Empezar un trabajo nunca es fácil y menos, si este es el primero. Noelia (26), Elena (26), Clara (28), Yann (27) y Marta (21) tienen en común una cosa; todos ellos se han puesto los EPI (Equipos de Protección Individual) para empezar su primer trabajo frente a pacientes que tienen coronavirus, una entrada en el mundo laboral que nunca olvidarán.

Del MIR en el Hotel Catalonia de Plaça Espanya, Barcelona

"Una amiga me pasó un contacto del Hospital Clínico donde sabía que buscaban a gente", explica Clara, que recuerda así como empezó todo. A partir de aquí, se puso en contacto con Elena y Noelia -que acababa de volver de un viaje por los Estados Unidos que tuvo que dejar a medias-, dos compañeras de la facultad que se encontraban en la misma situación, a la espera de conocer los resultados del MIR para poder acceder a la especialización.

Ninguna de las tres amigas, se lo tuvo que pensar. "En ningún momento fue una reflexión, he estudiado medicina, soy médico, veo las noticias, el presidente hace un llamamiento a médicos colegiados sin especialización, por lo tanto, es lo que tengo que hacer", apunta Noelia. Y a partir de aquí, todo fue muy rápido, "nos respondieron el correo pidiéndonos el número de cuenta corriente y los datos personales y antes de responder, llamamos preguntando qué nos pedían, y su respuesta fue 'para el contrato', dando por hecho que nos cogían", recuerda Elena con sorpresa, días después.

"No sabíamos ni qué haríamos, ni a dónde íbamos, ni las condiciones laborales, nada. Queríamos colaborar y no nos podíamos quedar de brazos cruzados", dice Noelia

El día antes de empezar, recibieron una formación de los EPI. "Nos enseñaron a proteger a los pacientes y a uno mismo, los protocolos que tenemos que seguir y un proceso muy largo y laborioso, necesario para no hacer las visitas de cualquier forma", detalla Clara.

Y en cuestión de horas, llega el primer día. ¿Cómo lo recuerdan? "Un caos", dice a Elena. "Más que el primer día, recuerdo la noche anterior, muchos nervios, no pude dormir", explica Clara. Y añade Noelia, "una mezcla de muchas sensaciones y de nervios, pero tenía muchas ganas". Unas emociones que, al empezar, se convirtieron en ilusión, ganas de trabajar y de aportar su granito de arena, en uno el ambiente de trabajo que, tal y como apuntan las tres, ayuda mucho. "Predomina el compañerismo, la ilusión y la comunicación para hacer un buen trabajo en equipo".

Pero desgraciadamente las tres coinciden en el hecho de que "hay una evidencia en la escasez de los recursos". A pesar de disponer del material necesario, "tenemos que reutilizar las mascarillas cuando no habríamos, y tenemos que dejar las batas a esterilizar, cuando en otra situación las tiraríamos directamente," explica Noelia. "Como no hay protecciones para los zapatos, vamos con las nuestras de la calle", añade Elena. Una situación que pone de relieve una falta de recursos evidente debido a la situación de emergencia y a la necesidad urgente de conseguir EPI para cubrir a todos los hospitales y centros medicalizados.

Los pacientes que atienden en el hotel medicalizado son aquellos que se encuentran en una situación leve. "Son pacientes que previamente han sido ingresados al Clínico, pero que están suficientemente estables como para que no estén en el hospital, aunque a la vez, tampoco se encuentran en plenas condiciones como para volver en casa, ya sea porque toman medicación o porque en algunos casos, no pueden hacer el aislamiento correctamente", explica Clara. "Es una forma de dejar de saturar los hospitales y permitir que haya más disponibilidad de camas para otros pacientes que están más graves", complementa a Elena. ¿Y respecto al perfil de estos, cuál es? "Muy variado, hay gente joven, personas mayores, tenemos pacientes de todas las edades", alerta Noelia, que recuerda que tratan con los casos más leves.

"Tienen miedo, viven una situación de angustia y de incertidumbre, pero a la vez están agradecidos por la comodidad que disponen, para poder hacer el aislamiento en buenas condiciones y para volver a casa sanos", comenta Noelia, sobre cómo lo viven todos aquellos pacientes que tienen ingresados. En la misma línea, recuerdan Clara y Elena, "un chico nos decía que para él, poder estar en aquella habitación de hotel era una oportunidad que si no hubiera tenido el virus, nunca se habría llegado a imaginar". Y Clara sigue, "otro me comentaba que no podía volver en el piso donde vivía porque había su mujer y su hijo y el piso, hacía la mitad de la habitación del hotel", dice la médico, "aquí te das cuenta de las condiciones en las que puede vivir mucha gente".

"Estar en esta habitación de hotel es una oportunidad que si no hubiera tenido el virus, nunca habría llegado a imaginar", paciente con covid-19

¿Y vosotras, tenéis miedo? "Sí. Los primeros días al volver a casa estaba muy angustiada para contagiarme y para poder contagiar a mi madre", comenta a Elena. En el caso de Noelia, el miedo mayor no era contagiarse ella, sino también a su familia. Por eso, tuvo que tomar una decisión importante; "he tenido que dejar mi casa y me he instalado en un hotel para personal sanitario, tenía miedo de contagiar a los padres y no estaba tranquila".

Las tres doctoras coinciden en la sorpresa que les ha supuesto entrar al mundo laboral en estas condiciones, una experiencia que no se habrían imaginado nunca. "Es surrealista y eso me enseña a que no tiene sentido organizar ni planificar el futuro, porque no sabes lo que puede venir," apunta Elena. "Nunca hubiera imaginado que el primer trabajo estaría en esta situación", recuerda Noelia ahora al verse en una fotografía que se hicieron al principio. Y Clara concluye, "es una forma de ver como todo el estudio y el esfuerzo que hemos dedicado, lo podemos poner en práctica, de darnos cuenta del trabajo que podemos hacer y de como de útiles somos".

