En los últimos años se ha afianzado la idea de que el secreto de la longevidad, además de venir marcado por los genes, consistía en llevar a cabo un estilo de vida saludable con una dieta equilibrada y sana y hacer ejercicio físico. Pero a esta ecuación hay que añadir otro factor fundamental: la vida social y los lazos familiares, que desempeñan un papel mucho más importante del que la gente cree. Y lo dice la ciencia.
Una revisión de 148 estudios llevada a cabo por la Universidad de Brigham en Estados Unidos, concluyó que las personas que no tienen establecidas relaciones sociales tienen un 50% más de probabilidades de morir que otras que se relacionan más. Y también existen otras investigaciones que han determinado que vivir en soledad tiene repercusiones en el estado de salud y en una mayor incidencia de sufrir enfermedades.
Disfrutar regularmente de salidas y encuentros con amistades y familia tiene un efecto directo sobre el estado de ánimo de una persona. Y no solo por la felicidad que el encuentro con otros nos produce, sino porque a la vez ayuda a llevar hábitos de vida más saludables. Por ejemplo, las personas que comen en compañía de otros tienden a consumir alimentos más sanos que cuando lo hacen solos. Suelen pasear más, hacer más ejercicio y presentan menos casos de patologías como depresión y ansiedad. Pero no solo eso, en cuestiones más simples también hay investigaciones que demuestran el beneficio de la amistad y los lazos de familia. Las personas también son menos susceptibles al resfriado común si tienen buenas relaciones sociales, porque su sistema inmunológico es más fuerte.
Otro ejemplo de beneficio de cultivar la vida social: según un ensayo realizado en 2016 en el Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Oxford, las personas con más amigos soportan mejor las pruebas más dolorosas que las que están solas. La razón podría estar en una sustancia química en el cerebro, la endorfina, que funciona como un analgésico natural del cuerpo y puede resultar aún más eficaz que la morfina. Esta sustancia podría ayudar a amortiguar el estrés al que se somete al cuerpo, paliando la sensación de malestar y dolor ante cualquier circunstancia.
En 1993, la Organización Mundial de la Salud publicó un documento en el que se señalaban las diez habilidades para la vida, entendiendo habilidad como la capacidad de una persona para enfrentarse exitosamente a las exigencias y desafíos de la vida diaria. El objetivo era impulsarlas en la educación de los niños, para que se convirtieran en una herramienta útil en su existencia. Son las siguientes: el autoconocimiento, la empatía, la comunicación efectiva, la toma de decisiones, la solución de problemas y conflictos, el pensamiento creativo, el pensamiento crítico, el manejo de emociones y sentimientos, el manejo de la tensión y el estrés y las relaciones interpersonales, entendidas como la competencia para interactuar positivamente con las demás personas.
En este sentido, la OMS señala la importancia de fortalecer estos vínculos, sobre todo en la tercera edad, para ganar en calidad de vida y afrontar mejor los retos del día a día.