Los arqueólogos han encontrado inscripciones únicas en un barco romano del siglo I a.C. hundido a las Formigues (Baix Empordà). En las maderas que formaban parte del suelo de la bodega del Formigues II han descubierto tres marcas que, a priori, son números romanos: DV (505), DVI (506) y VI (6). Según recoge la ACN, la codirectora de la excavación y responsable del Centre d'Arqueologia Subaquática de Catalunya (CASC), Rut Geli, dice que la hipótesis más plausible es que estas inscripciones "inéditas" sirvieran de guía a los marineros para saber dónde colocar las maderas cuando hacían el mantenimiento de la nave.
El segundo barco romano hundido en las islas Formigues todavía atesora hallazgos sorprendentes, que campaña tras campaña los arqueólogos del CASC hacen resurgir. A la de la resina aromática que recubría las ánforas (que se encontró aquí por primera vez), ahora se suma otro descubrimiento único entre la madera de la nave que el fondo marino ha preservado durante más de 2.000 años.
Durante la última campaña, los arqueólogos se han centrado en explorar la popa del barco y han recorrido la zona de babor (el lado izquierdo). Después de extraer las ánforas estibadas en la bodega (34 enteros), han podido acceder a la madera del barco y han localizado tres maderas con inscripciones únicas, entre las tablas del pañol (las que recubrían el fuselaje). "Son marcas pintadas que parecen que corresponden en numerales romanos", precisa Geli, que añade que son "inéditas, que no se han encontrado en ningún otro barco de época antigua en el Mediterráneo".
La codirectora de la excavación precisa que la hipótesis más plausible es que las inscripciones sirvieran de guía a los marineros a la hora de hacer "el mantenimiento y la limpieza" de la parte inferior, que en arqueología naval se conoce como la sentina. Como las maderas iban encajadas entre la bodega y el casco, eso permitiría "saber en qué orden preciso recolocarlas". Si confirman la hipótesis, querrá decir que aquello que ya hacían los romanos hace 2.000 años todavía se mantiene en la navegación actual, cosa que les hace "emoción" como arqueólogos. De momento, las tres maderas con inscripciones se han dejado bajo agua porque no se pudieron excavar del todo, pero sí que se extrajeron once más que también formaban parte del pañol y que ahora se preservan en el laboratorio del CASC en el barrio de Pedret de Girona.
Paralelamente, se han documentado otros elementos de la arquitectura naval del Formigues II. Se trata de partes de su bomba de secada, el sistema que permitía sacar el agua que se acumulaba en el interior de la nave y que se filtraba por las cuadernas o filtraba por la cubierta. Se han encontrado un eje y un cojinete de bronce que formaban parte de la bomba de secada, además de la caja de madera donde se recogía el agua. Eso sí, aplastada parcialmente por las ánforas. "Aunque en este caso sí que hay otros paralelos, también es cierto que no es habitual que esta caja se conserve en barcos de época antigua", concreta Geli.
Los arqueólogos también han recuperado 34 ánforas béticas de tres tipos diferentes (Dressel 7, 10 y 12), que contenían salsa o bien pescado en conserva (caballa de ojo grande, bis, jurel en salazón o bonito). Por primera vez, intentarán averiguar su origen exacto a partir de la pasta con que se hicieron. "Ya sabemos que provienen de la Bética, pero lo que queremos es averiguar exactamente en qué horno en concreto se cocieron", explica el arqueólogo del CASC y también codirector de la excavación, Guillem Mauri. Con todo, ahora también se tiene que planificar la campaña del 2024, que se hará en verano. La intención es seguir excavando el derrelicto de la popa hacia la proa a partir del lugar donde acabó la última campaña.
El barco Formigues II se encuentra a 46 metros de profundidad y se ha convertido en el primer yacimiento subacuático de la Península situado a profundidad que se excava con metodología científica. Es decir, que no se han hecho solo prospecciones o extracciones sistemáticas, sino que los arqueólogos trabajan como si lo hicieran en tierra firme, pero con todos los inconvenientes que supone hacerlo bajo agua. El derrelicto transportaba salazones y salsas de pescado procedentes de la Bética (la actual Andalucía), y seguramente su puerto de destino era el de Arles o el de Narbona. Se hundió durante una tormenta que proyectó la nave contra las islas Formigues. Desgraciadamente, ha sufrido y todavía sufre espolio. Hay otro barco, el Formigues I, que transportaba vino y que también fecha de mediados del siglo I a.C.
Las campañas de excavación que se hacen en el Formigues II se enmarcan dentro de un proyecto cuatrienal de investigación arqueológica liderado por el CASC, unidad de investigación del Museu de Arqueologia de Catalunya (MAC). El proyecto cuenta con financiación propia del MAC y de la Direcció General de Patrimoni Cultural.