La viñeta de Peridis en El País es una crueldad, cierto, pero también es mano de santo. Radiografía la actitud con que el Gobierno español aborda los atentados en Barcelona y Cambrils, y es un pronóstico de lo que vendrá. Han llegado tarde a todo y se han marchado tan pronto como han podido. Cuando han querido intervenir, ha sido en vano: para hacerse fotos (en la plaza de Catalunya, en Cambrils, en el Hospital del Mar...) o para pifiarla, como el ministro del Interior este sábado. Son perfectamente conscientes de ello.
La interpretación "competitiva" de cualquier acontecimiento que confronte a ambos gobiernos no es rara. El último caso es la huelga en el aeropuerto de El Prat. Todo es una batalla donde "primero se vence y luego se pacta", como decía José María Aznar. Es España contra los secesionistas. También en la gestión de los atentados. Pero ¿qué puedes hacer si has desaparecido? Pues transformar el problema en otra cosa: en una campaña contra el soberanismo, contra el Govern, contra el president Puigdemont. Una campaña que quiere vender que la independencia es política comarcal, una memez, un riesgo ante el "desafío yihadista", etcétera.
En este contexto, el chiste de Peridis —un viñetista admirable, quizás el más perspicaz de la prensa madrileña— puede leerse también como una ironía negra que ilustra perfectamente esta mentalidad de guerra.
Sin miedo
¿Qué da miedo en Madrid (concepto)? Es inevitable acordarse de otro momento parecido, que afecta directamente a uno de los protagonistas principales de este drama: el atentado en Madrid del 11-M de 2004. Diez explosiones simultáneas en tres trenes de cercanías, 192 muertos, 1.700 heridos. Mariano Rajoy, que ya tenía ganadas las elecciones generales, las perdió en tres días debido a la tramposa gestión informativa del atentado, obsesionado como estaba el Gobierno español en endosarlo a ETA.
Quizás es un recuerdo maligno, pero todo se parece mucho a la insistencia actual de los medios y del kommentariat madrileños (concepto), todos a una, en asociar los atentados con el Govern, el referéndum, etcétera. Quizá temen que el 17-A sea al referéndum del 1 de octubre lo que el 11-M fue para las generales de 2004. La derrota.
Tanta unanimidad en la mirada de medios tan diferentes sería irrelevante si no fuera porque todo se origina en una invención. Arranca de una entrevista al president Puigdemont en el matinal Más de uno, de Onda Cero, el viernes día 18, un día después de los atentados. Carlos Alsina pregunta por el editorial de El País, que, como el de El Mundo de ese día, asocia terrorismo y procés. La agencia Efe, a las 8.04, publica un despacho. En su primer párrafo dice: "[...] Puigdemont, ha calificado hoy de 'miserable' mezclar los planes independentistas del Govern con los atentados terroristas [...] y ha afirmado que estos ataques no van a cambiar su 'hoja de ruta'". Puigdemont no afirmó la segunda parte de la frase. Al contrario, no quiere pronunciarse. Se puede escuchar en el audio de la entrevista a partir del 2'35" (o leerlo en el tuit de abajo).
Pronto llegaron los titulares. "Puigdemont afirma que los atentados no modificarán su 'hoja de ruta'" (El País), "Puigdemont: 'Los atentados no van a cambiar la hoja de ruta sobre el procés'" (El Economista), "Puigdemont, erre que erre horas después del atentado: 'No cambiaré la hoja de ruta del procés'" (OK Diario), etcétera. Las teles también lo explicaron así.
Nadie escuchó el audio. Nadie se extrañó de que Puigdemont hiciera esa mezcolanza, Nadie lo comprobó. Esta unanimidad en no hacer bien el reporteo también es destacable. Y de ahí viene la viñeta de Peridis, que apenas es consecuencia de un ambiente donde todo lo que llega del Govern o del president entra por el ojo izquierdo y es reinterpretado en clave de ellos contra nosotros. El mundo llora, hay 15 muertos y 126 heridos –15 de ellos entre la vida y la muerte– pero lo que importa es castigar al procés.
Sin banderas
Una prueba del sentido común de la ciudadanía catalana es que en la concentración de Plaça de Catalunya no había esteladas. Se puede comprobar en cualquier fotografía y vídeo del acontecimiento. Ni se gritó contra el Rey o Rajoy, ni se hicieron recorrer consignas independentistas. La gente sabe de qué va. No va del procés. Difícilmente se dejarían utilizar. El movimiento independentista podía haberse aprovechado, como hizo con la huelga de El Prat. Nada. No lo hizo.
La ofensiva para construir el relato que asocia yihadismo y procés continuará. Aquí va un ejemplo, digamos "neutral". Este sábado, Deutsche Welle publica dos crónicas en esa línea. En una, el mensaje es que a los musulmanes de Catalunya les cuesta integrarse porque sufren un "conflicto de identidades" entre ser catalanes o españoles. ¿Este "problema", que no es privativo de los musulmanes, motiva a alguien a atropellar a gente indiscriminadamente en La Rambla de Barcelona? ¿Explican el "conflicto identitario" los atentados de Niza, Londres o Estocolmo? ¿Cómo conjugarlo con el hecho de que la mayoría de los terroristas de Barcelona y Cambrils tienen pasaporte marroquí? Todo es más complicado.
