Barcelona, 7 de febrero del 2024. Miles de agricultores y ganaderos venidos de todo el país entran a la capital catalana con sus tractores y colapsan la avenida Diagonal o la Gran Vía. Sus protestas se producen después de que el sector del campo también se haya manifestado por todas las capitales europeas, como París o Bruselas. La situación de sequía que sufría el país en aquel momento (aunque ahora mismo el panorama no es mucho mejor) era muy grave y las restricciones afectaban sobre todo al campesinado. También protestaban contra los costes desmesurados del sector y el exceso de burocracia que les quitaba horas de trabajo en el campo para dedicarlas a "hacer papeleo" o les suponía costes extras por tener que pagar a personas para hacer esta tarea. Su lema era muy claro: "La nostra fi, la vostra fam," y caló entre la población de las ciudades, que aplaudieron la entrada de los tractores. Un mes después, los payeses entraron en el Parlament de Catalunya, donde reivindicaron las demandas de los sectores, señalando a los políticos por sus agravios: "Por la mala gestión que durante cuatro décadas han llevado a cabo con unas políticas nefastas que han llevado al campo a la cuerda floja", denunció a la ganadera Imma Puigcorbé. Cuando casi ha pasado un año desde aquellas movilizaciones que sacudieron Catalunya y llevaron a la ciudad los problemas que sufría día a día el campo, ¿cuál es la situación del sector? ¿Ha habido cambios? ¿Mejoras? ¿Más posibilidades que el campesinado sobreviva?
Juan Carlos Masot, presidente de la Associació de Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya (JARC), ganadero del sector bovino y productor de fruta dulce, fue uno de los organizadores de aquellas movilizaciones, aprovechando, explica a ElNacional.cat, la oleada que había en Europa en aquel momento. "Se alinearon los astros para que todo el mundo tuviera ganas de salir. El sector agrario tiene un fuerte sentimiento, pero a veces no le gusta participar", reflexiona. "Pero era una necesidad de todos los agricultores europeos, de cara a la política europea, ya que es allí donde se cuecen los principios básicos" de las regulaciones. Ana Serra, de La Selvetana, que forma parte del gremio Pagesia Catalana, formado después de las movilizaciones, recuerda con ilusión aquellos días: "Me sirvió para descubrir un mundo nuevo. Conoces a vecinos, campesinos y ganaderos de tu zona. Pero aquellos días nos juntamos con unas motivaciones. Daba igual de donde fueras, había productores de todo tipo, estábamos unidos y con la ilusión de conseguir cuidar nuestro sector y unas mejoras".
La sequía, un problema que persiste
Las movilizaciones se produjeron en un contexto de sequía extrema y cuando esta era una de las principales preocupaciones de los catalanes, según las encuestas. Ahora, con las lluvias de la primavera y el otoño del 2024, la percepción de riesgo ha cambiado pero la situación sigue siendo muy compleja y la Generalitat, en manos hoy del PSC, ha advertido de nuevas restricciones si no llueve pronto. A principios de febrero de 2024 se decretó la situación de emergencia en todo el sistema Ter-Llobregat, hecho que provocó que la agricultura tuviera que recortar un 80% el consumo de agua y la ganadería, un 50%. Según explica Masot, a finales de año se empezaron a abonar a la línea de ayudas por la sequía que aprobó el Govern Aragonès, pero alerta de que este no puede ser el único camino a seguir: "No podemos pedir cada año por un efecto del cambio climático. Hace falta invertir más, prevenir, proteger los cultivos, dedicar recursos a modernizar los regadíos. Eso hará que no tengamos que atender cada vez los efectos de la sequía y poder gestionarlo mejor", apunta a este ganadero de Ponent.
Pero hay una zona de Catalunya que todavía continúa en emergencia por sequía: la que se abastece del acuífero Fluvià-Muga y que conforman 22 municipios del Alt Empordà, entre los cuales Peralada, de donde es Quim Suñer, de JARC. Él es ganadero y también tiene viña y olivo y mira al futuro con mucha preocupación. "Se están haciendo cinco pozos para abastecer los núcleos urbanos y cuando entren en funcionamiento bajará la capa freática del nuestro. Este ya es el tercer año que no podemos regar de canal porque regamos de Darnius-Boadella", un pantano que ahora mismo se encuentra al 17% de su capacidad. "Si estamos así en enero, no sé qué situación habrá en julio", explica con desazón. En los últimos meses Suñer ha tenido que sacrificar cabezas de ganado porque no tenía suficiente agua. Una de sus principales reclamaciones, como la de los trabajadores del campo de las comarcas de Girona, es que se habilite un punto de emergencia de recogida de agua por comarca. Ahora mismo, el único que hay en toda la demarcación está en Blanes, a 85 kilómetros de Peralada.
La desburocratización, ¿un objetivo imposible?
