Día 02. Con el clásico txiri-miri vasco mojando las calles y las playas de Donosti, hemos iniciado nuestra segunda jornada del viaje a Euskal Herria; que nos ha llevado|traído a Baiona, capital de Iparralde (País Vasco norte); y en Hondarribia, la ciudad-fortaleza que vigila día y noche la desembocadura del Bidasoa -raya fronteriza desde del siglo XVI- y la bahía de Txingudi -abrigaño de contrabandistas desde la división del territorio entre los estados francés y español.
Baiona, la mestiza
Baiona es, probablemente, la ciudad más mestiza de la costa atlántica europea. Fundada en torno al año 1000, durante sus primeros siglos de existencia estuvo ocupada y transformada por todos los poderes europeos. Los pioneros gascones (vascos subordinados al reino carolingio) dejaron paso a los vikingos, que serían los constructores de los primeros astilleros de la historia de la ciudad. Hacia 1100 fue recuperada por los vascones, pero en aquel momento ya no eran vasallos de París; sino que se habían constituido en un dominio semiindependiente que trazaba su propia política exterior. La vascona Leonor de Aquitania se casó con un rey inglés y puso Baiona bajo el dominio de la casa de Plantagenet, descendientes de aquellos vikingos que la habían ocupado hacia el año 1000.
Durante siglos (XII en XVI) Baiona va una plaza dominada alternativamente por las coronas francesa e inglesa. Y fue también el punto de encuentro de los mundos culturales vasco y occitano. Y el lugar de refugio de la Diáspora judeo-vasca (1492); que se estableció en la otra lado del río Adur, formando el barrio del Sant Esperit. Todo eso es lo que hemos visto hoy a través de la arquitectura y del urbanismo de la ciudad vieja.
Y su curiosa catedral gótica, que ha recuperado, con mucho acierto, los diseños y la policromía originales poniendo de manifiesto, que la idea de que tenemos de los templos medievales, fríos, desnudos y poco acogedores, es totalmente falsa. También tenemos que decir que no podíamos pasar de largo sin probar el chocolate de Baiona, que tiene una larga historia que remonta en los primeros envíos coloniales de cacao (siglos XVI y XVII).
Hondarribia, la guardiana
Hondarribia es la otra cara de la moneda. Totalmente cerrada y protegida en el interior de su muralla medieval, fue la puerta y la llave de los Pirineos Occidentals. En Hondarribia, el régimen Habsburg hispanic promovió la construcción de una fortaleza que tenía que controlar la frontera e impidió la entrada de las ideas reformistas de Lutero, de Calvino o de Meno; y del contrabando que transitaba a través de la bahía de Txingudi.
Pero Hondarribia nos ha regalado alguna cosa más que una idea de cotas y mallas y de fardos de contrabando. Hemos comido en un antiguo molino harinero medieval, situado en las afueras de Hondarribia, en el regazo del mítico monte Jaizkibel; y hemos entendido cómo las clases populares trascendieron una etapa de grandes dificultades: las cazas de brujas, vistas por el poder como las guardianas de la religión ancestral y de la lengua de los vascos.