Una pregunta: ¿desde dónde has accedido a este artículo? La posibilidad de que lo hayas visto a través de Google es del 40%; a través de la portada del diario o de la aplicación, del 30%; por las redes sociales, del 16%, y el 14% restante proviene vía newsletter, e-mail o WhatsApp, entre otros. Os podemos dar más cifras: un 83% de vosotros nos leéis a partir del móvil, un 12% enel ordenador y el 5% restante utilizáis la tableta. Y aún tenemos más: el 53% de las que nos leéis sois mujeres y el 47% restante hombres. ¿Qué control, verdad?

Si nos lees en estos momentos es que dispones de conexión a Internet y seguro que —en mayor o menor medida— haces un uso habitual de las nuevas tecnologías, ya sea para mantenerte informado o bien para navegar por la red. Sin embargo, ¿quién controla el tiempo que dedicas a esta navegación? ¿Tú, y sólo tú? ¿Estás seguro? Analicémoslo.

Google, Instagram, Facebook o WhatsApp pertenecen a grandes organizaciones que juegan un papel esencial en nuestra sociedad. Un papel del cual en muchos casos consideramos tener el control y el poder absoluto, pero ¿es realmente así? ¿Cómo nos manipulan? Con el tiempo, la moneda más valiosa que quieren conseguir empresas, políticos, organizaciones o países, es vender sus productos o ideas a unas audiencias vulnerables y muy segmentadas: nosotros.

"Las redes sociales perjudican gravemente vuestra salud mental" | Foto: Unsplash

Los algoritmos que nos controlan y nos manipulan

Cuanto más tiempo pasa un usuario conectado a la red, más información detallada sobre sus hábitos, gustos y preferencias acaba exponiendo, ya sea en forma de likes, comentarios o siguiendo determinadas páginas. Una información que será recopilada y organizada mediante algoritmos que alimentan grandes servidores, los cuales transferirán la información sobre los usuarios a los clientes, desde marcas, organizaciones, políticos o gobiernos que pagan millones de dólares para mostrar productos o ideas a unas audiencias que están dispuestas a participar.

Así nos manipulan para robarnos el tiempo...

Vamos a los ejemplos prácticos. Una de las fórmulas más claras puede ser el desplazamiento automático, típico de las stories en Instagram o de Facebook. La estrategia se basa en hacer que la experiencia en la red del usuario no tenga fin, ganando más tiempo conectado. ¿Otra? Las notificaciones, una de las herramientas más eficaces para atraer a los que no se encuentran conectados a la aplicación y para mantener a los que ya lo están.

Otras dinámicas que utilizan para la manipulación pueden ser los likes o los comentarios. Recibir elogios o críticas estimula, y hace que el usuario se convierta en más dependiente del resto. "Este es el anzuelo que va directamente a la liberación de dopamina a la zona de refuerzo del cerebro", explica Josep Lluís Matalí, jefe de psicología del Área de Salud Mental del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, que lo define como "un chute" que reciben los pacientes que atienden, de entre 12 y 18 años, en la unidad de adicciones.

Josep Lluís Matalí | Foto: Jordi Play

El psicólogo alerta de que se encuentran con casos de adolescentes que sólo se movilizan para obtener likes. "Se categorizan para ser populares o no en función del número de likes que reciben". Y prosigue: "Nos preocupan las chicas, porque para obtenerlos fuerzan más la imagen de su cuerpo, cosificándose y creando una interacción con los chicos para conseguir finalidades sexuales, la mayoría de las cuales no van bien y acaban produciendo cuadros de irregulación emocional o de incremento de autolesiones".

Para combatir las adicciones en las redes y, como lo llaman entre ellos, los hugs —los anzuelos o algoritmos pensados para que perpetúes la acción—, "lo que intentamos con los adolescentes es que tomen conciencia, dotarlos de capacidad crítica y de regulación, enseñándolos a pensar". Matalí detalla que la mayor parte de los pacientes que reciben en su unidad son duales: tienen un trastorno mental más un trastorno adictivo a la vez.

