El fentanilo es un opioide sintético extremadamente potente utilizado principalmente en el ámbito médico para tratar el dolor intenso, sobre todo en pacientes con cáncer o después de intervenciones quirúrgicas. Es entre 50 y 100 veces más potente que la morfina y tiene un alto riesgo de adicción y sobredosis, hecho que lo convierte en una sustancia de especial control en el sistema sanitario. A pesar de su utilidad en medicina, en los últimos años se ha convertido en una droga ilegal de consumo recreativo, especialmente en Estados Unidos, donde ha sido el principal responsable de la crisis de opioides. El fentanilo es la sustancia más común implicada en las muertes por sobredosis en el país norteamericano, con decenas de miles de víctimas cada año. Se trata de una crisis de salud pública con todas las letras que ha tenido un gran impacto mediático por todo el mundo, hasta el punto que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo ha utilizado como justificación para imponer aranceles a países como México y Canadá, a quien acusa de facilitar la entrada al país. En este contexto, el temor de un escenario similar al otro lado del Atlántico ha copado muchos titulares, pero para David Pere Martínez-Oró, director técnico de Episteme Social, una agrupación especializada en evaluación e intervención social, es sencillamente impensable: "No hay tema, es un mito".
La grave situación de ¡Estados Unidos no puede compararse con el contexto europeo. Allí, el papel de los cárteles de la droga mexicanos es determinante a la hora de fomentar el tráfico ilegal de fentanilo, mientras que, según Martínez-Oró, "no hay banda criminal en Europa que pueda ir a comprar fentanilo en los mercados internacionales". Pero, además, el análisis de la situación global no solo tiene que hacerse poniendo la lupa sobre los actores que trafican, sino también en el caso concreto de cada territorio. La llegada de fentanilo a Catalunya y España sigue siendo improbable más allá de su uso como analgésico, lo cual hace prácticamente imposible el estallido de una crisis de opioides. "España está superprotegida. Hay un sistema de tratamiento brutal", asegura el director técnico de Episteme Social. Las imágenes virales de personas bajo los efectos severos del fentanilo en las calles de ciudades norteamericanas como Filadelfia no son posibles aquí. Martínez-Oró explica que en Estados Unidos "no tienen otro sitio donde caerse muertos", pero en España "hay una red brutal". "Si aparece un gramo de fentanilo aquí, lo sabe todo el mundo en dos días".
A pesar de este blindaje institucional y sanitario, la preocupación existe, y algunos expertos avisan de que hay que mantener una vigilancia activa para evitar riesgos innecesarios. Así lo defiende Joan Ramon Villalbí, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, el cual admite que "hay un poco de fentanilo de farmacia derivado al mercado ilegal", pero matiza que "eso pasa muy puntualmente y afecta a muy poca gente". El Estado, asegura, cuenta con un "sistema de alerta complejo" que activa protocolos cuando se detecta la presencia de esta sustancia, implicando tanto a la policía y las aduanas como a los hospitales. "Tenemos un sistema de vigilancia basado en indicadores, uno de los cuales es el de muertes por sobredosis", expone. En estos casos, los informes toxicológicos forenses permiten tener una imagen clara del escenario real, y según Villalbí, todo ello "hace que nos enteramos de las cosas".
Entre las drogas ilegales, "lo que lleva ahora a más personas a tratamiento es la cocaína, después el cannabis y la heroína". El fentanilo, en cambio, prácticamente no figura entre los motivos de atención en la red especializada: "Casi no hay nadie que vaya a los centros por un problema con el fentanilo o con medicamentos opioides", dice Villalbí. Los pocos casos detectados corresponden, mayoritariamente, a personas de edad avanzada que han desarrollado dependencia después de un uso médico prolongado. Esta percepción también es compartida por el Departament de Salut, que ha declinado hacer declaraciones oficiales alegando que no quiere generar un "efecto llamada", a pesar de afirmar de manera rotunda que actualmente no hay fentanilo en circulación en Catalunya.
La solidez del sistema público de prevención y tratamiento de adicciones es clave para evitar que estalle una crisis como la norteamericana en Catalunya y España. Así lo asegura Villalbí, que defiende que "tenemos una red de adicciones preparada por si hay un rebrote de problemas con opioides". En este sentido, recuerda que la heroína ha sido, durante décadas, la amenaza más relevante, pero que su impacto ha ido disminuyendo porque "hay poca gente joven que se enganche a la heroína". Ante cualquier eventual emergencia, la respuesta sería la misma que se ha dado hasta ahora: tratamiento sustitutivo con metadona, intercambio de jeringas y cortes de consumo supervisados para evitar sobredosis. Villalbí insiste en que "la clave es tener todo eso muy bien engranado", justamente lo que, según él, no tiene el sistema sanitario de Estados Unidos.