El otro mensaje es que "Catalunya necesita a España", para combatir el terrorismo. Se atribuye un supuesto mayor nivel de inseguridad en Catalunya al multiculturalismo que atraviesa la política de acogida de la Generalitat y su resistencia a construir mezquitas, además de la desconexión de los Mossos d'Esquadra de la policía española en tareas antiterroristas. Son los mismos Mossos que han evitado una segunda masacre en Cambrils y han matado o detenido a 12 de los 13 terroristas implicados.
Sin fuentes
DW tampoco menciona que en Catalunya hay 265 oratorios islámicos y tres mezquitas. Tampoco que el Ministerio del Interior veta la presencia de los Mossos –que tienen competencia en lucha antiterrorista– en los organismos policiales europeos y hace meses se niega a reunir la Junta de Seguridad. Europol ya alertó de que esta actitud compromete la seguridad de toda Europa. El Gobierno español, además, quería impedir la convocatoria de 500 nuevas plazas de mossos. Estos días, los agentes disponibles trabajan en turnos de 12 horas.
En un plano más general, si en el Estado español hay una comunidad que sabe cómo se integran inmigrantes, es Catalunya. La literatura académica sobre el caso es muy extensa. DW ni lo menta.
Las fuentes que cita DW son unas declaraciones "interpretadas" del portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando: una alusión genérica a una información de El Periódico que ha sido desmentida; el libro de Ignacio Cembrero La España de Alá, y Fernando Reinares, el experto del Instituto Elcano, del que se manipula su informe sobre la presencia de Daesh en España. No habla ningún líder musulmán ni ningún cargo del Govern. Naturalmente, el sesgo de la información es descriptible.
Sin maña
Los medios madrileños, que este sábado se ensañan con el Govern porque distingue entre víctimas catalanas y españolas, no se dan cuenta de la poca maña del Gobierno español (ni de la suya) al gestionar una crisis como esta. Un hecho destaca por encima de todos: mientras que la huelga de El Prat mereció un Consejo de Ministros extraordinario, los atentados en Catalunya, no.
Ni siquiera han abierto en sus embajadas el clásico libro de condolencias. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, tuvo que firmar en la delegación catalana en París. Y mientras, el conseller de Exteriors, Raül Romeva, aparece en las principales televisiones del mundo, del ministro de Asuntos Exteriores español, Alfonso Dastis, no se sabe nada, más allá de sus polémicas vacaciones en Ecuador.
En su comparecencia de este sábado, el ministro Zoido tenía detrás de él las banderas de España y de la UE con crespones negros. ¿Tan difícil era añadir la catalana? El Ayuntamiento de Melilla la ha colgado en su balcón. El de Madrid ha iluminado la Cibeles con las cuatro barras. Etcétera. Poca maña.
Otro termómetro de la actitud del Gobierno español son sus, digamos, "portavoces digitales". En la web del Ministerio del Interior, los comunicados que figuran a mediodía de este sábado –dos días después de los atentados– tratan sobre el calor y la Vuelta Ciclista a España, además de dos breves con los teléfonos de emergencias y para denunciar a radicales. Nada más.
Un vistazo a la cuenta de Twitter de la Policía Nacional (2,4 millones de seguidores), en que la información sobre los atentados es inexistente –casi todo es autopromoción–, da una idea, siempre imprecisa, de qué tienen en la cabeza. Ni retuitean a los Mossos, a los que nunca se nombra. Siempre se habla de "policía" ("en estos momentos operación policial en Cambrils..."), de manera que es fácil creer que son ellos quienes actúan. Es hasta infantil. Tampoco se privan de colgar historias sobre Yoda, un perro policía, Luckypunch, un perro atropellado "que necesita toda nuestra ayuda" o el día mundial de la fotografía. Todo en castellano, excepto dos tuits en inglés y uno en francés en que se informa de los teléfonos de emergencias.
Sin credibilidad
En este ambiente, la sensación de dimisión o abandono del Gobierno español cuaja en la burbuja de las redes sociales. Dos muestras entre muchas:
Es el miedo a estar "perdiendo" lo que late en el fondo de las mistificaciones de los medios españoles y del braceo del Gobierno de Madrid para figurar, aparecer, dar titulares. No aciertan ni una y cargan contra el procés, construyendo un relato artificial. Encima, el Govern (y los Mossos) aparecen controlando la situación y manteniendo el orden en el país, no sólo físicamente sino mediáticamente y de cara al exterior. La guinda del pastel: la iniciativa de convocar una manifestación ciudadana contra el terrorismo la han tomado la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. Del Gobierno español no se sabe nada.
La sombra del 11-M planea sobre estos días dramáticos.