Treinta alumnos en una clase, todos ellos con los ojos enganchados a la pantalla y utilizando la inteligencia artificial para realizar su actividad académica. No se trata de una distopía ni de una realidad futura, sino que está pasando ahora mismo en un centro de Barcelona, y con el visto bueno de su dirección. Podría parecer irónico que una herramienta tecnología que tanto ha inquietado a los docentes en los últimos meses por la complicidad con que lo han recibido los alumnos entre al aula por la puerta grande. Pero es que aquí los estudiantes no la están utilizando de forma tramposa y discreta, sino que están aprendiendo cuáles son las limitaciones y los inconvenientes propios de la IA.
Esta semana, el Colegio Montserrat —situado en una ubicación inmejorable de la capital catalana, al pie de la sierra de Collserola— está de celebración. El centro, que pertenece a la congregación de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, ha presentado oficialmente su propio protocolo de uso de la inteligencia artificial. Hace ahora unas semanas, el Departamento de Educación también compartió una recopilación de orientaciones y recomendaciones en las escuelas e institutos para regular la irrupción de esta nueva tecnología. Sin embargo, mientras que la administración catalana lo ha hecho casi de mala gana, obligada por las irreprimibles fuerzas de cambio, la dirección del Colegio Montserrat ha optado por tomar el reto de cara. Y el primer paso ha sido reconocer que será imposible frenar la entrada de la IA en las aulas.
Mar Sánchez Izuel, directora del centro, planteó esta reflexión. "Esto ha venido para quedarse, pero ¿cómo queremos nosotros que se utilice? ¿Un profesor o un alumno, cómo pueden utilizar la inteligencia artificial de manera proactiva?", se interrogó el colegio durante el curso pasado. "Pues establecemos cuándo sí, cuándo no y cómo". Es este el motivo por el que se ha redactado un protocolo propio de la IA en las aulas en que ha participado la dirección, pero también los profesores, los alumnos y las familias, una cooperación transversal que ha servido para "generar confianza" entre todos los miembros de la comunidad educativa. "No fuimos a preguntar qué opinaba cada uno, sino formarnos y ver qué potencialidad tienen estas herramientas", explica la directora.
Tres realidades en primaria y ESO
Y la inteligencia artificial ya se ha demostrado útil. Los alumnos de 3º de primaria —de siete y ocho años— son los más jóvenes que utilizan esta nueva tecnología, y este jueves les toca. La actividad consiste en escribir una descripción de un compañero de clase, introducir este texto al programa Copiloto de Microsoft para que genere una imagen de IA a partir de la descripción, y comparar la imagen artificial con el compañero real para ver si se parecen. La profesora Aurora explica que esta práctica tiene como ventaja que permite a los alumnos potenciar el pensamiento crítico y una cierta autonomía. "Los ayuda a encontrar los errores de sus descripciones. Como da un producto inmediato, van viendo la imagen y pueden corregirla ellos mismos", detalla. A Caterina le ha tocado describir a su profesora, cosa que ha aprendido a hacer "en orden" para que le saliera el resultado deseado.
En 1º de ESO, también es día de inteligencia artificial. Hoy están haciendo un proyecto común de arte y matemáticas centrado en Sonia Delaunay, pintora que utilizaba recurrentemente las figuras geométricas para sus obras de arte. Para involucrar la IA, los alumnos hacen una actividad similar a sus compañeros de primaria: tienen que introducir una petición en diferentes generadores de imágenes para que reproduzcan un diseño de Delaunay de la manera más acurada posible. Roc ha contrastado los diversos resultados, de manera que ha concluido que "no todos los programas de IA dan el mismo resultado" y que "probar diferentes es beneficioso porque, explorando un poco, se pueden obtener mejores resultados". La profesora Olga reconoce la utilidad de la actividad porque los alumnos "se dan cuenta de que la primera respuesta a menudo no es válida" y trabajan su metacognición. "Tienen que pensar cómo pueden mejorar los resultados y se ven obligados a hacerse los amos de sus procesos de aprendizaje", detalla.
En este centro, la inteligencia artificial también se ha utilizado en4º de ESO. Los alumnos han tenido que hacer una revista científica utilizando de forma casi íntegra la IA, para fabricar tanto el texto como las imágenes. "Hemos aprendido a escribir mejor las órdenes que damos a la inteligencia artificial para obtener el formato deseado de una portada de revista científica, o ser más específico en el estilo de imagen que queremos", relata el Aima. Y posteriormente, los alumnos, documentados sobre el temario, han acabado revistando el contenido. "La revista es de IA, pero tiene supervisión humana. Como todavía no está lo suficientemente desarrollada, siempre hace falta nuestra intervención", asegura Marc. Y lo detalla, Carlos, quien explica que "gran parte" de la información que ha devuelto el programa tecnológico es incorrecto, por lo que han tenido que revisarla. "Hemos descubierto que la inteligencia artificial nos puede ayudar y hacer la vida más fácil, pero también se equivoca. No todo lo que dice es cierto y siempre tenemos que verificar los datos".
"La IA es imparable y todos nos tenemos que adaptar"
Ante este desafío, el centro se ha visto obligado a adaptarse. "Es un antes y un después, como en su momento fue Google. Cualquier pregunta que tú les haces te la podrán responder por internet, y por lo tanto hace falta que cambies tu pregunta", explica el Mar Sánchez Izuel. "En su momento ya distinguimos entre preguntas 'googleables' y no 'googleables', cosa que genera pensamiento crítico. Ahora, con la inteligencia artificial pasa lo mismo".
De hecho, la introducción de nuevas tecnologías en el aula no es nada nuevo para el Colegio Montserrat. El centro ya estuvo en la vanguardia introduciendo el uno por u —es decir, un ordenador para cada alumno— en 2008, y en clase los estudiantes utilizan activamente portátiles y tabletas. En aquel momento, la dirección ya defendió que no podían introducirse estos elementos en el aula "para tener un libro de texto en formato PDF y leerlo desde la pantalla", sino que tenía que hacerse exprimiendo su utilidad. La tecnología puede hacer exponenciales muchos procesos de aprendizaje cuando está al servicio de la pedagogía. La IA tiene pros y contras, pero como todas las herramientas, y depende de cómo se utilice", detalla la directora.
El año pasado, cuando se planteó la entrada de la inteligencia artificial en las aulas, los docentes se mostraron reticentes a introducir esta herramienta. "Algunos profesores estábamos asustados, nos preocupaba pensar que no sabríamos quién escribía los trabajos, si la IA o los alumnos", reconoce Olga. Coincide Francesc, quien también explica que en sus sensaciones mezclaba "posibilidades y miedo". Al inicio de este curso, sin embargo, la dirección organizó una sesión de sensibilización para formar al profesorado, y ahora aseguran sentirse cómodos con la herramienta. "Nos saca trabajo", dice Olga. "Normalizar su uso enseña a los alumnos a ser sinceros y honestos, a citar las fuentes y a ver que el ChatGPT no lo sabe todo". De la misma manera, Francesc admite que adaptar el programa educativo del centro para aprovechar las "potencialidades" de esta tecnología ha sido útil para alumnos y docentes. "Al final, la IA es imparable y todos nos tenemos que adaptar".