La foto del revisor de tren de Bruselas con el lacito amarillo que se hizo viral el jueves pasado mientras miles de catalanes llenaban la manifestación, tiene detrás una historia divertida de dos vecinas que improvisan la manera de hacer un lacito y un revisor gallego, curioso y no independentista, que se solidarizó con los presos políticos y protagonizó una de las historias paralelas de la manifestación multitudinaria.
El martes 5 de diciembre, a las 23 horas, sólo cinco horas antes de coger el autocar que los llevaría hacia la manifestación de Bruselas, Montse Xuclà estaba en su casa acabando de hacer lacitos amarillos. Experta como es en vestuario teatral y televisivo, pensó que la goma EVA que tenía por casa de color amarillo sería útil y que los lacitos lo aguantarían todo, lluvia y viento, y quedarían bien derechos durante todo el día. "Más tiesos que un ajo", dice. Cortó la goma en tiras y preparó los imperdibles para enganchar los lacitos al compañeros de autocar que no tuvieran.
Dos días antes, en el rellano de casa encontró a su vecina. Mònica Fiblà encontró que era buena idea hacer los lacitos que dan apoyo a los presos con goma EVA y se partieron el material para hacer los lazos entre las dos. "Fue casualidad. Nos encontramos en la escalera y nos la repartimos: tú repartes en el autocar y yo con los amigos", explica Mònica.
Montse sale sobre las cuatro y media de la mañana de Arenys con un autocar de la ANC. Uno de los últimos que se fletaron para la manifestación. Y una vez dentro empieza a repartir sus lacitos. "En el autocar había mucha gente que no llevaba lacito y cuando los vieron dijeron: '¡qué bien!".
Mònica fue en coche hasta Francia y en Courty subió al tren que los llevaba a Bruselas. A punto de subir al tren ya se encuentran con el revisor que los ve con las esteladas y les pregunta si van a la manifestación de Bruselas. Hablan en castellano. El hombre tiene familia en Galicia y no es independentista. "Nos picó los billetes, nos dijo que tenía familia en Galicia, nos dijo que nos fuera todo muy bien y se fue".
"No tuve tiempo de hacer los lacitos. Y como no los había acabado de hacer, me senté en el tren y, en la mesa, empecé a hacer los lacitos. Cuando pasó el revisor, me vio haciendo lacitos y me preguntó para qué eran. Yo le expliqué que eran en solidaridad con los presos políticos, le explicamos que una parte del Govern estaba en Bélgica".
Entonces fue cuando el revisor pidió un lazo para él. Mònica se lo puso y unos amigos le hicieron una foto. "La foto no la colgamos, la guardamos de recuerdo".
Pero la imagen del revisor con el lacito amarillo se acabó haciendo viral. Mientras él pasaba por el tren a picar billetes con el lacito puesto en la solapa, los catalanes le iban haciendo fotos, que iban colgando en las redes, y los belgas le preguntaban qué era.
A kilómetros de distancia, dentro del autocar que salió de Arenys los pasajeros empezaron a llamar a Montse. "Me decían: '¡estos lazos son iguales que los nuestros!' Y cuando les dije que eran los nuestros gritaron: '¡Son los nuestros como los del revisor!'", dice Montse risueña recordando el momento.
El tren donde va Mònica llega a Bruselas y mientras todos los pasajeros catalanes están pendientes de entender dónde tienen que bajar, les sorprendió un mensaje en castellano advirtiendo a los catalanes que aquella es su parada. "Era el revisor y todo el mundo se puso a aplaudir", explica Mònica.
"Y esta es la historia del lazo amarillo", dice Montse. "No tiene más, pero es simpática, porque ha ido corriendo hasta que la foto nos ha llegado a nosotros", concluye Mònica.