grado de alteración del comportamiento social, la comunicación y el lenguaje, y por un repertorio de intereses y actividades restringido, estereotipado y repetitivo.
Los TEA, como informa la institución, aparecen en la infancia y tienden a persistir hasta la adolescencia y la edad adulta. En la mayoría de los casos se manifiestan en los primeros 5 años de vida. Los afectados por TEA presentan a menudo afecciones comórbidas, como epilepsia, depresión, ansiedad y trastorno de déficit de atención e hiperactividad. El nivel intelectual varía mucho de un caso a otro, y va desde un deterioro profundo hasta casos con aptitudes cognitivas altas.
Desde hace un año, un equipo de investigadores del Laboratorio de Análisis de Movimiento e Investigación Stanley E. Fulton de la Universidad de Texas ha decidido estudiar por qué se producen las deficiencias motoras en estos niños y cómo se podrían estimular mediante una investigación con animación 3D en tiempo real.
Los resultados del estudio se han publicado en la revista Perceptual and Motor Skills. “La mejor conclusión de este estudio es que al enseñar o entrenar nuevos movimientos a un individuo con autismo, el maestro o entrenador necesita comprender al individuo con las características específicas de aprendizaje motor del autismo”, asegura Jeffrey Eggleston, uno de los autores del estudio. “Necesitan considerar específicamente las necesidades de cada niño porque cada niño es diferente”.
Se conoce que más del 80% de los niños con TEA tiene problemas de motricidad gruesa, como problemas de equilibrio y coordinación, que pueden interferir con su comunicación y sus interacciones sociales. El estudio, que duró 18 meses utilizó la biorretroalimentación de animación en vivo para enseñar a 15 niños que tienen TEA y tenían entre 8 y 17 años de edad cómo hacer una sentadilla, un ejercicio de fuerza que trabaja múltiples grupos de músculos en las extremidades inferiores del cuerpo.
Los investigadores compararon sus patrones de movimiento con los de niños sin el trastorno. Descubrieron que los niños con TEA mostraban respuestas altamente individualizadas a la biorretroalimentación de animación en vivo, mucho más que los niños con desarrollo típico.
En el laboratorio, los niños portaban unos sensores de unidad de medida inercial atados a la pelvis, los muslos, la parte inferior de las piernas y los pies. Siguieron un modelo de animación en una pantalla de computadora, que les mostró cómo ponerse en cuclillas. Luego, los niños intentaron realizar la sentadilla sin mirar la animación.
Los sensores capturaron el movimiento de las extremidades inferiores del niño. Los datos se transmitieron a un programa de gráficos por ordenador a través de Bluetooth, que se transpuso a una animación esquelética del niño en cuclillas y luego de pie nuevamente en la pantalla del ordenador.