"Hay unos protocolos que se están respetando y no han provocado incendios. ¿Debe ser que funciona, no?". Así responde Albert Ballesta, director de Servicios Territoriales de Interior en Girona, a El Nacional ante el alto riesgo de incendio en el Alt Empordà y las prácticas de tiro que está haciendo el ejército español en el campamento militar de Sant Climent Sescebes, "Álvarez de Castro".
Batlle admite que hace cinco años las prácticas de tiro eran un problema y que habían provocado varios incendios, que además no se podían apagar desde tierra porque había bombas sin estallar en la zona y no podían entrar los camiones de los bomberos. Por lo tanto, eso obligaba a enviar las hidroaviones y helicópteros bombarderos y se encarecía la extinción del fuego.
Por eso el año 2011 se hizo un protocolo basado en dos puntos básicos: La prevención y el riesgo.
El plan prevé limpiar las zonas de la base militar, hacer quemas controladas y retirar las bombas que no habían estallado. El protocolo prohíbe explícitamente hacer prácticas y maniobras militares si está activado el plan Alfa en el nivel 2, que se activa en caso de peligro muy alto, y si la tramontana sopla a más de 40 kilómetros por hora.
"Eso lo han cumplido y en los últimos cinco años "no se ha provocado ningún incendio", observación Ballesta. El director de Servicios Territoriales de Interior en Girona admite a El Nacional, que el principal problema era la tramontana. El viento hacía desplazar cualquier chispa.
Albert Ballesta no quiere entrar en polémicas ni en sí es paradójico o no prohibir encender una barbacoa pero dejar hacer prácticas de tiro en medio de la campaña de incendios. "No quiero entrar en si es paradójico o no –dice–. Dentro de los terrenos de la base militar de Sant Climent tienen un control técnico de todo. Una barbacoa y una colilla de cigarrillo pueden encender un fuego...". El máximo representante de la conselleria de Interior en Girona defiende al ejército: "se han puesto unas condiciones objetivas, se han cumplido y no ha habido incendios".
Con el ejército en casa
El vecindario de Vilartorí es quien más ha sufrido a lo largo de los años la presencia militar. "Los ciudadanos estaban hartos", explica Ballesta, pero también subraya que ahora viven más tranquilos y que no hay quejas. "En cinco años ha funcionado", explica el director de Interior a Girona refiriéndose al protocolo.
Pero los vecinos de este pequeño núcleo no sólo han sufrido por los incendios. También se han encontrado en medio de una batalla simulada sin quererlo. Esta primavera 500 soldados invadieron el pueblo durante unas maniobras militares que coincidieron con la salida de la escuela de los niños, al mediodía. Como no estaba previsto disparar no se avisó nadie y los vecinos se encontraron en medio la guerra sin quererlo.
El otro susto fue a finales del año pasado, cuando los lanzamientos de morteros durante las prácticas de tiro llegaron a 200 metros de las casas.