Hay prisa para encontrar una vacuna para el coronavirus. Diferentes países hace meses que empezaron una disputada carrera por ser los primeros en poder registrar una y empezar a comercializarla. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hoy por hoy podría haber hasta 170 vacunas que podrían ser la solución para volver a la 'normalidad'. Pero las prisas no son buenas. Las vacunas necesitan, normalmente, unos dos años y tiempo para producirlas con ciertas garantías. Ahora bien, algunos científicos creen que ya se podrá hablar de una vacuna 'segura' en un plazo de 12 o 18 meses.

Las vacunas, hablando en lenguaje sencillo, enseñan a nuestro cuerpo como combatir el virus y lo ayudan a desarrollar anticuerpos. Por lo tanto, tienen que garantizar seguridad y pasar una serie de filtros porque, para conseguir que nuestro cuerpo sepa como combatirlo, se le administra una pequeña cantidad y se hace en personas sanas. Por lo tanto, es importante que pasen una serie de fases. La más básica es la preclínica, donde los investigadores hacen pruebas en animales para ver si estos consiguen desarrollar una respuesta inmunitaria. En una primera fase, se administra a un pequeño grupo de personas, con el fin de determinar si es segura y tener más conocimientos de esta.

En una segunda fase, la vacuna se administra a centenares de personas. En esta fase, los investigadores prestan especial atención en la seguridad y la cantidad administrada para descifrar cuál puede ser la dosis correcta. Finalmente, en una tercera fase, la vacuna se administra a miles de personas. Aquí ya se empiezan a mirar, aparte de la seguridad de esta, los efectos secundarios extraños y eficacia. Algunos de los participantes en esta fase reciben un placebo, es decir, no se les suministra la vacuna.

Imagen de la vacuna rusa, Sputnik V / Efe

Los ensayos de fase tres son los estudios más importantes antes de la obtención de licencia para la vacuna, por eso normalmente se habla de tres fases a la hora de testar una vacuna. Esta fase es la mayor, y participan decenas de miles de personas. En este sentido, el epidemiólogo Gideon Meyerowitz-Katz señalaba hace unas semanas en un artículo de opinión a The Guardian que precisamente eso es lo que permite buscar los efectos secundarios. Una vez superada la fase tres, ya es posible registrarla y pasar a la fase cuatro. Los ensayos de fase cuatro, posteriores a la obtención de la licencia, verifican si la vacuna causa problemas o patologías extrañas. Es posible que algún caso concreto de rareza no se llegue a detectar hasta el "paciente" 1.000.000. Es precisamente por eso que es tan importante, detallan los expertos, respetar todas las fases.

Según el diario británico The Guardian, hoy por hoy hay 142 posibles vacunas en un estadio de preclínico, 35 en fase uno y 19 en fase dos. De esta manera, subraya que sólo 11 se encuentran en fase tres y todavía ninguna en fase de aprobado. Las que están más avanzadas son la de la Universidad de Oxford-AstraZeneca, la del laboratorio BioNTech-Fosun Pharma-Pfizer, Novavax y Sinovac, entre otros.

¿Qué pueden hacer las vacunas?

El experto detalla que las vacunas pueden producir dos cosas. En primer lugar, es posible que ofrezcan anticuerpos que detienen la entrada del virus. Aunque el virus intenta infectar no puede porque la vacuna ya ha generado una respuesta.

La segunda opción, detallaba Ian Jones, profesor de Virología de la Universidad de Reading, en el Reino Unido en la BBC hace unos días, es que el virus consiga infectar pero la vacuna haga que sea mucho más leve. En este caso, el virus no se detendría y seguiría circulando entre la población porque no se impide que infecte, sólo que se reduce su capacidad de infectar o la violencia de la infección.