En una búsqueda en Internet en la que se utilicen las palabras omega 3 y ansiedad o depresión, se encuentran cientos de entradas de artículos y comentarios en los que se recomienda tomar estos suplementos para complementar el tratamiento de dichas patologías.
Pues bien, una nueva investigación científica prueba que estas grasas tienen poco o ningún efecto sobre la ansiedad y la depresión. El estudio ha sido llevado a cabo por la Universidad de East Anglia, en el Reino Unido, y rebate el sentido del aumento del consumo de grasas omega 3 que se promueve ampliamente a nivel mundial, debido a la creencia común de que protegerá o incluso revertirá, ambas enfermedades.
La investigación ha sido recogida por la publicación British Journal of Psychiatry. Los ácidos grasos omega 3 son un tipo de grasa poliinsaturada que ingerimos a través de la alimentación y que tienen múltiples funciones: ayudan a mantener el corazón sano, fortalecen las neuronas, ayudan a bajar la presión arterial y reducen la inflamación crónica de los tejidos. Son, por lo tanto, necesarias para el buen funcionamiento de nuestro organismo y se pueden encontrar en alimentos como el pescado azul y graso (sardinas, caballa, salmón, atún) en las nueces y semillas como el lino o la chía.
También están disponibles como suplementos de venta en farmacias y otro tipo de comercios dedicados a la salud y, de hecho, son uno de los suplementos más vendidos en todo el mundo, aunque sus beneficios cada vez están más cuestionados.
El estudio
Los científicos que han formado parte de este estudio realizaron 31 ensayos de adultos con y sin depresión o ansiedad. En total, más de 41.470 participantes fueron escogidos para consumir más grasas omega 3 de cadena larga (aceites de pescado), o mantener su ingesta habitual, durante al menos seis meses. La investigación demostró que los suplementos tenían poco o ningún efecto en la prevención de los síntomas de depresión o ansiedad. Según los expertos, los suplementos que se toman de forma habitual no protegen contra afecciones como enfermedades cardíacas, derrames cerebrales, la diabetes o el cáncer. Ahora, esta nueva revisión sistemática ha incluido información de miles de personas durante largos períodos de tiempo y, lo cierto, es que no se han podido demostrar los beneficios.
Tras estas conclusiones, los científicos aseguran que no debería fomentarse su consumo, porque no hay evidencia científica que demuestre sus supuestos beneficios. Así como los ácidos grasos omega 3 que ingerimos a través de los alimentos como el pescado azul o las semillas pueden ser necesarios y aportan ventajas como parte de una dieta equilibrada, no se puede decir lo mismo de cuando se toman como suplemento.
A esto se añade el hecho de que estos suplementos suelen estar fabricados con aceite de pescado y, teniendo en cuenta las preocupaciones ambientales sobre la pesca industrial y el impacto que está teniendo en las poblaciones de peces y la contaminación plástica en los océanos, parece aún más importante dejar de seguir prescribiendo estos productos para las personas.