El cáncer de mama es el más frecuente entre las mujeres en Europa. Se calcula que es el origen de aproximadamente un 30% de los que se diagnostican en la población femenina y las cifras aumentan año tras año, debido entre otras cuestiones al aumento de la esperanza de vida y al avance de las técnicas de detección temprana. Precisamente, todos estos descubrimientos, tanto en el campo de la detección como en los tratamientos, han permitido que la supervivencia sea cada vez mayor. El principal problema sigue siendo la aparición de metástasis, que puede suceder en cualquier tipo de cáncer de mama. De hecho, a día de hoy, es casi imposible predecir en qué casos va a producirse.

En estas circunstancias, cualquier avance es de gran importancia, como ha ocurrido con el hallazgo efectuado por un equipo de investigadores del grupo de Patología Molecular Traslacional del Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR) en colaboración con el CIBER de Cáncer (CIBERONC), gracias al cual se ha logrado describir el papel de la proteína integrina B3 (ITGB3) en la metástasis del cáncer de mama.

Doctora

El estudio ha sido recogido por la prestigiosa publicación Nature Communications y en él se muestra la importancia de la integrina B3 en la captación de vesículas por parte de las células, lo cual favorece la formación de tumores secundarios en otros órganos como el pulmón. Se trata de una investigación clave, puesto que gracias a la identificación de la proteína, se puede realizar un tratamiento dirigida a ella en forma de diana terapéutica para evitar la formación de metástasis.

Las metástasis se producen debido a la comunicación entre las células tumorales del cáncer originario y las células sanas de la parte del organismo en el que aparece. Esta comunicación celular se basa en la producción de vesículas que son captadas por otras células y que contienen factores que ayudan a desarrollar las metástasis. La comunidad científica no ha logrado descifrar todavía en su totalidad el mecanismo que permite que esto suceda. El estudio del Vall d’Hebron es uno de los primeros que describe las vías que permiten que estas vesículas entren en las células para favorecer el crecimiento tumoral y el papel que la integrina B3 juega en este proceso.

Para llevar a cabo la investigación se han realizado cultivos celulares en el laboratorio, en los que se ha podido comprobar que la integrina B3, una proteína que sirve de conexión entre el exterior y el interior de la célula, es necesaria para que las vesículas producidas por el entorno sean captadas por las células tumorales. “Hemos visto que, cuando inhibimos la integrina B3, las vesículas no se pueden interiorizar y, por lo tanto, no existe el estímulo que favorece el crecimiento tumoral en el nuevo órgano para formar metástasis”, comenta el Dr. Santiago Ramón y Cajal, jefe del grupo de Patología Molecular Traslacional del VHIR, jefe del Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Universitario Vall d’Hebron y jefe de grupo del CIBERONC.

Paciente desnuda

Tras publicar este nuevo descubrimientos, este grupo de expertos está trabajando en la búsqueda de inhibidores de la integrina B3, con el objetivo de desarrollar una estrategia para evitar que las células formen nuevas colonias en otros órganos, es decir, para evitar las metástasis.