Algunas personas han pasado el confinamiento enganchadas a las pantallas de Zoom. Otros no le han encontrado el sentido a toda una serie de socializaciones a través de una pantalla. Unas han optado por aprender idiomas o trabajar la creatividad. Otras han preferido escribir cartas. Cartas a ellas mismas, cartas al futuro o cartas a amistades y familiares.
"Somos seres sociales pero no todo el mundo lo manifiesta de la misma manera ni necesita que esta socialización sea igual," detalla la profesora de la UOC y miembro del proyecto de la incubadora de la misma facultad Cultura Emocional Pública, Mireia Cabero Jounou. También influye el momento individual de cada uno con el que nos ha tocado pasar este confinamiento, la conexión con uno mismo o con el entorno.
Todavía es temprano para analizar datos pero Cabero comenta que al principio había más conectividad y ahora hay menos conexión. Lo atribuye al hecho de que "somos seres adaptativos" y que, por lo tanto, ya nos habríamos adaptado a esta nueva situación.
"Comunicarnos a través de una pantalla tiene un punto no realista", insiste. "Poner cara y cuerpo sin poder abrazar... hay personas que han podido no necesitarlo". Así, explica que algunas "han aprovechado este momento para hacer una introspección muy superior. Personas que han aprovechado para encerrarse en ellas mismas".
Y cuando nos miramos aparecen muchas necesidades expresivas. Cabero justifica de esta manera el hecho de que muchas personas hayan escrito o hayan empezado a escribir cartas durante este confinamiento. "Puedo comunicar lo que siento por ellas, detallar las conclusiones a las que llego y, en definitiva, observar con más conciencia y detalle".
El hecho de que se escoja el género epistolar no es casualidad. La psicóloga argumenta que es una comunicación más íntima. "Por una parte está la intención de querer inmortalizar el momento de una manera concreta, el momento actual. Pero también hemos tenido tiempo para idear guiones de futuro o fijarnos objetivos y retos personales. Y nos lo decimos a nuestro yo del futuro, esperando haber superado este momento".
Durante estos más de dos meses de confinamiento se han vivido muchas cosas a nivel colectivo. "Hemos visto como el sistema sanitario estaba a punto de colapsarse, personas que han perdido amistades o familiares, un trabajo o relaciones de pareja que han quedado muy tocadas porque no se han podido ver," detalla. Además, también insiste en el hecho de que estos dos meses, en la historia de una persona son muy cortos pero "lo hemos vivido encerrados en casa. Encerrados solos, con personas con las que no nos sentimos a gusto o con las que estamos en peligro o en un sitio donde hay poca luz". Todo eso, observa, hace que la realidad de cada uno haya sido un mundo.
"Tenemos una vida tan de puertas afuera que no tenemos una relación sana y positiva con nosotros mismos. De repente, nos han sacado del entorno y nos hemos encerrado en casa donde el verbo 'ser' ha quedado reducido y hemos adaptado el verbo 'estar'", resalta. "No hemos sido educadas para vivir así".
¿Y después del confinamiento, qué?
Justo ahora empezamos las fases de desescalada, por lo tanto, todavía se hace difícil prever los efectos del confinamiento. Ahora bien, la experta señala que viendo estudios preliminares de otras pandemias y la situación de otros países que nos llevan cierta ventaja "la afectación en salud mental y emocional dura tiempo y es más de la que nos podríamos imaginar". De esta manera, puntualiza que "lo que nos dice la historia y la ciencia es que habrá un impacto y será importante, especialmente en personas vulnerables, como el personal sanitario que lo ha vivido desde primera línea, y personas que venían de una salud mental o salud emocional vulnerable".
Así, recuerda que el coronavirus ha evidenciado ciertas desigualdades en diferentes ámbitos, de género, profesionales o de educación.
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