La imagen mental que los adolescentes tienen de sí mismos es un elemento clave a la hora de valorar la ansiedad que pueden desarrollar en las relaciones con los demás. Cuando una persona joven tienen una imagen muy negativa, se produce un incremento de su ansiedad social. Así lo afirma un estudio reciente, publicado en PLOS ONE, que demuestra cómo los adolescentes se valoran negativamente y sus compañeros también de acuerdo a la imagen que tienen en mente.

Estudios anteriores ya habían demostrado esta circunstancia en adultos, evaluando cómo esta autoimagen negativa puede conducir al desarrollo de comportamientos contraproducentes en las relaciones sociales. Pero aún no había ninguna investigación específica en los más jóvenes, por eso un equipo de expertos de la Universidad de Oxford reunió a un grupo de 34 estudiantes de entre 11 y 14 años de edad que presentaban síntomas de ansiedad por encima de lo normal.

El estudio

 

Los adolescentes participaron en un estudio experimental en el que se les pidió que se concentraran en una imagen mental particular y que la mantuvieran en mente mientras conversaban con un extraño. En una primera vez, se les pidió que recordaran una imagen negativa de sí mismos y en estado ansioso. En una segunda vez, se les pidió que recordaran una situación social en la que se habían sentido relajados.

Los resultados mostraron que los jóvenes que se habían concentrado en una imagen negativa tuvieron un peor desempeño social y desarrollaron comportamientos anómalos. Los compañeros de conversación, que eran estudiantes de psicología que desconocían los objetivos del estudio, también calificaron a los participantes y los describieron como ansiosos, con conversaciones menos recíprocas, interesantes y agradables.

Posteriormente se realizó un análisis para comprobar por qué se había producido esta situación y los expertos concluyeron que el uso de conductas de seguridad evasoras explicaba significativamente la relación entre las imágenes negativas y las calificaciones de calidad de la conversación por parte de los observadores. En otras palabras, según explican los investigadores, los comportamientos de seguridad, se producen como una forma de prevención ante una situación que creen que va a terminar mal e implica una actitud de evitación (por ejemplo, evitar el contacto visual, hablar menos) que hace que el adolescente prefiera aislarse, mantenerse al margen del grupo, evite el contacto visual y rechace hacer preguntas por miedo a parecer estúpido.

Según describen los expertos, este estudio demuestra cómo las imágenes negativas mentales que los adolescentes, y por ende también los adultos, tienen sobre sí mismos previamente a su desempeño social influye de manera clara en el desarrollo del mismo, en su actitud con los demás, en su capacidad para tener relaciones sociales positivos y a integrarse y en la forma en la que los demás los perciben. La aplicación de los resultados tiene un claro reflejo en las terapias, donde las intervenciones clínicas deben centrarse en analizar e intentar cambiar este tipo de imágenes que tienen los adolescentes sobre si mismos y que muchas veces están distorsionadas.