Las pantallas pasan a ser el elemento central de la vida del sujeto

Para detectar la adicción a las pantallas, el jefe de Psicología explica que utilizan el criterio de la grave afectación a la funcionalidad. "En población adolescente se nota en una bajada del rendimiento escolar, una alteración de la dinámica familiar y la afectación en la esfera interpersonal". ¿Y cómo se detecta? "Cuando las pantallas pasan a ser el elemento central de la vida del sujeto, y todo gira en función de si puedo o no conectarme, un hecho que en caso de no producirse, genera un cuadro de síndrome de abstinencia que provoca irritabilidad, sensación de aburrimiento y de una hiperdemanda de necesitar conexión o de tener el aparato a mano para sentirse bien.

Josep Lluís Matalí | Foto: Jordi Play

La pregunta del millón: ¿A qué edad se tendría que permitir tener móvil?

Matalí ríe; viene con la lección aprendida de casa y sabía que le tocaría responder esta cuestión. "De los 0 a los 6, tendría que estar prácticamente prohibido o muy restringido, media hora máximo al día y siempre supervisada, nunca supliendo ninguna actividad presencial; de los 6 a los 12, una hora al día, compartida y supervisada también por los padres, y a partir de los 12,se tiene que empezar un proceso de negociación, entendiendo que cuando tú les das el móvil, los tienes que instruir". ¿Y cómo tiene que ser esta negociación? "Te pongo un símil: cuando mis hijos empezaron a salir yo no les daba 100 euros y les decía 'vuelve a la hora que quieras'. Fue un proceso donde empezamos con un euro para la merienda y volviendo a casa a las 19h. Poco a poco, les di más competencias y libertades. Con el móvil tendría que pasar lo mismo".

El problema es que las tecnologías están pensadas para darles tiempo y atención

El problema, tal como explica el psicólogo, es que muchos padres dan el dispositivo pensándose que los hijos se sabrán regular y no es el caso. "Con 12 años, el córtex prefrontal, la zona del cerebro que regula la capacidad de pensamiento abstracto y de impulsividad, todavía es muy inmaduro".

Josep Lluís Matalí | Foto: Jordi Play

El uso de las pantallas durante los confinamientos y cuarentenas

Durante las épocas de aislamiento domiciliario, el psicólogo alerta de que "se ha multiplicado por mil el uso de las tecnologías". Matalí explica que los jóvenes han estado conectados con su mundo de forma online y matiza; "es diferente estar conectado en una pantalla para recibir clases que estar conectado para jugar o para hablar con los amigos". Y añade, "adicciones al Word no he visto ni una, pero a los videojuegos, muchas". El psicólogo asegura que estas acostumbran a ser masculinas, y, con respecto a las chicas, suelen estar más vinculadas a una mala regulación de Instagram y las redes sociales.

El jefe de Psicología del Área de Salud Mental de Sant Joan de Déu recuerda con alegría la vuelta a la escuela como factor determinante en un momento donde las relaciones y los contactos sociales se encontraban muy limitados para todo el mundo. "Para los más jóvenes, volver a la escuela ha tenido unos efectos clarísimos de disminución del malestar y de normalización", una decisión saludable y clave.

En la misma línea se expresa Marc Masip, psicólogo que lidera el equipo Desconect@, un centro y programa psicoeducativo que nace para atender adicciones a las nuevas tecnologías. "Hemos tenido abierto cada día durante la pandemia y estado de alarma y hemos trabajado más que nunca, contratando a 16 profesionales y abriendo un nuevo hospital en Madrid que se encuentra al 60% de ocupación".

Marc Masip | Foto: Sergi Alcàzar

La heroína del siglo XXI

Masip considera que las pantallas y los móviles son la heroína del siglo XXI. El psicólogo explica que "con el móvil nos encontramos con una situación de máxima libertad, sin ningún tipo de conocimiento sobre cómo hacer un buen uso de él". ¿La solución? Lo tiene claro: "Leyes e instruir en la educación y la formación". Y dice, contundente: "habría que prohibir los móviles en la escuela".

