Día 02. Con una neblina matinal que cubría la ciudad de Donosti, nos hemos levantado y hemos iniciado la segunda jornada de nuestro viaje a Euskal Herria; que nos ha conducido a Bayona, capital de Lapurdi (uno de los siete territorios históricos vascos) y de Iparralde (el País Vasco norte). Y que nos ha conducido, también, a Hondarribia, el centinela pétreo sobre la "muga" del Bidasoa; que separa, administrativamente, los territorios vascos continentales (estado francés) de los peninsulares (estado español).

Bayona, el ballenero

Bayona es un viejo puerto fluvial sobre el río Adur, a escasos kilómetros de la desembocadura en el Atlántico, que vivió su particular época dorada en el tiempo de los primeros viajes atlánticos (siglos XV en XVII). El puerto de Bayona fue el abrigaño de docenas de balleneros que, desde mediados de la centuria de 1400, surcaron el Atlántico en busca de ballenas, y llegaron a Norteamérica medio siglo antes que Colón. Aquella lucrativa actividad (de la ballena se aprovechaba absolutamente todo) la transformó de pequeño puerto de pescadores a gran ciudad mercantil.

El Puente Magenta de Bayona

En Bayona hemos conocido la historia de los balleneros vascos de los siglos XV y XVI; que, recorriendo las costas de Francia, de Irlanda y de Groenlandia, alcanzaron el banco de Terranova. Y hemos sabido que con los islandeses, rivales balleneros y escala obligada de aquellos viajes, tuvieron una tensa relación que llevó a aquellos descendientes de vikingos a legislar una ley que decía que matar a un vasco no era un crimen. Aquella ley quedó alojada en el código penal islandés y no sería hasta bien entrado el siglo XXI que alguien lo advirtió, y los presidentes islandés y vasco, la derogaron en un encuentro conmemorativo.

Las calles de Bayona

También, en Bayona, hemos descubierto que aquellos viajes balleneros tenían una importante siniestralidad, que condenaba a la ruina a muchas familias de pescadores. Para hacer frente a aquellas contingencias, las cofradías crearon unas cajas de resistencia, participadas por armadores y por pescadores; que tenían que pensionar a los marineros mutilados, o a las viudas y huérfanos del marineros muertos. Las cofradías balleneras vascas -de Bayona, de Donibane Lohitzune, de Hendaia, de Pasaia Donibane, o de Donosti; serían las creadoras del primer sistema de seguridad social, nervio del moderno estado del bienestar.

Hondarribia; picas, mallas y fardos de contrabando.

A mediodía hemos llegado a Hondarribia y hemos comido en un antiguo molino harinero del siglo XVI, un baserri que había sido la unidad de producción y de habitación más importante del regazo del Monte Jaizkibel. Y acto seguido nos hemos desplazado a la parte histórica, que nos ha regalado una magnifica vista del tramo final del Bidasoa; con los pasos de los contrabandistas (que, durante siglos, introdujeron en la parte peninsular, desde armas hasta penicilina, pasando por tabaco y por nylon); y con la isla de los Faisanes, donde en 1659, Luis XIV de Francia y Felipe IV de las Españas, firmaron la Paz de los Pirineos que mutilaría Catalunya.