Día 04. Con los rayos de sol esquivando las nubes rotas por el fuerte viento que ha soplado durante la madrugada, hemos iniciado nuestra cuarta jornada del viaje a Euskal Herria; que nos ha llevado a Zumaia, la villa que guarda la formación rocosa más espectacular de la costa cantábrica; y a Gernika, capital histórica de Euskadi; sede del roble que, durante siglos, reunió a los representantes políticos del país (siglos XII a XVIII), y objetivo del primer bombardeo masivo e indiscriminado contra la población civil de la historia de la aviación militar (1937).
Zumaia, el Flisch y los dinosaurios
Con una brisa húmeda que delataba un mar embravecido por las tormentas de los últimos días, hemos llegado a Zumaia, una pequeña población de la costa occidental de Guipúzcoa, de arquitectura y urbanismo tradicionales del Atlántico (calles paralelas que se trazaron a partir de la Kaia -el muelle de costa- y que se disponían sobre el terreno en forma de cornisas). En Zumaia hemos visitado el Flisch, una espectacular formación rocosa costera situada a los dos extremos de la playa de la villa, que se formó hace sesenta y seis millones de años.
Con la exploración del Flisch hemos descubierto que esta formación alberga una extraordinaria biodiversidad. Pero lo más sorprendente ha sido descubrir que estos plegamientos se produjo por una cadena de sucesos que tenían su origen en el impacto de un meteorito contra la Tierra. El color rojizo de las rocas del Flisch revela la presencia de iridio, un elemento químico inexistente en nuestro planeta que llegó con el meteorito. Y revela, también, que aquel terrible impacto alteró sustancialmente las condiciones climáticas de la Tierra y provocó la desaparición de los dinosaurios.
Gernika, "la democracia más perfecta del mundo"
Después de la visita a Zumaia, nos hemos desplazado hasta Gernika para comer. Y lo hemos hecho en uno de los restaurantes más emblemáticos de la villa, que nos ha servido un menú elaborado con las recetas tradicionales de la zona interior de Vizcaya. Acto seguido hemos visitado el Árbol de Gernika (el viejo y el nueve) separados tan solo por unos metros, pero que simbolizan el pasado y el presente del pueblo vasco. El viejo es el roble que vivió la liquidación en sangre y fuego de los Fueros, el año 1876, a la conclusión de las guerras carlistas. Y el nueve, que es descendiente de aquel árbol mítico, fue plantado hace escasamente unos años
El árbol de Gernika té una larga historia que remonta a la Edad Media (siglos XII y XIII); cuando los vizcaínos, los guipuzcoanos y los alaveses, se organizaron para poner freno al autoritarismo de la monarquía navarra. Los representados políticos de los valles que formaban aquel mundo que aspiraba a cuotas superiores de libertad, se reunieron, durante siglos, bajo la copa del roble de Gernika. Hasta que en el siglo XVIII, el régimen foral -que el antropólogo francés Lucien Bonaparte definiría como "la democracia más perfecta del mundo" - impulsó aquel santuario del parlamentarismo cabe a la modernidad, y construiría la "Casa de Juntas".