"Se echa de menos dormir en la calle". Jaume Mengual ha sido una persona sin techo durante las últimas tres décadas. Ha pasado más de diez mil noches durmiendo por las calles de Ciutat Vella de Barcelona, aunque ahora ya hace dos años que consiguió un piso en este distrito a través de una asistenta social. Y explica, durante un paseo con ElNacional.cat, que ha llegado a echar de menos dormir en la entrada de parking de la Rambla donde se instaló durante los últimos cinco años de su etapa de sinhogarismo: "Este rincón era mi casa y se me encontraba a gusto".

Jaume recibe este diario ante el Gran Teatre del Liceu. Llega acompañado de Laika, su perra, con quien hace más de dos años que convive. La primera cosa que comenta son las flamantes rejas que han instalado ante el teatro de ópera. Una obra del prestigioso escultor catalán Jaume Plensa que en los últimos días ha hecho hervir la red porque se acusa al Liceu de haber practicado un caso de arquitectura hostil. Es decir, cerrar durante la noche el portal del edificio para que los sintecho que dormían en su interior no puedan entrar más.
La intención de quedar con Jaume es precisamente esta: hablar con él sobre la arquitectura hostil, este urbanismo que expulsa a muchas personas de los lugares en los cuales acostumbran a dormir. Encontramos ejemplos en muchas calles: pilones, barandillas, pinchos o tiestos enormes que se colocan en entradas de parking, en peldaños o en bancos -entre otros- para que las personas que pasan la noche ya no puedan volver a hacerlo nunca más.
Con Jaume hacemos una primera parada en la plaza de Sant Agustí, donde está la iglesia que lleva el mismo nombre. Quien se acerque a la entrada verá algo que asusta: hierros soldados a los peldaños que sobresalen en forma de sierra y que no solamente dificultan que alguien se tumbe encima, sino que puede llegar a hacer daño a cualquiera que ponga ahí el culo y provocar una desgracia a alguien que tropiece y caiga encima.
"Aquí dormía gente en los años noventa", asegura. La lista de adjetivos que tiene para este tipo de elementos es bien larga: "Es una mierda, es de las peores cosas que le puede pasar a una persona sin techo, es un asco, es muy violento y no hay ningún tipo de duda de cuál es la intención de que hay detrás". Y añade que "no tienen vergüenza y no se pueden ni imaginar el dolor que hace eso". Jaume, además, señala la contradicción que hay detrás de estos hierros en forma de sierra: están colocados en los peldaños de un templo que al mismo tiempo ayuda a personas sin hogar dándoles de comer.

Jaume dice que, con respecto a la arquitectura hostil, él ha tenido bastante suerte y nunca se ha visto expulsado de un rincón que ya se había hecho suyo por culpa de este fenómeno. Durante los treinta años que se ha pasado viviendo en la calle, sin embargo, se ha encontrado con muchas personas que sí que lo han sufrido. Y, por lo que explica, puede llegar a ser muy doloroso. "Marchémonos de aquí, que me pongo enfermo solo con verlo", suplica.
Le preguntamos a Jaume qué lo llevó a vagar por las calles de Barcelona. "Motivos familiares", responde. No quiere tratar el tema. Tenía treinta años cuando tuvo que pasar su primera noche en el raso. Ha dormido en todos los rincones de Ciutat Vella. "Yo me metía en cualquier sitio, no tardaba mucho rato en escoger donde me tumbaría aquella noche", dice. Ha pasado por muchos barrios, y afirma que durante una buena época estuvo instalado en el paseo que hay bajo el Hospital del Mar, en la Barceloneta.

Durante estas tres décadas se ha convertido en un icono de esta zona de la capital catalana. Tanto, que lo han inmortalizado en un mural al lado de la Rambla. El lugar escogido para fijar su imagen y la de Laika no es casual: se trata del mismo edificio donde hay el parking que se convirtió en su "casa", como él llega a decir. Los trabajadores de este parking se comportaron muy bien con él, y permitieron que dejara sus cosas dentro y que se pasara el rato que quisiera. Todavía hoy mantienen la amistad. Y él los visita constantemente. "Son mi familia", dice. Y admite que una de las cosas que más lo hacen regresar a aquel sitio es que echa de menos aquella entrada de parking.

Ponerlo "todavía más difícil" a los sintecho
Ferran Busquets, director de la Fundació Arrels, que ha ayudado a Jaume y mucha otra gente durante todos estos años, explica que la arquitectura hostil pone "todavía más difícil" la vida de estas personas. "Se basa todo en la falta de sensibilidad", opina en declaraciones a ElNacional.cat. Según él, se trata de un fenómeno que ha pasado toda la vida: "Siempre ha habido vecinos que han tenido una persona que dormía a la calle y que les molestaba". Pero detalla que cada vez hay más casos de este tipo de urbanismo anti sin hogar porque aquel que ya se ha construido no se va de allí.

Lamenta, además, que la sociedad lo acaba justificando "desde el momento que vemos a alguien durmiendo en la calle y pensamos que lo hace porque quiere o que es un borracho". Se trata, encima, de una cuestión no sancionable. No le consta, de hecho, que haya ningún país del mundo que persiga esta práctica. Y añade: "Buscar un nuevo sitio donde ir a dormir es muy difícil, estamos hablando de desahucios a personas que ya viven en la calle".



