La diputada de ERC Jenn Díaz cree que el 8-M del año pasado se levantó un precedente. "Nos sirvió para entender qué estado de salud tiene el movimiento feminista", explicaba. Asegura que vio mujeres de todas las edades, clases y también muchos hombres. "Todas estas iniciativas que hemos tenido en los últimos años han hecho que nosotros seamos conscientes del poder que tiene nuestra voz".
Este año, Díaz participará después de haber explicado desde el atril del Parlament que sufrió violencia machista hace 10 años.
¿Qué le ha llevado a hacerlo público ahora?
Hace un año y medio que me dedico a la política pero hace seis que tengo un altavoz a través de la literatura. Desde la política, había decidido que tarde o temprano lo haría público pero no sabía ni en qué contexto ni cuándo. Me parecía que uno de los problemas que yo había arrastrado con el hecho de sufrir violencia machista era que nunca me había considerado una víctima porque no respondía a los estándares. Sentía que era una deuda pendiente de que tenía, que quería explicar, porque muy a menudo cuándo lo he comentado en entornos íntimos me han acabado diciendo: 'no me lo hubiera imaginado nunca'. ¿Por qué? Porque soy una chica joven, de clase media, con formación, una mujer precaria pero que a ojos de esta sociedad que valora las cosas en función de la publicidad que una tiene, una mujer con éxito. Pues lo fui. Fui víctima. Yo quería reivindicar mucho que la figura de la víctima es difusa y no tiene perfil concreto.
Desde la política, había decidido que tarde o temprano lo haría público pero no sabía ni en qué contexto ni cuándo
¿Tenía claro cómo sería?
Siempre había pensado que sería por escrito. Hace un año, cuando anunciamos con Carme Forcadell las medidas y los motivos por los cuales hacíamos huelga el año pasado pensé: '¡ostras! Algún día yo haré algún tipo de acción como esta para explicar mi caso'. Pero no buscaba de forma consciente el momento. Cuando acepté llevar la moción de actitudes negacionistas, sentí que era entonces. Estaba preparada para hacerlo. Tengo una red de amigas a quienes consulté unos meses antes qué las había llevado a decir públicamente que habían sido violadas o que habían sufrido acoso. Qué les había hecho decidir. Todas me dijeron que la respuesta podía ser positiva o negativa y que había que tener el corazón fuerte para asumir las negativas.
Hacía 10 años que había hecho mi proceso personal y había pasado de víctima a superviviente. Era el momento de hacerlo. La solemnidad del atril hace que sea más formal y más institucional y le añado que soy la primera diputada que lo hace público en sede parlamentaria. Le daba todo un carácter que me iba muy bien porque la resonancia iba mucho más allá de un artículo.
Comentaba que el estigma social de quien es susceptible de sufrir violencia de género está todavía muy marcado. ¿Qué se puede hacer para romperlo?
Creo que salir y poner rostros ayuda a concienciar a la sociedad. También ayuda a identificarse a las que son o serán víctimas porque ven a una mujer que las puede representar perfectamente. A mí me ayudó muchísimo, a pesar de considerarme un superviviente. Y el documental del Sense Ficció que hizo Ariadna Oltra. Allí salían abogadas, profesoras, mujeres que ocultaban la cara... Se está abriendo el abanico de perfiles y eso demuestra que no los hay. Durante años hemos tenido en la cabeza que quien es susceptible de sufrir violencia de género tiene que ser una mujer de clase baja, poca formación, sin poder adquisitivo, madre de familia que se queda en casa, su marido la apalea diariamente... hace 10 años nadie pensaba que fuera de estos parámetros se pudiera sufrir violencia machista. Hasta ahora habíamos puesto más hincapié en el hecho de que el agresor no tenía perfil pero es que la víctima tampoco tiene. Si lo hice, fue básicamente para intentar desdibujar este perfil y poder ayudar a una posible víctima.
