No es un diagnóstico oficial, pero muchos expertos hablan de “zona gris” al referirse a la ingesta de alcohol cuando una persona se encuentra entre un consumo razonable del mismo y un trastorno por consumo de alcohol severo. ¿Y cómo se mide? Pues cualquier nivel de consumo de alcohol por parte de una persona que afecte negativamente a su vida personal o laboral, su propia salud o la salud de las personas que le rodean. En este caso, es motivo de preocupación.

La situación es preocupante porque desde la pandemia se ha producido un incremento en el consumo de alcohol en muchos países. En España, esta investigación realizada por la Universidad Internacional de Valencia lleva por título Impacto de las medidas de las medidas de confinamiento durante la pandemia de Covid-19 en el consumo de riesgo de alcohol concluye que “el consumo de riesgo de alcohol desciende de manera generalizada durante el confinamiento por Covid-19, pero los cambios en prevalencia y probabilidad de ser consumidor de riesgo de alcohol son dependientes de variables sociodemográficas. Se recomienda contemplar estos hallazgos en el diseño de políticas y estrategias de salud pública”.

Pero en otros países no ocurre lo mismo. Una encuesta reciente de la primavera pasada realizada por una compañía biofarmacéutica con sede en Irlanda, concluyó que el 17 por ciento de las personas mayores de 21 años informaron haber bebido en exceso durante el último mes. De los que cumplían con los criterios de consumo excesivo de alcohol, el 13 por ciento estaba en tratamiento. Y en este apartado se encuadraban aquellos que tenían dos días de consumo excesivo de alcohol (cuatro o más bebidas para las mujeres y cinco o más bebidas para los hombres) en una sola semana al menos dos veces en los 30 días anteriores.

En Estados Unidos, otra encuesta, realizada también la primavera del año pasado, concluyó que la frecuencia del consumo de alcohol entre los adultos estadounidenses de 18 años o más aumentó un 14 por ciento en comparación con antes de la pandemia.

Son varios los factores que podrían haber afectado a los hábitos de bebida de las personas durante la pandemia. Entre otras razones, el aumento del estrés, la soledad o la depresión, tal y como demuestra este estudio.  

Para las personas que han trabajado en casa, ha sido también más sencillo consumir alcohol que en la oficina. Lo mismo ha ocurrido con los estudiantes universitarios que han estudiado online, uno de los grupos más afectados, que ha tenido un mayor acceso a la bebida.

Uno de los grandes problemas de la pandemia es que en muchas personas se ha juntado una serie de factores estresantes: el confinamiento, la pérdida de familiares, la los estragos de la enfermedad o la pérdida y disminución del trabajo. Y estas cuestiones han influido en el crecimiento del consumo de alcohol.

Además, la soledad es un factor importante. Muchas personas han tenido que vivir solas durante mucho tiempo y sus relaciones sociales se han visto gravemente afectada por las restricciones, que aún siguen vigentes en muchos lugares.

Lo importante, según los expertos, es autoevaluarse acerca de la relación de uno mismo con el alcohol y comprobar si está afectando de alguna manera a su vida. Si hay que fingir ante los demás o si se está produciendo una alteración en las rutinas o en el trabajo. En este caso, aunque no sea un consumo excesivo, se debe acudir a un especialista que ponga freno a un problema que puede ir a más hasta convertirse en una dependencia grave.