El Alzheimer es un tipo de demencia, la más común de cuantas se desarrollan en el ser humano. La OMS la define como una enfermedad neurodegenerativa, con una etiología desconocida, que se caracteriza por un deterioro progresivo de la memoria y la función cognitiva. Desde 1998 se ha intentado más de cien veces crear un medicamento efectivo capaz de tratar la enfermedad, pero solamente se han aprobado cuatro en total, lo que pone de manifiesto la dificultad de su tratamiento.
Se sabe que es una patología que comienza a alterar y dañar el cerebro años, incluso décadas, antes de que aparezcan los síntomas. En este sentido, la detección temprana es fundamental, porque retrasa su progresión, pero no siempre es fácil y se calcula que aproximadamente el 40% de los enfermos están sin diagnosticar.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Neurobiology of Aging, y llevado a cabo por científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego, concluye que medir la rapidez con la que se dilata la pupila de una persona mientras está realizando pruebas cognitivas puede ser una forma muy sencilla y poco invasiva de detectar la enfermedad muy pronto.
El nuevo estudio se centra en las respuestas de las pupilas que son impulsadas por el locus coeruleus, que es un grupo de neuronas en el tronco encefálico involucradas en la regulación de la excitación y también en la modulación de la función cognitiva.
El locus impulsa la respuesta pupilar (el diámetro cambiante de las pupilas de los ojos) durante las tareas cognitivas. Un aspecto que ya se conocía con anterioridad es que los adultos con deterioro cognitivo leve sufren una dilatación de la pupila y un esfuerzo cognitivo mayor que los individuos sanos.
Al parecer, estas respuestas de dilatación pupilar tienen que ver con los genes ya identificados que aumentan el riesgo de Alzheimer. Es decir, que la dilatación podría detectar el Alzheimer antes de que aparezcan los síntomas, con lo que eso supone para avanzar en la prevención y en diagnóstico temprano de la enfermedad.
A día de hoy, el Alzheimer se diagnostica mediante una serie de pruebas que incluyen un análisis de sangre, unas pruebas de neuroimagen, una evaluación del estado mental del paciente y un examen neurológico. El hecho de que con un test simple y barato se pueda detectar la enfermedad puede ayudar a que más del 40% pacientes sin diagnóstico sean evaluados con precisión.
En concreto, los expertos informaron de que los pacientes que presentan un deterioro cognitivo leve mostraron una mayor dilatación de la pupila y un esfuerzo cognitivo mayor que los individuos mentalmente normales.