Cuidadoras, enfermeras, trabajadoras de los supermercados o empleadas en los centros geriátricos. Todas estas profesiones tienen eminentemente un rostro femenino, que se han convertido en esenciales para combatir la Covid. Con todo, eso no ha impedido que estas sean las principales víctimas de la pandemia, que las ha afectado tanto en el ámbito laboral como social.

Una buena muestra de eso es que la tasa de paro ha subido en cuatro puntos en el caso de las trabajadoras, una cifra que es el doble de la de los empleados hombres, según un informe reciente de CCOO. Pero no solo eso, sino que la falta de trabajo también ha comportado que muchas mujeres hayan sido desahuciadas. Otro síntoma perverso de la pandemia es que, durante el confinamiento, muchas mujeres tuvo que convivir con sus maltratadores, cosa que ha comportado que se incrementen las violencias machistas.

Los datos no invitan nada al optimismo, por todo ello, las manifestaciones de este 8-M persiguen poner en evidencia los estragos que ha producido la pandemia entre las mujeres, que las ha dejado en una situación todavía de más vulnerabilidad.

Una camarera limpia la silla de un bar de Terrassa / Europa Press

El mundo laboral

Pero a pesar de hacer trabajos esenciales, las mujeres ha vivido en sus propias carnes las adversidades de la pandemia y, especialmente, las jóvenes. Del total de personas registradas en paro durante el 2020 más de la mitad fueron mujeres (54,8%). En el caso de las jóvenes, el desempleo ha sufrido un crecimiento del 39,5% en las de 16 a 24 años, y del 37,4% en las de 25 a 29 años.

Los contratos parciales son más comunes entre ellas, en concreto, el triple que los de sus compañeros masculinos. Así pues, un 21,55% de las mujeres poseen un contrato parcial enfrente del 7,63% de los hombres. Una situación parecida encontramos en la temporalidad, que asumen un 21,75% de mujeres trabajadoras, cuatro puntos más que los hombres.

"Pensábamos que quizás esta vez nos encontraríamos con que las mujeres habrían conservado el trabajo más que los hombres o habrían aguantado la tasa de actividad más que los hombres y se habrían reducido las diferencias históricas. Sin embargo, la perplejidad es que no", comentó Montse Ros, portavoz y secretaria de Comunicación Integral de CCOO de Catalunya, el día que el sindicato presentó el estudio.

Unas enfermeras en su tiempo de descanso en el Hospital de la Vall d'Hebron / Sergi Alcàzar

Una vez pasada la pandemia, los datos tampoco mejoran. Después de una destrucción "brutal" de trabajos, la reactivación tiene cara masculina: los hombres recuperaron 2,5 puntos porcentuales de la tasa de empleo (alcanzando el 71.1%) por sólo un 1,3% las mujeres (que se quedaron al 62,7%). Además, otro informe de este sindicato también refleja que el 51% de las personas afectadas por ERTE son mujeres.

Por su parte, Maria Ferotge, activista feminista convocante de la huelga de este lunes y miembro de la entidad Ca la Dona, también manifiesta que otro de los inconvenientes es que los salarios de las trabajadoras es inferior que los de sus compañeros hombres. De hecho, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el sueldo anual más habitual entre las mujeres en el 2018 fue 15.484,4 euros; mientras que el de los hombres, 18.470,8 euros.

Una cuestión que también pone sobre la mesa Montserrat Líria, comisionada de comunicación y vocal de la asociación Asodame Dones Emprenedores. En este contexto, ha asegurado que para que una mujer gane en un año lo mismo que un hombre por similar empleo tiene que trabajar hasta finales del mes de marzo. Eso se debe el hecho a que, aunque desarrollan las mismas funciones que sus compañeros, tienen categorías inferiores. "Hecha la ley, hecha la trampa," enfatiza.

La aventura de emprender

En la asociación que representa Líria, que está integrada en la federación internacional Business and Profesional Women (BPW), tienen socias de todos los ámbitos como fotógrafas, diseñadoras, fisioterapeutas, comerciantes o del sector de la hostelería. La situación del mercado laboral, asegura, las empuja a crear sus propios proyectos. "No existe una igualdad entre hombres y mujeres", expresa Líria.

