¿Ya habéis conocido a aquella persona de quien no os podréis olvidar nunca? Yo sí. No lo sabe, seguramente. Yo sí, con toda seguridad. "El amor a primera vista prospera en espacios pequeños", escribió a la novelista Heidi Julavits a The Folded Clock. "Without the element of choice, and in conjunction with captivity, you find love, oro at least you find lust". En mi caso, sin embargo, fue el "cautiverio" -digamos rutina de ahora en adelante- el que me liberó y tiró por el suelo la configuración predeterminada para las citas, permitiéndome simplemente conocer en una escena sin pretensiones a la persona que me ha hecho pensar más, reír más fuerte y eliminar toda la corteza que me había ido rodeando el corazón.

Un amor eterno o una aventura fugaz, la gente dirá que tiene que ser una de las dos opciones. No lo creo. Desde que empezó el desconfinamiento (o ya no sé como decir) he tenido más de una conversación con los amigos sobre como de frágiles son las relaciones bidireccionales de larga duración. Es altamente probable que el contexto y los condicionantes hagan perder el equilibrio de la estabilidad o que un factor externo cambie la manera como teníamos preconcebido el vínculo mutuo. Entonces llega la decepción, la tensión, y la discusión.

Antes de empezar a debatirlo ampliamente con ellos (siempre con una caña fría sobre la mesa) yo ya hacía más de un año que pensaba mucho en la naturaleza del amor. En como de extraña es. Para buscar respuestas entrevisté a la creadora de una aplicación de citas de pareja -no es Tinder- para hacer un reportaje. Para dar por cerrada el entrevista lanzar la última pregunta: "Alguna vez te has enamorado"?. Dadas las circunstancias la respuesta me parecía previsible. Pero con cara por sorpresa me dijo que nunca nadie le había preguntado eso. "Sí", contestó sin dudar demasiado. "Pero no me di cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde".

Apagué la grabadora. El hecho de hablar sin dejar constancia le quitó un peso de encima. Me explicó que se llamaba Bernat y que fueron pareja en la universidad. Ella le rompió el corazón varias veces, en aquella época no era la mejor versión de sí misma. Al darse cuenta de ello un par de años más tarde, ella se dedicó a reparar todo el daño que había hecho entonces, incluido a Bernat. Pero él ahora trabajaba al en el extranjero, y se había comprometido con otra chica.

¿"Lo sabe, que todavía lo amas?", le pregunté.

"No lo sé a ciencia cierta, la última vez que nos vimos le dije que lo amaría siempre, y no lo olvidaría".

Y es por eso que os he hecho tragaros toda esta escena. En un momento donde es tan fácil conocer personas a golpe de like -a través de las redes sociales o de Tinder- me gustaría reivindicar los valores de la estima pura. Del vínculo estrecho y sólido que emana del cuidado, la ternura y el respeto. Eso de "a primera vista", puede desencadenar también en un amor profundo y trabajado.

Honestidad, comunicación y autoestima para desaprender

Para conseguirlo, son imprescindibles (digo yo, que no tengo la razón de nada) el honestidad, la comunicación y la autoestima. Estos tres ingredientes permitirán conjugar el filtreo con la ansiedad que puede generar la incertidumbre de las relaciones que están en proceso de definirse. Para estimar mejor, y sobre todo sin dolor, hay que abandonar la idea romántica que nuestra felicidad existencial como seres vivos depende sólo que alguien nos complemente. Por eso hay que dejar atrás el vínculo de la mentira y la culpa, de los celos de telenovela y el chantaje de comisaría.

Como muchas chicas de mi generación desciendo directamente del dramatismo de las películas Disney y las canciones románticas de la radio en los 90. Defiendo mi derecho a que se me rompa el pecho de mal y acepto mis contradicciones, pero desde hace unos meses hago un gran esfuerzo por deconstruir todo lo que daba por hecho sin cuestionarlo para sufrir menos y hacer sufrir menos a los que me rodean

Cada vez más jóvenes quieren desaprender todo lo que les han enseñado del amor las películas de sobremesa, las novelas de Federico Moccia y los modelos de familia en las cuales crecieron. Muchos compran libros de poliamor, escuchan podcasts sobre nuevas relaciones y esperan tejer vínculos más saludables y realistas. Pero los resultados no suelen ser esperanzadores. Hay una evidente falta de referentes en quien reflejarnos y aunque existe una vanguardia teórica, no es suficiente. Hace falta que haya más precedentes y ejemplos que cuestionen estas mismas teorías: es la práctica la que marca el camino a seguir.

La montaña rusa

Todos tendríamos que experimentar alguna vez la satisfacción del amor ideal. Qué es que alguien te perciba como la persona ideal tanto en lo que es superficial como en el más profundo. Poder sentir el bienestar impoluto que llega cuando encuentras a las o las personas que, a pesar de los matices, te ven como su opción ideal. Aun así, nada de eso disminuye la gratitud que siento por las tempestuosas vueltas del pasado. Entonces lloraba a menudo, a veces en silencio, aspirando las lágrimas que caían por la nariz. Otras veces lloraba explosivamente, para expulsar toda la frustración de una vida transformada de repente. Perdía la compostura, me disculpaba y salía corriendo. Ahora pienso que somos afortunados los que la vida nos ha trazado una ruta tortuosa hacia el amor de verdad.

Que vivan las tangentes. Me oigo feliz tener el alma latente, pero por nada cambiaría el camino que me ha llevado hasta aquí.