Estos diez años con parejas, amigos, gente que lo hemos hablado... quizás tienen una idea de quien eres, ven a una mujer sobre todo en los últimos años, que ha hecho mucho trabajo personal de concienciarse. He llegado a este nivel de sensibilización precisamente porque pasé por todo eso. Quizás si lo hubiera explicado en aquel momento, nadie se habría sorprendido. Hice un cambio muy fuerte. Lo único que ven ahora es una mujer con bastante poder y argumentos para tumbar a cualquier agresor. Una mujer empoderada, feminista que lucha desde donde puede. Y lo que pretendo es precisamente eso.
¿Qué le hizo tomar la decisión de poner punto y final a la relación?
Creo que todos los casos tienen su particularidad. En el mío se mezclaba un tema de enfermedad mental por parte de mi agresor. Por lo tanto, la evolución de mi relación... yo era muy consciente de que lo que estaba pasando no era normal. Era consciente de que había un abuso de poder. Que la violencia física y psicológica no eran normales. Pero es que yo estaba enamorada de esta persona. El foco social te dice '¿como te puedes enamorar?'. Y el foco no es este. Este no es el problema. El problema es que él era un agresor.
¿Y qué pasó?
Intenté confiar en que aquella relación acabara funcionando. Y eso quería decir que sólo nos quedara la complicidad que teníamos. Cuando tú llegas a la violencia hay todo un proceso. No es que un día te insulta y al día siguiente te pega. Era una persona inteligente con un sentido del humor que me lo hacía pasar muy bien. Quería quedarme con aquello que me gustaba de él y eliminar el resto. Lo intenté hasta el último momento, hasta que me di cuenta de que no sólo no lo podía cambiar sino que cuando sacaba la parte tóxica era una persona que no merecía mi admiración. Cuando aislé la parte de denominación, vi que era una persona mediocre y poco a poco me fui desencantando y no necesitaba seguir persiguiendo aquella historia de amor ideal porque no existía. Porque no era la persona con quien pasaría el resto de mi vida. Pero me costó mucho tiempo aceptarlo. No quería que mi hermana me lo dijera porque yo lo amaba. Cuesta mucho de explicar.
El que ven ahora es una mujer con bastante poder y argumentos para tumbar a cualquier agresor
¿Qué papel juega el amor romántico en todo eso?
Crucial. Tenemos que pensar que el amor romántico nos afecta en todas y todos a lo largo de toda nuestra vida. Es muy importante durante la adolescencia y la primera edad de madurez porque el bagaje que tenemos es muy limitado. No tenemos un cojín con quien comparar nada y el amor romántico es posesivo, asimila como algo natural los celos, la dominación. Ahora le añadimos las nuevas tecnologías que hacen que la dominación y la supervisión de lo que hace y no hace la otra persona en tiempo real es muy importante. En aquel momento, cuándo estás desesperada y piensas que sin la otra persona no puedes vivir y tienes muchos referentes de ficción y no ficción que validan lo que estás sintiendo. Que sin aquella persona te morirás, que te faltará el aire. Hay poemas y canciones y películas que avalan que aquello que está pasando es el amor.
Cuando tú llegas a tu madurez emocional y empiezas a tener relaciones sexoafectivas ya tienes integrado aquello de quién bien té quiere té hará llorar. A mí me costó mucho tiempo tener relaciones sanas porque yo ya no sabía amar si no era sufriendo. Antes y después de mi agresor. Supongo que sin eso me parecía que no había lo suficiente.
Un año después de acabar la relación decidí denunciar. ¿Por qué?
Lo que me motivó a denunciar fue toda una especie de ciberacoso y explicar todas las cosas. Hacía más de un año que no tenía testigos, no tenía ni informes médicos ni fotografías. Era su palabra contra la mía. Sabía que no conseguiría mucho pero necesitaba que aquello constara en algún sitio. Muchas veces aparece una mujer asesinada y dicen que no había puesto ninguno denuncia. Y preferí que hubiera denuncia. Quería que constara en su expediente. Quizás a mí no me haría nada pero a otra mujer sí.
Era su palabra contra la mía
¿Cómo lo vivió?
La experiencia de judicializar fue terrible. De golpe me vi justificándome. Yo iba a acusar a alguien y lo que pasó es que me estaba defendiendo, estaba defendiendo que aquello que me había pasado era verdad.