Medio centenar de toneladas de peces de agua dulce han acabado muertos en las costas de la ciudad de Volos, en Grecia. La costa mediterránea que baña esta ciudad griega se ha vuelto plateada, el color de estos centenares de miles de peces de agua dulce que han acabado en aguas saladas. Sin embargo, ¿cómo ha estado eso posible? Los pequeños peces de agua dulce que ahora inundan kilómetros de costa griega han acabado allí por un cúmulo de circunstancias, muy ligadas a la crisis climática.
Esta odisea empieza el año pasado, cuando el país registró fuertes precipitaciones generadas por el calentamiento global. Estas fuertes desbordaron el lago de Karla, de unas 2.500 hectáreas. El agua negó unas 20.000 hectáreas de cultivos alrededor. "A causa del desvío de cauces fluviales o la ruptura de embalses, muchos peces de agua dulce del lago ingresaron en estas zonas inundadas", ha explicado a EFE Dimitris Klaudatos, profesor del Departamento de Agricultura, Ictiología y Medio Ambiente Acuático de la Universidad de Tesalia.
Para alejar el agua, el gobierno regional de Tesalia decidió abrir entonces la compuerta de la presa de la riera Xíria, por la cual los peces fueron arrastrados de las zonas inundadas hasta el mar, muriendo por falta de oxígeno o en contacto con el agua salada. Según el experto, ya desde mayo se podían detectar algunos peces muertos, pero a medida que disminuían las zonas inundadas, que eran su nuevo hábitat, aumentaba el volumen de peces arrastrados hasta el mar. Las autoridades se han justificado señalado que el año pasado la única opción viable para evitar más inundaciones parecía ser abrir las compuertas, aunque ahora algunos expertos discrepan.
Indignación en la zona y un problema que irá a más
Esta catástrofe ambiental ha indignado en los pescadores y propietarios de empresas a turistas que ven en peligro su actividad económica en la zona. Actualmente, los millares de peces muertos en la costa dejan un escenario poco seductor para los turistas acompañados de un hedor por la descomposición se escapa meras adentro. Además, la gran cantidad de peces muertos dificulta la tarea de los pescadores. Si todo eso ya es molesto para la actividad económica, la situación puede ir todavía peor.
Toda esta agua y la inmensa cantidad de peces muertos supone "más estrés" para un ecosistema acuático, el del golfo Pagasètic, en el que ya se habían detectado ciertos "desequilibrios" a su cadena alimenticia después de las inundaciones, alertan a las autoridades locales. Es decir, esta catástrofe medioambiental todavía no ha llegado a su fin, la muerte de estos peces puede hacer la bola de nieve mayor y acabar estropeando el ecosistema de agua salada donde no tendrían que haber llegado nunca.