Generalmente, para calcular si una persona padece sobrepeso u obesidad, se utiliza el Índice de Masa Corporal (IMC), que se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros. Cuando el resultado es igual o superior a 25, se habla de sobrepeso y cuando supera los 30, de obesidad. En estos casos, aumentan los casos hipertensión y de tener altos la glucosa y el colesterol. Son indicadores que, junto con el exceso de grasa alrededor de la cintura, generalmente definen el llamado síndrome metabólico, un conjunto de afecciones que disparan el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular o diabetes.
Sin embargo, se sabe que no todos los que tienen un IMC alto presentan estas complicaciones. Y así, se define a una persona con obesidad metabólicamente sana a aquella con un índice de masa corporal tan alto como para ser clasificado como obesa pero sin algunas de las complicaciones de salud que normalmente están relacionadas con la obesidad. Y son más de las que pensamos. Así quedó de manifiesto en un estudio llevado a cabo en la Universidad de Sao Paulo en Brasil que concluyó que el porcentaje de personas obesas y metabólicamente sanas podía llegar a superar el 30% de la población.
Lo cierto es que identificar la obesidad metabólicamente sana no es tarea fácil. De hecho existe controversia al respecto en la comunidad científica. Un trabajo publicado en The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, señala que las personas con obesidad metabólicamente sana tienen más probabilidades de tener niveles más bajos de inflamación que aquellas que no están sanas.
Otros, sin embargo, apuntan a que algunas proteínas pueden proteger a determinadas personas de los efectos dañinos de la obesidad. También hay investigaciones que sugieren que la diferencia estriba en el tipo de grasa. La grasa subcutánea –la capa de grasa que se encuentra debajo de la piel– no es tan peligrosa como la que rodea a determinados órganos como el hígado o el corazón. Esto pone también en evidencia otro asunto: hay personas con un IMC más alto que llevan un estilo de vida sano. Hacen ejercicio y comen de forma saludable y tienen el mismo riesgo de mortalidad que otros que son más delgados, como se refleja en este trabajo. Los cuatro hábitos que marcan la diferencia son hacer 30 minutos al día de ejercicio, comer cinco raciones o más de verdura y fruta al día, no fumar y no ingerir alcohol.
La controversia reside principalmente en el hecho de si las personas que padecen obesidad metabólicamente saludable deben ponerse en tratamiento o no. Aunque son diferentes los estudios que sugieren que no tienen un mayor riesgo de padecer enfermedades relacionadas con su peso, no toda la comunidad científica está de acuerdo. Según un estudio presentado en la Universidad de York en Toronto, si una persona está sana y a la vez padece obesidad, es posible que desarrolle problemas de salud más adelante. Además, el metabolismo no es el único aspecto de la salud al que la obesidad puede afectar, puesto que también se pueden ver afectadas las articulaciones de las rodillas y las caderas, los problemas respiratorios, la apnea del sueño o diferentes tipos de cáncer.