Cuando se acude al médico, a menudo se buscan respuestas: ¿Qué me pasa? ¿Por qué me encuentro así? ¿Qué tengo que hacer? Pero, ¿y si estas respuestas solo contemplan un tipo de cuerpo, el de un hombre blanco? No es un escenario imaginario, es lo que provocan los sesgos de género en la salud. Ets una exagerda. Biaix de gènere i sexe en la salut (Raig Verd), dirigido por la periodista Isabel Muntané y la doctora Blanca Coll-Vinent, desgrana trece enfermedades que a menudo se diagnostican bajo este modelo de hombre universal y las consecuencias de esta prática. A través de varios testigos de hombres y mujeres afectadas por este sesgo en la salud, el libro aterriza las graves consecuencias que este tipo de sesgos pueden tener en las personas. Hablamos con una de las directoras de este proyecto, Isabel Muntané, quien destaca que cambiar esta situación es difícil por su naturaleza sistémica, pero subraya la voluntad dentro del sector sanitario: "Es difícil cambiar un sistema de miles de años, pero sobre todo somos optimistas".
¿Cómo nace la idea de hacer un proyecto como este?
Nace porque nos encontramos Blanca (Coll-Vinent) y yo hablando sobre el sesgo de género en la salud. Ya hacía mucho tiempo que pensaba que era necesario hacer un tema divulgativo. Entonces le propuse hacer este libro y ella inmediatamente lo vio muy claro. Después la editorial igual, no lo dudaron ni un momento. La verdad es que todas creímos que era un buen proyecto.
Se trata de un libro que hace tambalear la concepción que algunos pueden tener de la ciencia como algo totalmente objetivo e incuestionable, ya que señala directamente que la medicina está pensada sobre los cuerpos que responden al concepto masculino universal, ¿cómo se está recibiendo?
Se está recibiendo bien. Realmente la medicina es como todas las otras áreas de conocimiento; tiene una mirada androcéntrica, a partir de un hombre. Lo que se enseña en las facultades y la investigación que se hace tiene consecuencias en las personas, las pacientes, porque todo se hace desde esta mirada masculina. Los casos que exponemos al libro se ven muy claros. Por ejemplo, una intoxicación farmacológica se trata a partir de un sujeto hombre y no se tienen en cuenta las diversidades, no solo de sexo y género, sino las desde la edad a la situación socioeconómica. Blanca (Coll-Vinent) lo explica muy bien. Pones una dosis de 5 porque es la media, pero un hombre quizás necesita 7 y una mujer 3. Por lo tanto, todo el mundo sale perjudicado.
Se habla en el libro principalmente de la investigación y los médicos, ¿pero qué hay de otros actores del sistema? Administración, farmacia, gobiernos... ¿qué sesgo de género habéis observado en estos espacios?
Hemos trabajado básicamente con doctoras y algún médico que son los que participan en el libro, pero sí que es cierto que, como pasa también en otras áreas, hay un tema de política pública. Las leyes tienen que obligar a que la perspectiva de género sea transversal, pero hay un tema de aplicación de estas leyes. Por ejemplo, ahora todas las investigaciones en todo el ámbito europeo tienen que tener perspectiva de género. ¿Pero qué quiere decir perspectiva de género? Porque si la gente no está preparada para poder aplicarla, a veces se ve reducida a qué haya mujeres en la investigación. Eso no es perspectiva de género.
Al ser algo sistémico, ¿los pequeños cambios pueden pasar desapercibidos en el conjunto?
Si tú vas a la facultad y todas las asignaturas están hechas desde un androcentrismo, después, en tu consulta, aplicarás eso. No es que tú hagas una medicina mala, es que tú aplicas un protocolo que es el que te han enseñado. Tampoco son heroínas, las médicos, ¿no?
El libro destaca el dolor que causan las negligencias médicas nacidas de estos sesgos de género, ¿se es lo bastante consciente, dentro y fuera de la profesión médica, del impacto que tienen?
Creo que no, porque no hay esta mirada. No se ha educado esta mirada. Entonces sí que es cierto que todas las pacientes entrevistadas han sufrido dolor y culpabilidad, pero algunas no eran conscientes. Han tomado conciencia más tarde porque han tenido consecuencias. La mayoría tienen secuelas de este sesgo de género aplicado a su diagnosis y tratamiento. Desde la mujer que sufrió una intoxicación farmacológica que ya no puede vivir sola a la mujer de la cefalea, que continúa con problemas de movilidad; o la chica que sufrió una isquemia coronaria y que estuvo diagnosticada durante 5 años de ansiedad. Eso le impidió hacer su vida cotidiana con normalidad.
Creo que prevalece el estereotipo de histérica, por suerte no entre toda la comunidad, pero sí que es cierto que esto viene de siglos de patriarcado. De aquí el título del libro Ets una exagerada. Se menosprecia la palabra de la mujer, no se nos cree.