Además, también se encuentran una incapacidad de conciliar la vida laboral con la familiar. "Tenemos más trabajos que ellos", expone Líria, que argumenta que tiene que asumir tanto sus funciones laborales como la tarea de cuidados de los familiares, sean los hijos o los padres. "Todo esto es un ecosistema para que la mujer emprenda", indica.

La pandemia ha planteado varias adversidades para las mujeres emprendedoras y empresarias. Por un lado, algunas ya trabajaban desde casa, pero de otros no. Sea como sea, sin embargo, durante el confinamento todas se han encontrado con que tienen que crear su espacio de trabajo en su domicilio y compartirlo con toda la familia. Una situación que, en muchos casos, sigue vigente en la actualidad. 

Un grupo de mujeres emprendedoras y empresarias participan en un Congreso BPW en el 2019 / Cedida por Asodame

Otra de las adversidades es que, a menudo, relata, cuando una pareja tiene que compartir el ordenador se prioriza el trabajo de él que no la de ella. El mismo pasa con el tema de los cuidados que, normalmente, es ella a quien sacrifica su vida laboral para atender a sus familiares. Eso, expone, es porque los salarios de los hombres suele ser mayor que el de las mujeres.

Por otro lado, la pandemia también ha perjudicado a los negocios de muchas emprendedoras, que han tenido que cerrar, explorar nuevos sectores o reinventarse en el que ya están. "Revisas los procesos, las formas de relacionarte con los clientes o los proveedores", defiende Líria.

A pesar de todas adversidades que ha comportado la crisis económica y social que ha desencadenado la Covid, desde de Asodame intentan hacer una lectura positiva. "Siempre que encuentras una barrera, tienes que mirar de saltarla. Esto es un reto que tenemos que superar", afirma con optimismo Líria, que resalta "la capacidad de resiliencia" de las socias de la asociación. También, ha puesto el acento en que está en una entidad donde sus integrantes "están muy cohesionadas", por lo cual se han dado apoyo las unas en las otras.

Las mujeres migradas: doblemente perjudicadas

Una de mis afectadas por la pandemia han sido las mujeres migradas. La Associació Intercultural Diàlegs de Dona, atiende a vecinas del Raval, principalmente, de Bangladés, Pakistán, la India y Marruecos, pero también de otros lugares como Nepal, refugiadas sirias o de países del África subsahariana Senegal, Burkina Faso, Guinea Conakry, Sudáfrica, Mali, Nigeria y Nepal.

Mercè Amor, coordinadora de proyectos de la entidad, informa que, excepto en el caso de las subsaharianas que suelen llegar sin papeles, la mayoría han venido en Barcelona a través del reagrupamiento familiar, es decir, que sus maridos las han traído aquí. Por eso, en un primer momento, no tienen ninguna intención de buscar trabajo, ya que provienen de culturas que han sido criadas para cuidar los maridos y las familias a la vez que "tienen la gran mochila la espalda de duelo migratorio, que les pesa mucho". Además, suelen proceder de culturas patriarcales donde "siempre han sido protegidas y son poco autónomas".

El problema es que los trabajos de sus maridos suelen ser precarios, sometidos a la economía informal. Eso, relata Amor, comporta que cuando llevan tres o cuatro años en Barcelona, ellas intentan buscar un empleo como camareras de piso, en el sector de la limpieza o en un supermercado o frutería, pero se encuentran con la barrera de la lengua. La mayoría no hablan catalán ni castellano al mismo tiempo que les cuesta aprenderlo porque el alfabeto es muy diferente al suyo. "Nunca pueden ser ciudadanas de primera si no tienen la competencia idiomática al mismo tiempo que son muy poco autónomas para ir a la calle a buscar trabajo", señala Amor.

