En los últimos tiempos, en las consultas de los médicos digestivos están aumentado los casos de personas que presentan síntomas muy parecidos: diarreas o estreñimiento, exceso de gases, distensión abdominal, intolerancias alimentarias, halitosis, dolores articulares, cansancio, problemas cutáneos y confusión mental.

Todos ellos podrían ser comunes a varias patologías, pero cuando se dan de manera conjunta se ha descubierto que en muchos casos responden a un síndrome conocido como sobrecrecimiento bacteriano intestinal o SIBO, cuyas siglas en inglés responden al término Small Intestinal Bacterial Overgrowth.

Qué es el sobrecrecimiento bacteriano

Como su propio nombre indica, se trata de una patología que produce un crecimiento exagerado de las bacterias en el intestino delgado. Las causas que provocan este síndrome pueden ser muy variadas: la enfermedad de Crohn, una enfermedad inflamatoria intestinal de origen autoinmune, una fístula enterocolítica, una baja producción de ácido por parte del estómago que provoca una alteración del pH a lo largo del tubo digestivo, una gastritis continuada, el uso de fármacos como el omeprazol o los antibióticos, la cirrosis hepática o el síndrome del intestino irritable.

El principal problema del SIBO es que al causar una lesión en la mucosa intestinal, afecta a la absorción de nutrientes por parte del paciente. Por ejemplo, como señala la Sociedad Española de Antienvejecimiento y Longevidad, reduce la capacidad para absorber las grasas contenidas en los alimentos, lo que puede ser tóxico para las células del intestino. También perjudica a algunas enzimas que se encargan de la absorción de los carbohidratos, produce daños del epitelio intestinal, lo que se traduce en una reducción en la producción de aminoácidos y provoca una mala absorción de vitaminas.

Para poder diagnosticar este trastorno, se realiza la prueba del test del hidrógeno aspirado, también llamado test del aliento. Se suministra al paciente lactulosa, un azúcar sintético, y se miden los niveles de hidrógeno y metano en el aire aspirado. Si el resultado es positivo, se puede diagnosticar el síndrome.

En cuanto al tratamiento, se suelen recetar antibióticos que eliminan las bacterias, como la rifaximina, el metronidazol o la amoxilicilina, por poner algunos ejemplos. También se suelen prescribir fármacos que mejoren el tránsito intestinal o antifúngicos, cuyo objetivo es evitar el crecimiento de algunos tipos de hongos.

Además, en el caso de que se presenten déficits nutricionales se puede combinar este tratamiento con la ingesta de vitaminas y minerales que mejoren los síntomas de los enfermos. Los expertos, también aconsejan a las personas con SIBO que sigan una dieta baja en FODMAP, que se refiere a aquellos alimentos ricos en hidratos de carbono fermentables de cadena corta: oligosacáridos, disacáridos y polioles fermentables entre los que se incluyen: fructanos e inulina, galacto-oligosacáridos, fructosa, polioles (manitol, sorbitol, xilitol, maltitol, entre otros).