El riscal basáltico de Castellfollit de la Roca se encuentra bajo observación. El Instituto Cartográfico y Geológico de Catalunya (ICGC) ha instalado una red de control en una fisura para detectar si hay movimiento y prever si se pueden producir desprendimientos mayores que afecten al casco antiguo del pueblo. En concreto, la fisura está bajo la calle de la Plaça y tiene una apertura de 50 centímetros y una profundidad vertical de 17 metros.
Dieciséis aparatos que miden con gran precisión
El despliegue incluye dieciséis aparatos —nueve fisurímetros, cinco clinómetros y dos sensores de temperatura— que hacen una monitorización continua del movimiento, midiendo con una precisión de centésimas de milímetro. La información que recopila la red se transmite en los servidores del ICGC a fin de que los investigadores puedan controlar de forma continuada la evolución de esta fisura, considerada una "zona de vigilancia preferente".
La información obtenida por el ICGC permite optimizar la estratégica de preservación del riscal que llevan a cabo el Departament de Territori, la Diputación de Girona y el Ayuntamiento de Castellfollit de la Roca, y adelantar futuros movimientos que podrían acabar en desprendimientos mayores y, por lo tanto, da más margen de maniobra a los investigadores y autoridades. En este sentido, también se ha acordado que el ICGC hará un estudio de alternativas para ver cuál sería la opción más factible para sacar adelante una prueba piloto de estabilización de alguno de los sectores. Estas nuevas tareas de control se suman al seguimiento periódico con inspecciones de dron y generación de modelos 3D de alta resolución que hace el Instituto.
¿Por qué se producen desprendimientos?
El riscal basáltico sobre el cual se asienta el casco antiguo de Castellfollit de la Roca es uno de los testigos más relevantes del vulcanismo en Catalunya y, vista su singularidad, está catalogada como Espacio de Interés Geológico y también se encuentra dentro del catálogo de afloramientos de interés del Plan especial que regula el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa (PNZVG). El conjunto que forman el riscal y el pueblo tiene un alto valor paisajístico y cultural, pero el casco antiguo acusa la dinámica histórica de desprendimientos de roca que ha provocado un retroceso del riscal, afectando a algunas viviendas. Desde finales del siglo XIX este retroceso puede llegar a los 8 metros en algún tramo.
La propia estructura del riscal basáltico, formado por bloques y columnas con diversos elementos geológicos, favorece la existencia de desprendimientos. El descalce del macizo de los tramos inferiores del riscal también provoca grietas y desplomes en la estructura. A estas condiciones cabe sumar la infiltración de agua de la lluvia y aguas residuales de las viviendas y también la presencia de vegetación, cuyas raíces rompen la roca.