Con la crisis desatada por la Covid, la situación de estas familias se ha complicado mucho porque los maridos se han quedado sin empleo. Principalmente, trabajaban en la hostelería, el turismo o en la obra, que son de los sectores más perjudicados por la pandemia. Tampoco tenían ningún tipo de contrato, por lo cual no pueden acceder a ninguna prestación económica como el paro o el ERTE. "La gente tiene que seguir trabajando para pagar el alquiler de los pisos, la comida, alimentar a los niños, comprar cosas de higiene femenina o los pañales de los bebés. Se encuentran en situaciones, que no pueden ni comprar la comida," expone a la representante de la asociación.

Un grupo de mujeres pintan un mural para el 8-M / Cedida por la Asociación Intercultural Diálogos de Mujer

Por eso, explica, cuando se acabó el confinamiento, las mujeres salieron "desesperadas" a ver si encontraban trabajo para poder aportar a la economía familiar. El problema es que como no conocen la lengua, provienen de culturas tan diferentes y no están preparadas por el mundo laboral, les es imposible encontrar trabajos o participar en cursos de formación como los que, por ejemplo, hace Barcelona Activa.

"Las mujeres latinas, como mínimo, sus referentes sociales se parecen a los de aquí y dominan la lengua", precisa Amor, que relata que se ha encontrado con situaciones muy dramáticas de personas que acumulan deudas muy elevados porque no pueden pagar el alquiler de sus pisos. "Hay un desánimo muy grande y angustia", enfatiza.

Este no es el único contratiempo que se han encontrado a raíz de la pandemia. Otro de los principales inconvenientes es la brecha digital. Muchas actividades que podían tramitar presencialmente, como ir a los servicios sociales o pedir una ayuda, ahora las tienen que hacer de manera virtual. El problema no reside sólo por el hecho de que no tengan Internet en casa o no dispongan de aparatos electrónicos en sus domicilios, sino que tampoco tienen los conocimientos para navegar por la esfera digital al mismo tiempo que les cuesta entender lo que pone en cada página porque está en catalán o castellano. Eso, subraya Amor, produce que muchas veces no pueden ni pedir ayudas a las cuales que tienen derecho. En este contexto, en la Associació Intercultural Diàlegs de Dona se han incrementado el número de usuarias que acuden con mensajes de WhatsApp o mails que no comprenden para que los ayuden a traducir.

Esta entidad tiene dos grandes ramas de actuación: una es la de acogida mediante clases de lengua o de informática, les ayudan a buscar trabajos o a resolver dudas; la otra es intentar romper con la tendencia de aislamiento de estas mujeres para que no se formen guetos, sino que se integren con otras personas de aquí. Por eso, se hacían actividades en las cuales participaban mujeres de varias procedencias que se han tenido que suprimir o se han pasado a la modalidad on-line en la cual muchas no pueden participar porque no tienen las herramientas necesarias para hacerlo. "Todo eso se ha frenado", lamenta Amor.

Feminización de la pobreza

En otro contexto, Maria Ferotge, de Ca la Dona, ha puesto de manifiesto que "la pobreza está feminizada" tal como demuestra que las mujeres son las que sufren más desahucios, especialmente, si son de edad avanzada. "Son las que tienen pensiones más precarias porque, a menudo, no han cotizado, sino que estaban casadas con sus maridos que trabajaban y, eso, no les preocupaba", narra.

Los Mossos d'Esquadra desahucian a una mujer en Sants / Sergi Alcàzar

Según un estudio del mes de marzo del 2020, antes de la pandemia, en Barcelona el 40% de los desahucios afectaban a mujeres mayores o con hijos al cargo. Por otra parte, otro informe del Observatori de Drets Humans - DESC, también de marzo del 2020, evidencia que casi la mitad de las mujeres, un 49%, viven en situación de pobreza.

Ahora, apunta Ferotge, esta situación se ha acentuado porque con la pandemia muchas mujeres han perdido sus empleos, por lo que no pueden pagar sus alquileres.

Un fenómeno que se ensaña con las mujeres migrantes, especialmente, las que no tienen papeles y, por lo tanto, trabajan en la economía sumergida, cosa que les dificulta tanto acceder a un alquiler como poder pagarlo. Por eso, Ferotge apunta que uno de los reclamos del 8-M es que se cambie la ley de extranjería para regularizar la situación de aquellas personas que viven de manera ilegal en el país.