España es el país con más adicción adolescente de Europa

España es el país con más adicción adolescente de Europa. La media europea se sitúa en el 12,7% y España está al 21,3%. El psicólogo ofrece algunos datos para situarnos en el punto donde nos encontramos. "Un emoticono dando un beso nunca será un beso. Lo que transmitimos a través del móvil sólo son palabras. ¿Pediremos matrimonio por Instagram? Ya está pasando".

Marc Masip | Foto: Sergi Alcàzar

Masip explica que las adicciones a los móviles y a las redes sociales todavía no están tipificadas como tal por la OMS. La nomofobia es el término que más se aproxima a lo que es la adicción al móvil. "Los niños de hoy en día están hiperactivos, en el sentido que si no están con la tableta, están mirando la tele o el ordenador, jugando con la consola o chateando con los amigos con el móvil". Masip apunta que no tienen tiempo de aburrirse, "cuando aburrirse es muy positivo con el fin de generarles reflexión, pensamiento y potenciar su creatividad".

Los adultos son igual de adictos que los adolescentes

Los niños no son los únicos que pueden tener problemas de adicciones a las pantallas. "Los adolescentes no tienen la conciencia de estar sin móvil, los adultos si, porque no lo vivieron como ahora. El 72% de los accidentes de coche son por mirar el móvil o por tocarlo, y no hay ningún adolescente que conduzca". El psicólogo se muestra crítico con los adultos "porque no dan un buen ejemplo a los hijos y porque tampoco saben hacer un buen uso".

Masip apunta que sin móvil se puede vivir, pero que resulta una herramienta muy efectiva si es bien utilizada, "la mala suerte es que mal utilizada, es destructiva". Con respecto a la pregunta del millón, a qué edad tendrían que tener móvil los más pequeños, el psicólogo lo tiene claro; "no tendrían que tener redes sociales ni móvil hasta los 16". En la misma línea que Matalí, el psicólogo considera que antes no están preparados a nivel de madurez cerebral para tener y saber hacer un buen uso de él.

Marc Masip | Foto: Sergi Alcàzar

El universo de las redes sociales y de los influencers

"En las redes enseñamos nuestra mejor versión o lo que queremos que los otros vean o admiren de nosotros. Tenemos una necesidad de pertenencia, de admiración, que la gente nos diga lo guapos que somos". Pero hay un problema, apunta Masip, que es cuando vendes alguna cosa que no eres, y "eso genera un alto nivel de frustración, por lo que soy y por lo que quiero demostrar o me gustaría ser".

Una de las figuras que de alguna forma contribuyen a las adicciones de los jóvenes en la red son los influencers; personajes que cuentan con cierta credibilidad sobre una temática en concreto (moda, estilo de vida, etc.) y que por su presencia o influencia, llegan a miles de usuarios que siguen su día a día. Sobre estos, Masip tiene una opinión firme: "Tienen mucha influencia sobre los adolescentes y no puede ser que no se responsabilicen o no hagan nada para ayudar con la adicción y la dependencia que crean". 

¿La solución? ¡Una dieta digital!

"Aplicar el sentido común, el más importante y el más difícil de los sentidos". Masip deja en el aire que estaría muy bien que en el reverso del móvil pudieran salir unas pautas sobre como hacer un buen uso. "Consejos como 'duerme con el móvil apagado' o algo por el estilo, a fin de que los mismos aparatos te indiquen cómo hacer un uso adecuado".

El psicólogo ideó y desarrolló una dieta digital que lleva a cabo con sus pacientes con el fin de reducir el uso abusivo que en muchos casos se da con los móviles y videojuegos. Son pautas de buen uso, como "dormir con el móvil apagado y fuera de la habitación, no utilizarlo al conducir o al despertarnos, no publicar todo lo que hacemos, intentar que no nos influya emocionalmente lo que dicen después de publicar algun post, no estar pendiente del móvil cuando estamos con gente y no estudiar con él", entre otros.