La mascarilla ha sido durante meses sinónimo de coronavirus, de pandemia, de confinamientos y en general de todo lo que se ha ido arrastrando estos meses cargados de virus. Ahora, ya es definitivo. La mascarilla ya no será obligatoria a partir del sábado 26 de junio. A pesar de todo, sin embargo, el calvario de la mascarilla no se acaba aquí. Muchos han esperado poder sacarse la mascarilla durante meses, algunos después de la pandemia todavía no se la saben ni poner, pero otros, no tienen nada de prisa.

Un hecho que ya ha causado pánico, estrés y desazón ante el hecho de sacarse –por fin– la mascarilla o el síndrome la cara vacía. Es decir, sentirse como si estuvieran desnudos o sensación de nerviosismo. De hecho, malestar emocional y seguramente físico de encontrarnos 'solos' ante el peligro. Sea por el virus o porque se es introvertido.

"El confinamiento ha hecho que los cuerpos queden en refugio, también ha hecho que una parte del cuerpo estuviera medio oculta con la mascarilla. Y no es cualquier cosa, sino la cara, donde está la sonrisa, el hecho de ponerse rojo, hay muchos signos de comunicación que a veces nos dan vergüenza", detalla el psicoanalista y profesor colaborador de la UOC José Ramon Ubieto. En esta misma línea, la psicóloga del Centro de Psicología Dendros Eva Aguilar, destaca que "llevando mascarilla te sientes muy cómodo, una sensación íntima contigo mismo. Te escondes y no estás tan expuesto. No hay que ser sociable si no te apetece". Y constata que "hay personas que tienen una sensación de seguridad, no tiene por qué darla, pero hay gente que se siente más tranquila llevándola".

Una chica con mascarilla quirúrgica y pantalla / Unsplash

Los introvertidos, sin embargo, han encontrado una vía para sentirse más seguros. "La mascarilla provoca también molestias, calor, no nos deja ver bien, cuesta respirar, pero también es un refugio, una muralla contra el otro y comporta un cierto anonimato", añade también Ubieto. De esta manera, pone énfasis en el hecho de que puede servir de refugio para no tener que saludar a alguien. Sin embargo, cree que la mascarilla "será un elemento para abandonar fácilmente, solo para mantener en lugares de más estrés, con más aglomeraciones o transporte público".

Ahora bien, los que se han acostumbrado es posible que lo alarguen un poco. "Cuándo se vayan viendo menos mascarillas, tendrá también menos posibilidad de llevarla porque será un fenómeno anormal y estará señalado", resalta Ubieto. Aunque cree que, aunque ya no estén las restricciones, se alargará un poco más su uso.

¿Qué puedes hacer si te da pánico sacarte la mascarilla?

Aguilar recuerda que no estamos obligados a sacarnos la mascarilla a partir del mismo día 26 y que hay que respetar los tempos de cada persona. De esta manera, resalta que al principio se puede sacar en grandes espacios al aire libre, donde no haya gente, empezar por un ratito e ir alargándolo e ir acostumbrándose poco a poco. "Si necesitas continuar con la mascarilla puesta, pues está bien que la sigas llevando". Así, destaca que "si te la sacas, la puedes llevar encima, en el bolsillo o en la bolsa para ponértela si te pones nervioso o nerviosa".

En este sentido, la psicóloga detalla que puede ir bien hacer "un ritual de despido de la mascarilla". Y puede incluir cualquier cosa: "Puede ser escribir encima, escribir una carta con la mascarilla, quemarla o lo que sea para despedirse".

Una niña lee un libro con una mascarilla puesta / Unsplash

El impacto de no ver sonrisas

"Durante un año, no hemos podido ver la expresión de la cara de la gente. Hay bebés que hace dos años que no ven caras y a estas alturas no se sabe exactamente qué impacto tendrá en los niños", resalta Aguilar. "En terapia, lo he notado mucho. La distancia de dos metros, la mascarilla, cuando estás en crisis necesitas expresarte, como te sientes, mostrarte y cuando no ves 'bien' a la persona que tienes delante, quizás te sientes incómoda. Ver la cara puede ayudar a regular a las emociones", insiste.

 

 

Imagen principal: una chica nerviosa con la mascarilla quirúrgica puesta / Unsplash