Son, probablemente, las últimas horas de una protesta que empezó de manera espontánea y que ha llegado a reunir más de un millar de taxis en la Gran Vía de Barcelona. Aquí han acampado y han hecho del taxi, el asfalto y la ciudad su casa. Temperaturas altas, un sol de justicia, noches en vela y familias enteras que han pasado cinco días con sus cinco noches al aire libre. Todo, por una reivindicación, poner freno a las licencias de vehículos de alquiler con conductor.
Mientras esperan las conclusiones de la reunión de la Conferencia Nacional del Transporte, que se celebra esta tarde, matan el tiempo como pueden. Juegos de cartas, muchos juegos de cartas, dominó y parchís son la válvulas de escape de una movilización que parece que llega a su fin, como mínimo, hasta el mes septiembre, cuando está previsto que el gobierno apruebe un decreto ley que permita cumplir con la ratio de una licencia de VTC por cada 30 de taxi.
Los taxistas concentrados dicen que están cansados, pero aseguran que hoy no acabará nada, que si todo va bien, tan sólo será una tregua de cara el mes de septiembre.