Hace tres días que hacen vida en el taxi. El vehículo en el que hasta ahora se ganaban la vida se ha convertido en su casa, por lo menos, hasta que llegue una solución que ponga fin al conflicto del sector. Desde el viernes centenares de taxistas acampan en el centro de Barcelona, en la Gran Vía, desde de Entença hasta Bailèn. Aquí desayunan, comen, duermen y pasan el rato como pueden, porque en la calle y a pleno sol, el día a día se hace difícil. Pero no han perdido ni la energía ni las ganas que los hacen seguir adelante para conseguir lo que reclaman, que se cumpla la ley.
Patrícia Suárez tiene 27 años y hace siete que se dedica al taxi. Proviene de una familia de taxistas, su hermana, su padre, su madre y su tía lo son, y el viernes no dudaron en "plantarse" porque les va "el futuro." "Lo llevamos como lo podemos", dice emocionada. "El día a día aquí es difícil pero por suerte hemos descubierto que hay mucha solidaridad entre nosotros". Lleva tres noches durmiendo en la Gran Vía, "primero en el taxi y esta noche pasada, que hacía mucho calor, en un colchón que montamos aquí detrás". A la hora de comida se lo montan bastante bien: "Pasta, pizza, pollos asados ayer domingo y muchos cubitos" para sobrevivir a las altas temperaturas.
Francisco Álvarez también lleva tres noches aquí y esta mañana desayunaba con los compañeros expectante ante la reunión que tienen que mantener este mediodía representantes del sector con el Ministerio de Fomento. "Yo no espero nada, siempre nos han dado falsas esperanzas, largas, no confío", afirma. Declara que el problema "hace mucho tiempo que se arrastra" y que una muestra del cansancio es que "los taxistas y no las asociaciones, nos decidimos plantar", aunque los representantes sindicales han intentado en varias ocasiones hacerles cambiar de opinión. "No estamos aquí para fastidiar a nadie, estamos aquí para hacer cumplir la ley", afirma.
Mientras cuenta todo eso, intenta colocar un toldo porque a partir de las 11 h el sol aprieta. "El sol y el calor del asfalto es lo que llevo peor", asegura.
Toñi es la mujer de un taxista y desde el viernes está en el cruce de Gran Vía con el paseo de Gràcia para dar apoyo a su marido. "Es duro encontrarte en esta situación, todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida, pero lo que nos están haciendo es muy fuerte". El primer día llegó con muchas provisiones, pero se han ido acabando. "Vamos a comprar en tiendas de aquí cerca y por suerte, hay muchos bares que nos traen agua y bocadillos". Lo que peor lleva, el lavabo, porque por la noche cuando han cerrado en todas partes no hay dónde ir a hacer un pipí.
Todos ellos piensan llegar hasta donde haga falta, pero esperan, con más o menos confianza, que hoy cambie algo.