En ocasiones, la ansiedad surge sin avisar. Te encuentras tranquilo y, de repente, aparecen los síntomas sorprendiéndote. Notas una presión en el pecho, puedes sentir un mareo, te comienzan a sudar las palmas de las manos y te cuesta respirar. Aunque si la ansiedad te visita con cierta frecuencia, aprendes a reconocer un patrón con el tiempo. Son muchas las razones por las que se puede llegar a asomar la ansiedad. Y aunque pueda resultar extraño, algunas personas la padecen después de comer.
Para evitar en la medida de lo posible la aparición de la ansiedad es bueno conocer los posibles desencadenantes de la misma. Por eso a continuación vamos a ver cuáles son los más frecuentes cuando surge después de una comida.
Hipoglucemia reactiva
Quienes padecen hipoglucemia reactiva experimentan un bajón de azúcar en sangre después de comer, generalmente en poco tiempo. Esta caída de azúcar en la sangre, que generalmente sigue a un aumento en la producción de insulina, puede hacerles que se sientan ansiosos, irritables y también algo confundidos. Asimismo, puede ocurrir cuando se consume cafeína o alcohol con el estómago vacío.
Para poder evitarlo, se recomienda llevar un diario de la alimentación por un periodo de durante una semana. De esta manera, se pueden anotar patrones de los que sacar conclusiones. Puede ayudarlo a notar patrones, como si los síntomas generalmente ocurren en momentos específicos del día o después de comer ciertos alimentos.
Alimentos desencadenantes
Algunos alimentos pueden provocar síntomas de ansiedad incluso si no afectan directamente al azúcar en sangre. Entre ellos se encuentran el queso, las carnes curadas y otros alimentos fermentados que contienen histamina, la cafeína, las grasas trans, la harina, el azúcar, los carbohidratos refinados y el alcohol.
Por eso, si no retirarlos de la dieta, es aconsejable controlar su ingesta para ver si se puede deducir algún patrón o extraer alguna conclusión con alguno de ellos.
Alergias alimentarias
Las alergias alimentarias pueden incluir síntomas desde leves hasta graves, y muchos pueden parecerse a los de una ansiedad o un ataque de pánico que está a punto de suceder: dificultades para respirar, opresión en la garganta, hormigueo en la boca, náuseas, dolor de estómago o taquicardia, entre otros. Suelen producir alrededor de una hora después de haber comido o en los casos en los que se realiza ejercicio poco después de levantarse de la mesa.
Entre los síntomas más graves, se encuentran los que sufren aquellos cuyas alergias son más agudas. Hasta el punto de poder llegar a sufrir una anafilaxia si no se toma el medicamento adecuado o no se acude rápidamente a urgencias.
Recuperar viejos hábitos alimenticios
Si se ha decidido desterrar un determinado alimento de la dieta (para adelgazar o por salud), pero un día apetece comerlo, no es infrecuente pensar que no se debería haber hecho y comenzar a dudar sobre si sentará mal a la salud, lo que hace que aparezca la ansiedad.
En estos casos hay que tratar de pensar que no pasa nada, que no tiene por qué sentar mal y que crear hábitos requiere tiempo, paciencia e indulgencia con uno mismo.
Experiencias negativas previas
Los recuerdos desagradables con la comida suelen producir muchas veces ansiedad. Por eso si se vuelve a comer un plato determinado o uno que recuerde a un episodio desagradable en el que estaba presente un alimento concreto, se puede producir un momento emocionalmente tenso, que desgraciadamente vuelve en ocasiones cada vez que se ingiere esa comida.
En casos como este, lo mejor es no ponerse en riesgo y renunciar a ese plato o comida concreta que provoca malos recuerdos. Eso sí, es aconsejable comentar el caso con un psicólogo o con un médico para tratar de superar la situación.
Desórdenes alimenticios
Los que sufren desórdenes alimenticios conocen perfectamente cómo de ligadas pueden estar la comida y la ansiedad. Síntomas como la culpa, el nerviosismo, al ansiedad y la angustia son de lo más habituales. Una baja autoestima, rechazo de la imagen corporal o traumas diversos son auténticos vectores que conllevan a los desórdenes alimenticios. Para casos como este, lo mejor es ponerse en manos de un especialista, confiar en él y tener mucha paciencia, porque se pueden solucionar.