Durante las movilizaciones, una de las principales quejas del campesinado giraba en torno al exceso de burocracia que rodeaba su trabajo y las reclamaciones implicaban reducirla, cosa que, un año después, todavía no ha pasado. "Las granjas tenemos que hacer tres trámites por un mismo tema y nos hacen tres inspecciones por el mismo problema. Nos tratan como si fuéramos delincuentes y tratamos de hacerlo siempre lo mejor posible", lamenta Suñer. Anna Serra coincide con esta necesidad, quejándose de que los procesos se han complicado hasta el absurdo y que la administración está "desconectada" de todo lo que implica, con el añadido de tener que hacerse los mismos trabajadores sus propias inspecciones.
La posición de Masot es similar a la de sus compañeros de profesión, lamentando que la política europea sea tan lenta en todos los ámbitos, hecho que provoca que todas las modificaciones tarden mucho tiempo en materializarse: "La burocracia es algo que está establecido y que costará mucho de cambiar, aunque se están dando pasos para hacerlo". El ganadero considera que la "burocracia y el control" tienen que existir en el sector del campo, como pasa en todas partes, pero sí que reclama que esta se simplifique.
Mercosur, un elemento que puede volver a disparar la tensión
En las movilizaciones del 2024, uno de los elementos que el campesinado catalán criticaba era el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Mercosur. El pasado seis de diciembre, se llegó a un acuerdo pero este todavía no ha entrado en vigor, pues está en proceso de ratificación por parte de los países europeos. El acuerdo de la Unión Europea con Mercosur puede ser uno de los elementos que vuelva a disparar la tensión entre el campo y la clase política.
Para Serra, este es uno de los principales quebraderos de cabeza y denuncia la permisividad de la Comisión Europea pero también del Estado: "¿Dejaremos entrar todos estos productos que no cumplen la mismas normas que nosotros, que son mucho más baratos pero que es una competencia desleal y que, además, contaminan con el transporte? Es totalmente ilógico", denuncia: "Hay que proteger lo de casa frenta a lo que viene de fuera". Para Masot, si este acuerdo finalmente entra en vigor, puede haber una nueva distorsión de los precios que tense todo el ecosistema. Aunque ve que los tratados son necesarios en un mundo global y cuando Catalunya es un país "exportador", reconoce que habrá sectores, como el vacuno, que estaran más perjudicados: "No nos tenemos que poner en contra, pero con los sectores afectados, hay que ser solidarios y tener reservas para que haya formulas de compensación".
"Migajas" pero unos catalanes mucho más conscientes
Preguntados los tres trabajadores del campo por los cambios que ha habido en el sector desde entonces, la más tajante es Anna Serra que los tilda de "migajas y el chocolate del loro para mantenernos callados". La ganadera no esconde su frustración y considera que los políticos tomaron el pelo a los campesinos el invierno pasado y que si bien ahora los invitan a actos o incluso al "Parlament para pronunciar un discurso o ir de oyentes" es solo para que no hagan ruido. Como prioridad, Serra fija la lucha contra la fauna cinegética.
Masot y Suñer coinciden en señalar un "clic" en la conselleria (que en esta legislatura vuelve a ser de Agricultura, Ganadería y Pesca con Òscar Ordeig al frente) desde el cambio de Govern. Los dos hablan de un Departament más "receptivo" y que, según Masot, intenta "llegar a todas partes para que todo el mundo quede atendido". Serra no lo comparte y se queja de que con el cambio de Govern, promesas del Ejecutivo anterior se hayan quedado en papel mojado, pero sí que destaca que hay "cargos que ves con una mayor predisposición, ganas y cierta ilusión de cambiar lo que no está funcionando".
En cambio, hay una opinión compartida entre los tres campesinos. El país y su ciudadanía son mucho más conscientes de las problemáticas del campo desde que sus tractores cruzaron el país. Para Suñer, estas movilizaciones han supuesto un antes y un después en la manera que los catalanes ven a sus payeses y en palabras de Serra, "ahora ya no solo somos ganaderos, campesinos o pescadores, también hay los consumidores. Y si tenemos que ir a algún lugar, iremos todos juntos". "La sensibilidad que tiene la sociedad con el sector es mucho más elevada", resume Masot.
El reto del relevo generacional
Los tres identifican que el mayor reto al cual se enfrenta el sector no ha cambiado desde el año pasado: su supervivencia. Y eso pasa necesariamente por un relevo generacional que hoy no está en ningún caso garantizado. En este sentido, Suñer lamenta que un joven que se quiere incorporar a Catalunya se encuentra ahora mismo a la espera de que pueda haber cambios, con más restricciones que las que plantea la normativa europea. "Se tendrían que incentivar y facilitar más las cosas a aquel joven que se quiera incorporar con traspasos del suelo o de explotaciones", reflexiona. Serra explica que el objetivo del Gremi es en estos momentos, es la viabilidad: "Que nuestros hijos y nietos tengan la ilusión por la profesión como la tenemos nosotros, pero ¿qué ilusión tienen que tener si esto es una mierda?". El objetivo aún es, un año después de que los tractores entraran por la Diagonal, luchar para que trabajar en el campo siga siendo posible.