De la facultad de enfermería de la UdG a abrir el Hotel Ibis, Girona

Yann Tirado es estudiante del cuarto curso de enfermería en la Universidad de Girona (UdG). Al llegar la pandemia del coronavirus en Catalunya, el joven estaba haciendo las prácticas al servicio de oncología del Hospital Trueta hasta que, de repente, le aplazaron las practicas y tuvo que volver a Perpinyà, en casa de sus padres. "Esperaba que serían dos semanas de confinamiento pero al ver que la cosa iba a más, decidí informarme para ayudar con lo que hiciera falta". ¿El problema? En Francia no podía demostrar que estudiaba enfermería, así que tuvo que volver.

"Cuando los dije a mis padres que venía a trabajar fue cuando más me asusté, me miraron con cara de pánico y entonces vi que la cosa iba de verdad"

Gracias a un justificante, Yann pudo pasar la frontera -que estaba cerrada-, y llegó a Girona, que recuerda encontrársela como "una ciudad fantasma". Y es que el joven venía de Francia, donde el confinamiento funciona diferente y podía salir una hora al día en la calle, por los alrededores de su casa.

"El primer día fue muy chocante, nos encontramos en el hotel sin nada. Al llegar sólo había gafas, guantes, máscaras quirúrgicas, el uniforme y una habitación habilitada como control de enfermería". Tanto el joven como su compañera -también estudiante de cuarto curso-, se quedaron solos en la planta esperando recibir el primer ingreso. Al principio se organizaban como podían, recuerda ahora, aunque con los días, les llegó más información y material para disponer de una mejor atención al paciente. "La mayor parte de los casos que tenemos son pacientes independientes, pero prácticamente cada día a lo largo de la última semana, hemos tenido que llamar al médico para que reingresen a algún paciente en urgencias de nuevo".

"Muchas veces voy nervioso a trabajar porque no sé con qué me sorprenderá el día", confiesa al estudiante, que asegura que la experiencia le servirá de aprendizaje para el futuro. Tirado explica que todo el personal del hotel son estudiantes de tercero y cuarto curso de enfermería, "no hay médicos presenciales", asegura el joven, que explica que ahora han conseguido que se incorpore una enfermera con experiencia.

Preguntado sobre cómo visualiza el futuro, dice que no le gustaría que se volviera a repetir una situación como esta, "no sólo por nosotros, por todo el personal que estamos expuestos a diario, sino sobre todo por todos aquellos que se han quedado en el camino".

Del campo de refugiados del Sáhara en el Hospital de Mataró

Marta Sales, estudiante de cuarto curso de enfermería en la UdG, es el último testigo de esta recopilación de diferentes profesionales noveles que se encuentran a la primera línea combatiente el coronavirus. Sales se encontraba en los campos de los refugiados del Sáhara haciendo la estancia de prácticas, cuando se vio obligada a hacer las maletas y a volver, por órdenes del gobierno de Argelia. "Desde el momento en que llegué aquí, ya sabía que me iba a reincorporar al trabajo y que quería prestar mi ayuda, lo tenía claro".

El caso de Marta es un poco diferente y es que ella ya había pisado previamente el Hospital de Mataró el verano pasado, como técnica auxiliar en curas de enfermería. "Al volver, a pesar de saber el trabajo que tenía que hacer, las compañeras me avisaron que me preparara mentalmente porque la situación era muy diferente", recuerda Marta, que estaba muy asustada y nerviosa al principio.

Sales tenía claro que desde el momento en que empezara a trabajar no pisaría su casa, que compartía con sus abuelos, su madre y la hermana. Por eso, "aprovechando que la vecina de toda la vida se confinó en casa de su hija, aproveché para instalarme en su casa, con su permiso, así sacando la cabeza por el balcón, puedo hablar con la familia". Marta asegura tener miedo de contagiarse y por eso, se quiso aislar. "Está bien tener miedo y quiero seguir teniendo un respeto a la situación, porque me hace estar en alerta y me hace ser más consciente cuando estoy trabajando".

¿Y en el trabajo, cómo vives este momento? "Ahora hago el turno de noche y tengo que decir que me he sentido muy apoyada por todos los compañeros". "Por lo que hace a los pacientes, están preocupados, sufren, ponen la televisión y sólo ven que les hablan del coronavirus y, encima, cuando entramos nosotras, nos ven tapadas hasta arriba que no se nos reconoce", relata Marta, que asegura que mentalmente es muy duro para el enfermo.

"Cuando me pongo los EPI siento que se crea una barrera muy grande con el paciente, lo intentamos humanizar tanto como podemos, pero es complicado"

Respecto a los recursos y a los EPI asegura que van justos, pero que se gestionan el material del cual disponen. ¿Y el futuro, cómo lo ves? "Pienso que cuando todo eso pase, la gente se olvidará. Espero que sirva para que se reflexione que la sanidad pública es fundamental, que no se apliquen más recortes y que se dispongan de más recursos materiales y de personal". La joven estudiante en enfermería concluye que "cuando los pacientes nos agradecen el trabajo, compensa y contrarresta todos los momentos complicados que también pasamos".

Los cinco jóvenes testigos que se enfrentan al coronavirus diariamente coinciden con la ilusión de querer aportar su granito de arena, unos granitos que sumados y unidos, crean unos equipos coordinados que trabajan para atender a todos aquellos pacientes que están en hospitales u hoteles medicalizados. Gracias a todos ellos.