Violencias

Otro problema, precisa, es que esta precariedad que viven las mujeres acaba haciendo que no tengan recursos para subsistir solas y, por lo tanto, que convivan con sus maltratadores. Ante esta situación, os casos de violencia machista se han incrementado exponencialmente durante el confinamiento y la pandemia, explica Ferotge.

El primer mes del confinamiento, la Generalitat, a través del Instituto Català de les Dones (ICD), atendió un 60% más de casos por violencia machista que en relación al mismo periodo del año anterior. Estos datos los dio a conocer en el mes de abril la consellera de Presidencia y portavoz del Govern, Meritxell Budó, en rueda de prensa. "(La víctima de violencia machista) está en una prisión con su maltratador", argumentó entonces.

Por otra parte, el Departament d'Afers Socials i Famílies ha cuadruplicado en el 2020 las plazas en pisos de acogida temporal para mujeres maltratadas y sus hijos, hasta 156, y ha duplicado hasta 16 los Serveis d'Intervenció Especialitzada (SIE). Hasta el 31 de octubre del 2020, los SIE también había dado apoyo a 5.034 mujeres y 1.141 hijos, más que las 4.933 atendidas durante todo en el 2019.

Una víctima de la violencia de género / Pixabay

De hecho, según un estudio de la psicóloga Raquel Escurriol Martínez, que coordina el programa de atención a las mujeres de la asociación Tamaia Viure Sense Violencia, el confinamiento y la situación de pandemia de la Covid se incrementó la sensación "miedo, incertidumbre e inseguridad" entre las personas, lo que comporta estrés a la vez que los maltratadores pueden tener la sensación que pierden el control de su vida. En este contexto, intentan ejercer un mayor control sobra las mujeres para compensarlo. "Una de las estrategias de los agresores es justamente tener un control absoluto respecto de la vida, la cotidianidad y las necesidades de las mujeres", manifestó en aquella ocasión Escurriol, lo que puede incrementar los episodios de agresión hacia las mujeres y sus hijos e hijas, ya sea en el ámbito psicológico o físico o sexual.

De la misma manera se pronuncia Ferotge, de Ca la Dona: "El estrés psicológico de la pandemia comporta una mayor violencia de los maltratadores hacia la mujer". Otro de los inconvenientes, precisa, es que durante el confinamiento las víctimas estaban aisladas y cerradas con sus agresores, por lo cual no tenían ningún apoyo de amigos o familiares que les ayudara a salir de esta situación.

Retroceso en otros derechos

En otra contexto, el activista de Ca la Dona también ha puesto el acento en la dificultad que han encontrado las mujeres embarazadas para poder abortar. En este sentido, explica que en el 2019 un total de 482 personas de Lleida se movilizaron en comarcas fuera de la demarcación para poder abortar. "Con las restricciones de movilidad, muchas no han podido abortar o han tenido que arriesgarse a tener una multa para poder hacerlo", ha defendido.

Ferotge también asegura que con la pandemia ha habido un retroceso en derechos como el de manifestación, asociación y libertad de expresión. Esto, enfatiza, se refleja con el hecho de que la delegación del Gobierno en Madrid haya prohibido todas las manifestaciones vinculadas al 8-M por los altos niveles de incidencia de la Covid a la comunidad autónoma. A su juicio esto es una "decisión política" porque se han autorizado otras manifestaciones. "Luego puedes ir a un bar y bajarte la mascarilla, donde hay menos medidas de seguridad. Nosotras estamos implementando muchas medidas de seguridad en la manifestación del 8-M", ha defendido Ferotge. 

Aunque las desigualdades se han acentuado con la pandemia, las entrevistadas ponen de relieve que estas ya estaban presentes antes de la emergencia de la Covid. Por eso, valoran que se tendrían que hacer más políticas públicas para reducir las diferencias entre hombres y mujeres tanto en el mundo laboral como en la esfera social.

"La pandemia es un momento de poner el tiempo a cero, podemos ir atrás en el tiempo, pero también es un momento que nos podemos replantear como queremos hacer las cosas y apostar para que haya una mayor igualdad", sentencia Líria.