Con el inicio del curso escolar a solo unos pocos meses de distancia, las familias se encuentran inmersas en el proceso de preinscripción. Un procedimiento especialmente trascendental para aquellos padres y madres que se preparan para estrenarse al sistema educativo y enviar los más pequeños a I3, curso que marca el inicio de toda la etapa educativa. Todo ello hace que sea un proceso enervante, pero aún lo es más cuando nada sale como se esperaba y todo se convierte en una auténtica pesadilla. Esta es la realidad en la cual se encuentran centenares de familias en Barcelona, y aún otros centenares más en diferentes lugares del país, que denuncian la falta de plazas en el primer año de educación infantil. ElNacional.cat ha hablado con algunas de ellas para conocer como encaran esta situación.
Es el caso de Luci y Àlex, padres de Pau, que el próximo curso empezará I3. Viven junto a la escuela Joan Miró, en la misma manzana de casas, y por eso la pusieron como primera opción. Por si acaso, incluyeron "todas las escuelas" del barrio en los siguientes renglones, ya que hay diversas en un radio pequeño. Pero no suficientes, porque en esta zona del Eixample viven muchas familias que también buscan plaza. "Como hay más solicitudes que plazas públicas, se decide por sorteo", explican. "Y nos tocó el peor número posible". Con esta mala fortuna, saben que tendrán que llevar a Pau muy lejos, a un centro en la otra punta del barrio donde sí que habrá plaza. "Tenemos vecinas en la misma finca que llevarán al hijo aquí, a un colegio con patio, huerto y piscina. En cambio, nosotros tendremos que hacer un trayecto de 45 minutos para llevarlo a una escuela sin patio", denuncian.
400 familias en Barcelona, con el Eixample como epicentro
No son los únicos que se encuentran ante este problema. Varias familias han unido fuerzas para plantar cara, y ya suman más de 200 en un grupo de WhatsApp que sirve para tejer una estrategia conjunta, si bien calculan que puede haber hasta 400 de afectadas solo en Barcelona. La principal zona afectada es el distrito del Eixample, con unas 85 familias —y especialmente la Izquierda del Eixample, con unas 65—, pero afecta todos los distritos y barrios. En Sants hay una cincuentena de afectadas; una cuarentena en las Corts, en el Guinardó, en Horta, en Sagrera y en la Salud, una treintena en Gracia, y decenas más en otros puntos.
En todos los casos, la problemática es la misma: no hay suficientes plazas en los centros públicos con más demanda. Además, las familias denuncian que estas escuelas acaban siendo llenadas por alumnos provenientes de otros lugares periféricos con oferta de peor calidad. De esta manera, por ejemplo, la Escuela Ferran Sunyer, que se encuentra en el barrio de Sant Antoni, recibe "a un 50% de niños y niñas" provenientes tanto del Raval como del Poble Sec, según los afectados. Pero el reparto de los alumnos se produce, en primer lugar, siguiendo el sistema de puntuación, que favorece a aquellas familias monoparentales, numerosas o con dificultades económicas. Finalmente, si se igualan los puntos, el desempate se produce a través "de un sorteo", que puede acabar pasando por encima del criterio de proximidad y obligar a las familias a recurrir a centros lejanos.
La experiencia pasada no hace prever mejoras
Es un aprieto que ya pasaron el año pasado otros padres y madres, y que se ha ido repitiendo con el tiempo. Es el caso de Carles, padre de una alumna que está cursando actualmente I3 en una escuela en la zona alta de la Izquierda del Eixample. Él y su pareja se encontraron exactamente la misma situación, sin opción de enviar a la hija a ninguna de las primeras opciones porque en el sorteo les tocó un número "fatal". Desde entonces, se ven obligados a hacer cada día un trayecto "de 45 minutos de ida y 45 minutos de vuelta", y se sienten "desarraigados" porque no hacen vida en torno a la escuela. Este, claro está, no es el único problema, porque la difícil logística perjudica la vida familiar y la salud de los afectados. "Mi mujer pidió la baja por depresión", revela Carles, quién añade que este estrés se acaba "pasando" a los niños, y también se muestra preocupado por su situación laboral, ya que a menudo acaba llegando tarde por culpa de las distancias. "Me echarán del trabajo", lamenta.
También se encuentra en una situación idéntica Alex. Denuncia que no pudo hacer "una elección real" de centros —a pesar de pasarse semanas visitando escuelas e informándose— porque "no hay suficientes plazas y lo acaba decidiendo una bola". Ahora, su hija ya está cursando I3 en un centro que no era ninguna de las primeras opciones y que queda lejos de casa, con la agravante de que, en su caso, se trata de una niña con necesidades educativas especiales. Como estos alumnos se tienen que "repartir" por la ciudad para no "concentrar muchos" en una misma escuela, Alex critica que lo han acabado enviando a un lugar que ella no había pedido. "Nos encontramos con que, a las dificultades que supone tener una hija con necesidades especiales, tenemos que hacer además un viaje con bus de 30 minutos. Cuando íbamos a guardería podía hacer el recorrido de forma autónoma, pero ahora tiene que ir con cochecito porque es un trayecto muy hostil", lamenta.
Imposible cambiar, con el futuro sentenciado
Por todo ello, piden cambiar los criterios de preinscripción para que se establezca un máximo de 15 minutos a pie entre la residencia y los centros en los cuales se opta, especialmente en zonas escolares muy grandes como es el Eixample Izquierda. Además, denuncian que esta situación se acaba arrastrando con los años, ya que se hace muy difícil optar a un cambio de centro una vez se entra. Por lo tanto, se ven "condenados" a pasar los siguientes 15 años de su etapa educativa, porque se dificulta el acceso en el instituto que querrían y también se arrastran los hermanos que vienen detrás al mismo centro. Carles explica que en esta zona de Barcelona hay 38 familias que han presentado solicitudes de cambio de ubicación de cara a I4, pero que solo una ha sido aceptada. Ante esta realidad, revela, hay casos de familias que han optado por marcharse a vivir a un pueblo, y una que incluso ha ido a Almería. Ellos esperan que su solución sea más sencilla.