Los campesinos se han hecho esperar, pero han acabado llegando. Desde que el campo anunció que llevaría sus reivindicaciones a la capital catalana, todo el mundo esperaba su llegada por las principales arterias viarias. En tractor siempre se va más lento, y a pesar de haber salido desde los diferentes puntos del territorio a primera hora de la mañana, el desfile se ha alargado horas y horas. La A-2, la AP-7, la C-58, la C-17 y la C-33 han sido el escenario de retenciones por las columnas provenientes de Girona, el Camp de Tarragona, el Penedès, la Catalunya Central, el Baix Llobregat, la plana de Lleida y las Terres de l'Ebre.
Y, finalmente, han llegado. Ha sido cuando faltaban pocos minutos para las 15.00 h que han sonado los primeros cláxones en la avenida Diagonal, justamente a la entrada de Barcelona. Se han oído antes de dejarse ver, una inmensa columna de miles de tractores que ha desfilado lentamente por la calzada. Al mismo tiempo, por la avenida Meridiana, una réplica también ha avanzado poco a poco hacia el centro de Barcelona.
El sonido de los cláxones ha llenado el ambiente durante horas, pero no ha asustado al público. Los campesinos han denunciado, en varias ocasiones, la falta de reconocimiento de su trabajo por parte de la sociedad, pero viendo la escena nadie lo diría. Decenas de vehículos que pasaban por el lado de los tractores se han solidarizado con los campesinos haciendo sonar sus cláxones, y en los laterales de la Diagonal más muestras de apoyo: aplausos, pulgares arriba y sonrisas de gente que ha querido reconocer el papel del sector primario. También muchos curiosos y desconcertados, nativos y turistas, que han mostrado sorpresa ante una imagen tan poco habitual.
Los tractores no se han quedado en las puertas de la capital, a pesar del muro invisible que supone la Zona de Bajas Emisiones (como son vehículos agrícolas, no serán multados por el Ayuntamiento), y han entrado hasta prácticamente el centro de la ciudad. Una vez aquí, han ido pasando por las oficinas de sus principales enemigos: la sede de la Comisión Europea, la delegación del Gobierno, el Departament d'Acció Climàtica y el Palau de la Generalitat. Este ha sido la última parada del viaje, y donde representantes de los campesinos se han reunido con el Gobierno, incluido el president Pere Aragonès y el conseller David Mascort, para compartir sus demandas.
Las quejas de los campesinos
Durante su paso por la Diagonal, algunos campesinos han compartido con ElNacional.cat su enfado y sus quejas. Albert viene del Baix Ebre y es responsable del sector del arroz en la Unió de Pagesos. Su mensaje ha sido contundente: "Si no pasa nada, dentro de 10 años sufriréis hambre. Somos el 1% de la población activa del país, y más del 60% tenemos 65 años o más. Por lo tanto, dentro de 10 años nos habremos jubilado casi todos".
Francesc viene del Baix Camp y se dedica a la viña y al olivo. Ha denunciado el agravio que existe entre los productos locales y los que vienen de fuera de Europa. Nuestros productos pasan toda una serie de controles fitosanitarios y de calidad, que me parece correcto. El problema es que nos pensamos que los productos que vienen de fuera, de países terceros, también cumplen lo mismo, y no es verdad. Tienen unas normativas mucho más laxas, y entonces aquí hay una competencia y un agravio desleal muy grande", ha criticado.
Joan Josep es viticultor en el Alt Camp, y miembro de la Federación de Cooperativas. Su mensaje ha sido para señalar el comportamiento de la sociedad ante la crisis que sufre el campo. "Cada vez que nos movilizamos, todo el mundo se solidariza con nosotros. Pero yo pregunto a toda la sociedad: cuando vais a comprar, ¿miráis si los productos son nuestros o vienen importados de otros países que tienen unos costes de producción mucho más bajos?", ha interrogado.
Y Osvald, campesino de la fruta y miembro de los Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya en Lleida, ha sido tajante, explicando que luchan por la dignidad de la profesión. "Al final, nosotros somos los que sufrimos para que vosotros, los de la ciudad, podáis comer. No hay un reconocimiento ni de nuestro trabajo ni de nuestra profesión. Al contrario, parece que haya un menosprecio generalizado", ha denunciado.