La sepsis, también llamada septicemia, es una afección potencialmente mortal y se produce cuando el organismo tiene una respuesta fulminante ante una infección, liberándola sangre sustancias para combatirla. Requiere de una intervención médica inmediata, pero esta no siempre se produce. Esta es la razón por la que, en todo el mundo, mueren miles de personas cada año tras padecerla.
La cifra no se sabía con exactitud, porque no había datos fiables acerca de las tasas globales de muerte relacionada con la enfermedad. Pero ahora, un nuevo análisis realizado por especialistas de universidades como la de Pittsburgh, en Pensilvania y la de Washington y publicado en la revista The Lancet, arroja datos que han sorprendido a más de uno.
Si nos fijamos en la lista de las 10 muertes más importantes a nivel mundial, la sepsis no figura en la lista, pero en realidad es por esa falta de información al respecto. Los datos que se tenían al respecto, la mayoría de los casos de sepsis notificados, hasta el 85%, ocurren en países con ingresos bajos o medios, especialmente en el África subsahariana, las islas del Pacífico sur y las regiones del sur, este y el sudeste asiático. Tiene una mayor incidencia entre las mujeres que entre los hombres y más en niños pequeños que en personas de otras edades. De hecho, más del 40% de los casos de sepsis ocurrieron en niños menores de 5 años.
La nueva investigación analiza la incidencia anual de sepsis y las tendencias de mortalidad en países de todo el mundo desde 1990 hasta 2017. Y concluye que la sepsis sigue siendo responsable de alrededor de 1 de cada 5 muertes en todo el mundo. Por tanto, los resultados contradicen las estimaciones globales anteriores. Según los científicos, “existe alarma al descubrir que las muertes por sepsis son mucho más altas de lo estimado previamente, especialmente por su condición de prevenible y tratable”.
Pero ¿cómo se contrae, qué síntomas produce y cuál es el tratamiento? Es importante señalar que los síntomas no los producen las bacterias que infectan el organismo, sino las sustancias liberadas por este para combatirlo. Por lo tanto, el origen de la sepsis es una infección previa –frecuentemente en el sistema urinario y respiratorio– ocasionada por cualquier tipo de germen como bacterias, virus y hongos.
El sistema inmune actúa de manera excesiva y comienza a liberar sustancias químicas inmunitarias que provocan una inflamación generalizada, que a su vez generan una alteración en la circulación sanguínea, con coágulos y fugas que priva a los órganos de nutrientes y oxígeno, y causa daños en los órganos.
Los primeros signos que se manifiestan son un cuadro de fiebre y escalofríos. Además, la respiración se entrecorta, la frecuencia cardíaca se dispara, se producen reacciones en la piel y un estado de confusión y desorientación. La presión arterial baja y el cuerpo entra en estado de shock.
El tratamiento consiste en administrar antibióticos para parar la infección y luego responder a los requerimientos en función de la afectación a los diferentes órganos. Por ejemplo, la administración de fármacos que aumentan la fuerza de los latidos cardiacos, respiración asistida si fallan los pulmones o diálisis si afecta a los riñones. Aunque se ha mejorado mucho en los últimos años, la tasa de muerte sigue siendo elevada. La mejor prevención es evitar las infecciones, llevar el calendario de vacunación al día y acudir al médico lo antes posible si se sospecha de la aparición de esta afección.