Es la eterna promesa que nunca se ha llegado a convertir en una realidad por muchas reuniones y principios de acuerdo que haya habido. Con cada cambio de hora deseamos que aquel sea la última vez que retrasamos o avanzamos el reloj una hora, pero nunca acaba pasando. Este fin de semana, la noche de sábado a domingo, a las tres de la madrugada, volverán a ser las dos, hecho que nos permitirá dormir una hora más, pero que provocará que entremos en el horario de invierno, detestado por mucha gente, ya que supone que a las seis, o antes, ya se hace oscuro. La alegría que nos supone adelantar la hora y que los días se alarguen a finales de marzo es proporcional a la tristeza que nos provoca tener que retrasarla y abandonar el horario de verano para entrar en el del otoño.
🕒 Cambio de hora de octubre 2022: ¿se adelanta o se retrasa? Horas de sol y detalles del horario de invierno
Sin embargo, ¿por qué todavía se cambia la hora si hay un consenso generalizado que se tiene que abandonar esta práctica? El principal argumento que dan los defensores es reducir el gasto energético, ya que si amanece más bien, más gente trabaja con luz natural, y, por lo tanto, eso supone un ahorro, algo imprescindible en este contexto de crisis, pero tampoco está muy claro si realmente el ahorro es tan significativo. El principal problema de anular el cambio horario es que no nos quedaríamos con el de verano, sino con el de invierno, que supondría que en el Estado se hiciera oscuro entre las 17 y las 18 horas. Esta propuesta europea implica eliminar los cambios de horario y alinear las zonas horarias de los diferentes países, acercándolas tanto como sea posible a su horario solar, reflejando la situación geográfica de cada país y con zonas horarias permanentes.
Más tristes y más adormecidos que en verano
Aunque no es significativo, el cambio de hora nos provoca un pequeño jet lag al cual nos acabamos acostumbrando rápidamente y no va más allá, pero que durante los primeros días del nuevo horario nos puede dejar un poco descolocados. Además, muchas actividades tienen un ciclo de 24 horas en nuestro día a día y también podemos notar los desajustes. La luz nos marca el nuestro día a día y durante el invierno solo tenemos durante 9 horas, enfrente de las 15 de las cuales disfrutamos durante los días más largos del verano. Y es que la falta de luz aumenta la producción de melatonina, es decir, la hormona que interviene en la regulación del sueño. Muchas personas con problemas para dormir toman pastillas con melatonina, ya que produce somnolencia y es una advertencia de nuestro cuerpo de que el día se está acabando y es hora de ir a dormir. Por eso, resulta lógico que cuando cambia la hora y desde las seis de la tarde es oscuro, tengamos más ganas de ir a dormir pronto.
Esto provoca una especie de "depresión" otoñal: todo nos conduce a ella, la vuelta a la rutina después de los meses de vacaciones o como mínimo de desenfreno en verano, tener que ir a trabajar encerrados en una oficina, el frío (aunque este año hace calor de junio en pleno mes de octubre) y también la pérdida de horas de luz, que hace que tengamos que reducir nuestras actividades al aire libre por la tarde y optemos más por quedarnos en casa. Además, por mucha gente los días empiezan y acaban a oscuras, sin luz natural, hecho que hace que la tristeza se incremente. Este hecho también tiene afectos sobre nuestro peso, ya que hay mucha gente que cuando tiene un mal día o se siente más floja, tiene más hambre y come más, también por aburrimiento o angustia. El hecho de no poder hacer actividades al aire libre porque es oscuro también nos lleva a una vida más sedentaria. Yendo más allá, eso puede tener efectos sobre la conducción de vehículos, ya que es muy peligroso conducir con sueño y según la DGT, muchos de los accidentes que tienen lugar en las carreteras del Estado están relacionados con la somnolencia. Aun así, el cambio horario no afecta a la salud de todo el mundo por igual, pues las personas mayores y los niños son los más vulnerables.