El orgasmo es una sensación de placer intenso que tiene lugar tras una liberación física después de haber acumulado una gran tensión durante la fase de excitación sexual. Se manifiesta mediante contracciones en la musculatura pélvica que resultan muy placenteras tanto en el hombre como en la mujer y se acompaña de una sensación muy agradable de relajación y bienestar. Es de corta duración, de no más de diez o doce segundos, y se suele considerar como el punto álgido de un encuentro sexual. Pero quizá, por este motivo, puede convertirse en una verdadera obsesión y llegar a lastrar las relaciones.
Cuando se produce la excitación se generan una serie de cambios fisiológicos en el cuerpo humano derivados de un aumento del flujo sanguíneo en la zona genital. En los hombres, el pene aumenta de tamaño y de consistencia, los testículos ascienden, aumenta el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, y se incrementa la tensión muscular y nerviosa. Cuando se ha llegado al máximo grado de excitación, en ambos sexos, se producen una serie de contracciones musculares del perineo que se extienden a otras estructuras: la próstata, las vesículas seminales, el recto y el pene en el caso del hombre y los músculos perivaginales y el recto en el caso de las mujeres.
La sensación de liberación física es muy intensa, de ahí el placer que le acompaña, por eso el orgasmo es un elemento de gran importancia en la relación sexual, pero ni es el elemento principal ni su búsqueda ha de ser el fin de todo encuentro.
Las consultas de los sexólogos a menudo se llenan de parejas que son incapaces de disfrutar del coito porque están pendientes de alcanzar un clímax que nunca llega. Un coito no tiene porque acabar en un orgasmo, porque pueden haber influido muchas circunstancias, como cansancio acumulado, estrés, preocupaciones de los que es difícil sustraerse. A veces, cuanta más obsesión se desarrolle por alcanzar el orgasmo más probabilidades hay de que este no se produzca.
Y puede haber otros factores con los que se alcancen altas cotas de placer sin tener porque llegar a él. A veces, existe tanta obsesión que incluso se desprecian los orgasmos que no alcanzan una intensidad determinada y las expectativas pueden hacer mucho daño a la relación sexual, pues no hay dos clímax iguales ni siquiera en la misma persona.
Se presentan más problemas en el caso de las parejas heterosexuales, y más concretamente en las mujeres, porque la mayoría de ellas solamente con la penetración no consiguen excitarse al máximo y necesitan el estímulo del clítoris para lograr alcanzar el orgasmo. Habitualmente una mujer puede no experimentar el orgasmo si no existen caricias en este órgano.
Como llegar al clímax durante la penetración es más placentero, es aconsejable que la pareja experimente hasta llegar a una postura mediante la cual él pueda estimular esta zona, bien sea con las manos o con el roce con el pubis masculino. Es importante tener todos estos factores en cuenta porque existen muchas mujeres que se sienten mal por el hecho de no poder alcanzar el orgasmo únicamente con la penetración, cuando es lo más frecuente.
No hay que confundir estas dificultades con una disfunción concreta que es la anorgasmia, que se produce cuando el orgasmo no llega nunca. En el caso de las causas fisiológicas, puede deberse a una alteración circulatoria, poco frecuente, o una lesión en la médula espinal o anomalías en los órganos sexuales y reproductivos, como un traumatismo o un desgarro, aunque suponen un porcentaje muy pequeño.
Las causas psicológicas son más frecuentes. Si han existido desde siempre puede deberse a un trauma infantil, una mala experiencia o a un desconocimiento total de su propio cuerpo, o una negativa educación sexual. Si en cambio ha tenido lugar repentinamente sería necesario estudiar cada caso para averiguar si se ha producido una depresión, una falta de deseo o un deterioro en la relación de pareja. En todo caso, la mayor parte de estos problemas se suelen resolver con una terapia adecuada.