Y digo cinco para no decir quinientos. Si hablamos de redes sociales, Instagram es, todavía hoy, con permiso de Tik Tok, la fiesta que nadie se quiere perder. Y con permiso de Twitter, donde también todo el mundo quiere decir la suya, pero donde se vive un ambiente más de bar: gente aleccionadora, generalmente enfadada, dando su opinión sin escuchar demasiado la del resto y, deduzco, yendo a dormir tranquila sabiendo que gracias a su frase lapidaria de 280 caracteres el mundo es un lugar mejor. En Instagram eso no pasa. En Instagram todo el mundo es feliz. Instagram es el idílico mundo de las vacaciones eternas, el paraíso del hedonismo donde sólo el culto al recreo, al presente y al ego importa. Instagram es la fiesta donde todo el mundo luce su chaqueta favorita y la más radiante (que no necesariamente sincera) de sus sonrisas.
En fin, podríamos estar horas haciendo metáforas sobre las bondades de esta red social, pero iremos al grano. Instagram es un lugar tan placentero y que nos aporta tan elevada producción de serotonina que puede llegar a ocupar demasiadas horas de nuestro día, hecho que fácilmente acabará derivando en un sentimiento de culpa ante la sensación de estar perdiendo el tiempo. Obviaremos preguntarnos por qué y a continuación expondré cinco motivos para abandonar este sentimiento y poder seguir dedicando horas a consumir a la batería del móvil en esta app, o para que los outsiders que en 2020 todavía no la tienen se la puedan descargar convencidos de que su vida mejorará.
1. Abunda la creatividad y resulta un sitio inspirador. Fotografía, ilustración, música, vídeo, poesía... Cualquier disciplina artística tiene cabida en Instagram y cualquier artista tiene que estar en Instagram para, simplemente, ser. Por supuesto que pasarte el día viendo viñetas de Flavita Banana o compartiendo los vídeos de los Stay Homas convalida ir a una exposición o a un concierto. Te encanta la cultura y por eso ni la practicas ni consumes, en Instagram ya tienes suficiente de tanta que hay.
2. Se comparte conocimiento y es un lugar de reflexión. No es ningún secreto que la velocidad y el hambre de inmediatez reinan el momento histórico que vivimos, así que no hay que profundizar mucho en una tediosa lectura de Žižek si leer un post de Cuellilargo con cuatro frases ya satisface al sociólogo o socióloga que llevas dentro. ¿Que en algún momento la sociedad requiere de una participación más activa? Colgar una imagen negra en tu perfil es una acción lo bastante contundente como para terminar para siempre y desde el sofá de casa con el racismo estructural que impregna todos los estamentos de la sociedad.
3. Encuentras información actualizada para estar al día de lo que pasa en el mundo. Siguiendo con las bases del punto anterior, en una sociedad donde cada vez leemos más el titular y menos la noticia, Instagram es el lugar ideal para informarse rápidamente de todo. Sigue las redes de un par de diarios afines a tu criterio, que te digan lo que quieres escuchar, y con 5 titulares ya te has hecho una idea tan precisa de lo que pasa en el mundo que te otorga el poder suficiente para ponerte a discutir con gente que ni conoces en los comentarios de cada publicación.
4. Te permite mantener el contacto con conocidos. Porque indudablemente necesitas ver las fotos de la boda de aquel compañero de instituto de quien ya ni recuerdas su segundo apellido, o si la chica aquella que conociste de Erasmus en Bolonia ya ha conseguido aquel trabajo de periodista en Oriente Medio que tanto anhelaba. Las cosas están fatal y el futuro pinta peor, así que a los millennials nos hace falta una burbuja con la apariencia de que todo va bien para poder convencernos de que el mundo es aquel lugar bonito, meritocrático y lleno de éxitos que nuestros padres y madres nos prometieron que sería cuando fuésemos mayores.
5. Es un espacio donde compartir las propias vivencias. Y sobre todo, donde recibir la aprobación de los demás en forma de Likes: la unidad de medida del éxito, así como un bien de primera necesidad en la sociedad occidental del siglo XXI. Sólo hay que fijarse en qué no nos faltó ni un día durante las semanas más restrictivas del estado de alarma: papel de váter, aspirinas, tabaco y feedback en Instagram.