Los fumadores tienen una buena razón para dejar este hábito tan nocivo para la salud. El Ministerio de Sanidad anunció hace unos días que va a financiar un fármaco llamado Champix y cuyo principio activo es la vareniclina, una molécula agonista de ciertos receptores nicotínicos presentes en el cerebro, que provoca el bloqueo de los efectos de la nicotina presente en el organismo. Funciona como un ansiolítico que reduce los efectos gratificantes que produce el tabaco y alivia los síntomas de la abstinencia.
El tratamiento se administra durante tres meses por vía oral en forma de comprimidos y hasta ahora solo estaba financiado por la Sanidad de Navarra. Desde el 1 de enero de 2020 estará accesible en todas las comunidades, según ha acordado la Comisión Interministerial de Precios. El objetivo, tal y como se ha anunciado, es que actúe como una herramienta de apoyo en los programas de deshabituación tabáquica, los cuales forman parte de una estrategia integral para disminuir el consumo de tabaco en España.
El posible uso de la vareniclina para dejar de fumar fue descubierto en el año 2005 por la farmacéutica Pfizer y en 2006 fue aprobada su venta en la Unión Europea. En España comenzó a comercializarse en 2007. Las pruebas realizadas hasta la fecha apuntan a que tras 4 semanas de tratamiento las probabilidades de dejar de fumar se multiplican por dos, y en ocho semanas esta cifra se multiplica por cinco. Si el tratamiento sigue hasta el periodo recomendado, 12 semanas, las tasas de éxito se multiplican por 11. La dosis óptima para promover el abandono del hábito tabáquico es de 1 mg dos veces por día.
Desde la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), se ha recomendado que este fármaco sea acompañado de apoyo psicológico para que sea efectivo. El paciente debería acudir al médico al comienzo del tratamiento, al cumplirse una semana, quince días y una vez al mes durante seis meses. El objetivo es comprobar está actuando el medicamento y si están produciendo los efectos deseados.
Entre los efectos secundarios destacan las náuseas, dolores de cabeza, vómitos, insomnio y trastornos mentales. De hecho, lo que más preocupa es que en algunos pacientes provoca cambios de humor, irritabilidad, somnolencia, mala coordinación física, alucinaciones o ideas suicidas.
Por eso, no suele prescribirse a personas que presentan cuadros de depresión, bipolaridad o esquizofrenia. Los expertos todavía no tienen claro si este tipo de conductas se debe sólo al uso del fármaco o también tiene que ver cómo vive cada paciente el proceso de abstinencia en función de su personalidad, pero aún así hay que tomar precauciones en este sentido. De ahí que incidan en la necesidad de hacer un seguimiento continuo de aquellos fumadores que inician el tratamiento. Tampoco está recomendado para embarazadas o en las personas que sufren de enfermedad renal.
Desde algunas sectores médicos se ha criticado el hecho de que solo se financie este tratamiento cuando existen otros que también han demostrado su eficacia para la deshabituación tabáquica. De esta forma, los facultativos habrían tenido posibilidad de elegir entre un fármaco u otro.