En un valiente testimonio que ha levantado mucha admiración en las redes sociales, la cantante Raquel del Rosario –integrante del grupo El sueño de Morfeo– ha contado en su blog que su hijo mayor, Leo, padece Trastorno del Espectro Autista (TEA). En el texto describe cómo es su hijo, al que llama “el niño hada” y el alivio que sintieron cuando por fin diagnosticaron a su hijo, al que siempre habían visto como un niño especial y que con cuatro años todavía no decía una sola palabra.

Esta característica, la de no hablar, es una de las muchas que puede presentar un niño TEA, pero cada caso es un mundo y al final se habla de un espectro porque no todos manifiestan las mismas características, tal y como la cantante describe en su blog.

No se sabe a ciencia cierta cuántos niños autistas hay en el mundo. Los estudios epidemiológicos realizados en Europa apuntan a una prevalencia de aproximadamente 1 caso de TEA por cada 100 nacimientos, mientras que en Estados Unidos las cifras son de 1 por cada 88. 

El diagnóstico a veces tarda en llegar, porque las diferencias mientras son bebés son tan leves que no son percibidas. El desarrollo físico es similar al de un niño sin TEA, puesto que no suelen presentar diferencias a la hora de gatear, andar, sentarse y demás, por lo que los primeros signos tienen que ver más con un retraso en el lenguaje o en las habilidades sociales.

Generalmente son los padres los que se dan cuenta de estos síntomas, por lo que los expertos abogan por implementar programas de detección temprana en los centros de salud; porque cuanto antes se tomen medidas, se reduce la carga de esta condición y se logran buenos resultados en los pacientes y las familias.

La Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda que los pediatras pregunten a los padres sobre el desarrollo comunicativo y social del menor en cada visita rutinaria, así como realizar un cribado específico o examen médico al menos en dos ocasiones antes de los 2 años.

Alguno de los signos de un posible caso de TEA –aunque siempre teniendo en cuenta que son generalidades y que no todos los niños los presentan– es, por ejemplo, la falta de contacto visual. Es bastante típico que no respondan a su nombre cuando se les llama, pero en cambio pueden quedarse ensimismados mirando algún objeto o persona. Algunos niños presentan una dificultad en el control y la regulación del impulso, por lo que pueden llorar continuamente o cogerse unas grandes rabietas y otros, en cambio, no llorar nunca. En otros es muy manifiesto, desde pequeños, un rechazo al contacto físico y se sienten incómodos cuando se les abraza o se les coge.

Muestran falta de interés ante otros niños y no les interesa hacer amigos, prefieren estar solos. Hay niños que comienzan a hablar y que de repente, hacia los 18 meses, sufren una regresión y no vuelven a decir una palabra durante un tiempo. Otros presentan un tono inusual al hablar o emiten sonidos extraños. No suelen señalar los objetos a los que se refieren, a veces parecen no mostrar preocupación por los demás ni empatía, pero les interesan temas concretos y pueden tener una capacidad de memorizar increíble.

Todos estas circunstancias pueden alertar de la presencia del autismo, pero en cualquier caso es el especialista el que determina el diagnóstico y prescribe el tratamiento adecuado. De todos modos, conviene tener claro que cuanto antes se vaya al médico, mejor.