La exposición a contaminantes atmosféricos en el vientre materno y durante los primeros ocho años y medio de vida altera la conectividad estructural del cerebro en la preadolescencia, según un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGloblal). El trabajo publicado en la revista Environmental Pollution apunta que una mayor exposición a la contaminación, especialmente en los primeros cinco años de vida, aumenta las posibilidades de sufrir un trastorno psiquiátrico como síntomas depresivos, ansiedad o trastornos del espectro autista.
Conectividad estructural del cerebro
El estudio de ISGlobal se ha hecho en una gran cohorte formada por 3.515 niños holandeses, de Róterdam. Para saber al nivel de contaminación en el cual han estado expuestos los niños, amaron los niveles diarios de dióxido de nitrógeno (NO2) y de materia particulada (PM2,5 y absorbencia de PM2,5) registrados allí donde habían vivido desde su concepción hasta los 8,5 años. Cuando estos niños tuvieron entre 9 y 12 años, se los hizo una resonancia magnética, con el fin de conseguir imágenes cerebrales y se calcularon varios volúmenes cerebrales y la conectividad estructural.
Una de las cosas analizadas por los expertos fue la conectividad estructural del cerebro, que se mide estudiando la microestructura de lo que se conoce como 'sustancia blanca' y que constituye un marcador del desarrollo típico del cerebro. Una microestructura de la sustancia blanca anormal se ha relacionado con trastornos psiquiátricos, por ejemplo, síntomas depresivos, ansiedad o trastornos del espectro autista. Por otra parte, el estudio ha encontrado un vínculo entre la exposición específica a las partículas PM2,5 y el volumen de una estructura del cerebro conocida como putamen, que está implicada en la función motora y los procesos de aprendizaje, entre muchas otras funciones. La investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio, Anne-Claire Binter, explica que "un putamen mayor se ha asociado con algunos trastornos psiquiátricos (esquizofrenia, trastornos del espectro autista y trastornos del espectro obsessivocompulsiu)".
La investigadora apunta que la novedad del estudio recae en la identificación de los periodos de susceptibilidad en la contaminación atmosférica. Por esta cuestión, han utilizado una escala temporal más fina para considerar la exposición, analizando los datos de cada mes, a diferencia de otros estudios anteriores que investigaban trimestres de embarazo o años de infancia. De esta manera, han estudiado la contaminación atmosférica desde la concepción hasta los 8,5 años, con una periodicidad mensual, también si la contaminación no pasaba los niveles europeos.
Por debajo de los niveles europeos
Los niveles de NO2 y PM2,5 que se han registrado en el estudio superaban las recomendaciones actuales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero cumplían con la normativa de la Unión Europea, lo cual sugiere que la contaminación atmosférica puede afectar al desarrollo del cerebro a niveles inferiores a las normas actuales de calidad del aire. Una de las grandes conclusiones del estudio, según Binter, es que el cerebro es especialmente vulnerable a la contaminación atmosférica no solo durante el embarazo, como se ha señalado en estudios anteriores, sino también durante la infancia. Por su parte, la investigadora de ISGlobal y última autora del estudio, asegura que "habría que seguir repitiendo estudios a estos niños y niñas para intentar comprender los posibles efectos a largo plazo de la exposición a la contaminación atmosférica en el cerebro".