En la región siberiana de Yakutsk en Rusia, en pleno permahielo, se ha realizado un descubrimiento excepcional que ha captado la atención de la comunidad científica internacional. Los investigadores han encontrado los restos de un mamut hembra joven, al cual han bautizado como Iana, que habría muerto hace más de 50.000 años.

Este hallazgo en medio del cráter Batagaika, además de 80 metros de profundidad, es único tanto por la antigüedad del espécimen, como también por su estado de conservación, considerado lo mejor entre los siete restos completos de mamuts que se han recuperado. Los restos del animal, que pesan 180 kilos y miden 120 centímetros de alto por 200 de largo, han sorprendido a la comunidad científica por la preservación de su cabeza y trompa, elementos habitualmente dañados en especímenes similares.

Según los investigadores, Iana tenía aproximadamente un año o un poco más al momento de su muerte, aunque harán falta análisis más detallados que permitan confirmar esta estimación con mayor precisión.

Un hallazgo excepcional

Este descubrimiento abre una ventana única hacia la vida de los mamuts durante el Pleistoceno tardío. Los restos serán sometidos a análisis detallados que podrían revelar datos sobre la dieta, las condiciones climáticas de la época y las causas de la muerte del animal.

Anatoli Mikolaiv, rector de la Universidad Federal del Nordeste en Yakutsk, responsables del hallazgo, lo ha calificado "de excepcional" y han resaltado el potencial científico de un espécimen tan completo. "Por regla general, los depredadores modernos o los pájaros suelen comerse la parte que se descongela primero, sobre todo el tronco. Aquí, por ejemplo, aunque las extremidades anteriores ya han sido devoradas, la cabeza está extraordinariamente bien conservada", explican los científicos.

Además, de la Iana, en los últimos meses se han hecho una serie de descubrimientos en la región de la República de Sakhá, que incluyen el cadáver de un lobo de 44.000 años de antigüedad y los restos de un cachorro de gato dientes de sable de hace 32.000 años. Según el Museo del Mamut Lazarev, esta es la sexta recuperación de restos de mamut en Rusia.

El mamut Iana, será ahora objeto de estudio en la Universidad Federal del Nordeste de Yakutsk, y representa una oportunidad inigualable para la ciencia moderna porque permitirá avanzar en la comprensión de la vida prehistórica, el impacto del cambio climático en los ecosistemas del pasado y las interacciones entre especies en una época dominada por glaciares.

Mientras el permahielo sigue descongelándose, es probable que descubrimientos como este se multipliquen y revelen más secretos de un mundo que permaneció oculto durante decenas de milenios.

El papel del cambio climático en los hallazgos en el permahielo

El deshielo del permahielo, impulsado por el cambio climático, ha facilitado el acceso a estos restos milenarios. El cráter Batagaika, donde se encontró la Iana se ensancha cada año debido al aumento de temperaturas en el Ártico. Este proceso, aunque devastador para el equilibrio ecológico, expone tesoros científicos como los restos de animales prehistóricos y otras muestras de flora y fauna congeladas durante milenios.

El hielo de los polos conserva los restos de animales y plantas, y preserva tesoros para la ciencia. Justamente, Sakhá es una región conocida por su vasto permahielo, que actúa como un gigantesco congelador natural que ha preservado no solos mamuts, sino también caballos, bisontes y pequeños roedores como lemmings, que ofrecen pistas valiosas sobre el ecosistema de la era glacial.

Esta capa conocida como permahielo, es la capa de suelo, roca o sedimento que permanece congelado, y se encuentra principalmente en las regiones polares y subárticas, donde las temperaturas se mantienen bajo cero durante largos periodos. Esta capa congelada contiene grandes cantidades de materia orgánica que ha quedado atrapada durante miles de años. Su deshielo, acelerado por el cambio climático, además de permitir encontrar restos paleontológicos, libera gases de efecto de invernadero como el metano y el dióxido de carbono, un hecho que agrava todavía más el calentamiento global.