Mientras que en España más del 95% de los consumidores de opiáceos están en tratamiento con metadona o medicamentos similares, en Estados Unidos no llegan al 25%. Por razones políticas e ideológicas, dice Villalbí, el país norteamericano "ha tenido un sistema mucho menos capaz de responder a la crisis de los opioides". Este contraste se refleja también en la estructura del mercado ilegal. "En España hay algunos casos puntuales en que se detecta fentanilo en muertos por sobredosis, pero lo que no tenemos son laboratorios clandestinos que lo produzcan masivamente, como pasa en Estados Unidos", explica. Y apunta directamente a los responsables: "los cárteles mexicanos han sustituido la producción de heroína en laboratorios clandestinos por la de fentanilo". Estas diferencias estructurales son claves para entender por qué la crisis norteamericana no se ha replicado —ni se espera que lo haga— en Catalunya y España.
Crisis sin precedentes en Estados Unidos
El fentanilo ha provocado una de las crisis de salud pública más devastadoras en Estados Unidos. Los datos más recientes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) indican que entre octubre de 2023 y octubre de 2024 se registraron aproximadamente 82.000 muertos por sobredosis de drogas, con el fentanilo implicado en la mayoría de los casos. Los cárteles mexicanos, como el de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, han sido identificados como los principales responsables de la producción y tráfico del opioide sintético. Estos grupos criminales sintetizan el fentanilo en laboratorios ilegales en México, utilizando precursores químicos importados principalmente de China, y posteriormente lo distribuyen en el mercado norteamericano. Su capacidad para adaptarse y expandir sus operaciones ha contribuido significativamente al aumento de la disponibilidad y consumo de fentanilo en Estados Unidos.
Trump ha aprovechado la crisis del fentanilo para justificar la imposición de aranceles del 25% a las importaciones de México y Canadá, así como del 10% a las de China. Según el magnate, estos países no han hecho bastante para frenar el tráfico de esta sustancia hacia los Estados Unidos, aunque los datos indican que casi el 98% del fentanilo entra por el sur, a través de México, mientras que solo un 0,2% lo hace por el norte, desde Canadá. Esta narrativa ha sido duramente criticada por Martínez-Oró, que considera que "el fentanilo entra de manera ilegal en Estados Unidos y, por lo tanto, no se le podrá imponer nunca aranceles". "El relato de Trump es totalmente maniqueísta y sacado de contexto", dice. Los cárteles mexicanos responsables del tráfico, como Jalisco Nueva Generación y Sinaloa, "nunca pagarán aranceles a Trump", añade el director técnico de Episteme Social antes de sentenciar que "Trump puede decir misa".
El rol de Afganistán
Afganistán juega un papel clave en la configuración del mercado de opioides en el Viejo Continente, especialmente con respecto a la disponibilidad de heroína. Según Martínez-Oró, "los mercados europeos están abastecidos", y este suministro se encuentra estrechamente vinculado a la producción de opio afgano, que actúa como una barrera a la expansión del fentanilo. "La gente quiere heroína, no quiere fentanilo", asegura el investigador, que considera que mientras el país asiático siga alimentando los canales habituales, la cuota del mercado ilegal permanecerá ocupada. De hecho, Martínez-Oró cuantifica que los usuarios de heroína en España no superan los 60.000, una cifra relativamente baja y estancada, y estos "cuatro gatos" no pedirán ninguna otra cosa "mientras Afganistán siga produciendo heroína".
Asimismo, los talibanes no tienen pensado diversificar sus fuentes de ingresos porque "de ello depende su sustento". "Necesitan el opio, seguirán produciendo opio", dice Martínez-Oró. A pesar de la prohibición formal impuesta por el régimen islamista, Afganistán no puede sobrevivir sin los ingresos derivados del comercio de opio, el cual constituye su principal soporte económico. La grave crisis humanitaria que atraviesa el país, agravada por el hambre, la desestructuración institucional, la corrupción y la falta de alternativas económicas sostenibles, hace prácticamente inviable mantener la prohibición. Históricamente, el opio ha representado entre el 9% y el 15% del PIB afgano, y desde la toma de Kabul en 2021, el país ha caído en una espiral de pobreza y vulneraciones de derechos fundamentales, especialmente contra mujeres y niñas. En este contexto, el cultivo de opio ha vuelto a crecer —hasta un 19% más de área sembrada—, resurgiendo como pulmón económico del país.