Se nos presentan varios casos, aunque de enfermedades diferentes hay puntos en común. Por ejemplo, el miedo de ser percibida como una histérica, sea por casos de dolor físico o psicológico. ¿Qué prevalencia crees que hay de este estereotipo hoy?
Creo que prevalece, por suerte no entre toda la comunidad, pero sí que es cierto que esto viene de siglos de patriarcado. De aquí el título del libro Ets una exagerada. Se menosprecia la palabra de la mujer, no se nos cree. Incluso una de las entrevistadas lo dice. La socialización de género también nos influencia. Cuando vas a una consulta te esperas que la persona que tienes en frente tenga un amplio conocimiento y sepa tratarte porque tú no entiendes. De entrada aceptas todo lo que te dice. Como esta chica, estuvo cinco años hasta que llegó un momento en que dijo 'suficiente, no es una ansiedad, me pasa alguna cosa'. Y realmente tenía un problema coronario grave. Aquí también estaba el tema de edad porque no se piensa que una chica joven pueda tener un problema de corazón.
En relación con la socialización de género. En el libro habláis de cómo es más difícil diagnosticar a las mujeres con autismo, apuntáis que encajan más en el comportamiento social y muestran síntomas diferentes. ¿Hasta qué punto consideras que las duras imposiciones de género ahogan la expresión de la enfermedad? Debe ser un poco como que va primero, el huevo o la gallina, ¿no?
El autismo es un espectro muy grande, hay diferentes grados. El autismo que nosotros entendemos, porque es lo que a través de los medios de comunicación se difunde, es el de un niño, y hablo en masculino, que no se socializa, que no habla, que no se deja abrazar. Claro, esta es una parte. Pero para la mayoría de chicas no es así por la socialización de género. Las mujeres nos adaptamos a lo que nos pide a la sociedad: tenemos que ser afectuosas, no tenemos que destacar de determinada manera, tenemos que aceptar lo que nos dicen. En el caso de Laia (testimonio en el libro) pasó que iba acompañado de altas capacidades, que también disfrazan los síntomas. Pero eso no quiere decir que estas personas vivan mal la situación. Como ella dice: 'Yo estoy todo el día luchando, pero cuando llego a casa estoy agotada'. De hecho, la diagnosticaron de autismo porque tuvo un TCA y la médico dijo: 'Esto viene de algún lugar'.
Pero en el caso de la psicosis también hay una parte donde se comenta que las mujeres que sufren este tipo de enfermedades mentales se adaptan mejor a las exigencias del sistema normativo del género...
Eso es lo que se nos dice. Nosotras tenemos que ser obedientes, no somos violentas, no levantamos la voz. Eso se ve en las consultas. Por ejemplo, si tú llegas una consulta, y quien tienes delante no entiende la perspectiva de género, ¿qué pasa? Te mira desde el concepto 'hombre' y aquí hay un tema de comunicación. Tú tienes que entender cómo nos comunicamos las mujeres, desde donde nos comunicamos. Cuando decimos que nos hace daño una cosa, es que nos hace mucho daño, porque normalmente soportamos más el dolor por socialización de género. En el caso que comentabas de la chica que tenía psicosis, también va ligado a violencias machistas. Como el caso de otra de las pacientes entrevistada que había sufrido violencia machista a lo largo de su vida. Si no tienes esta perspectiva, es muy difícil que una mujer llegue a una consulta y te diga: 'Estoy sufriendo violencia machista'. Eso no lo hará nunca, porque está al círculo de violencia. Entonces poder saber que realmente el agravante de su enfermedad o la generación de su enfermedad es a causa de la violencia machista es muy difícil. Tienes que ir poco a poco, tienes que establecer una relación de complicidad y de empatía. Claro, las médicos quizás tienen 10 minutos de consulta. Es muy difícil que puedan hacer eso.
Hay estudios que dicen que las mujeres que sufren violencia machista tienen más probabilidades que se les agrave la enfermedad y de tener uno asma grave. No solo ellas sino las hijas e hijos también.
¿Se está avanzando en la introducción al diagnóstico del contexto de las personas que sufren violencia machista especialmente después de estos años que ha aumentado la concienciación?
Sí, se empieza a estudiar. Por ejemplo, en el caso del asma hay estudios que dicen que las mujeres que sufren violencia machista tienen más probabilidades que se le agrave la enfermedad y de tener un asma grave. No solo ellas sino las hijas y los hijos también. De hecho, es el caso del libro, donde la hija también sufre asma. Se empieza a estudiar, lo que pasa es que tiene que haber una formación. Primero voluntad, después una formación y también tiempo. No es fácil ir a una consulta y hablar de violencia machista de entrada.
Con respecto a imposiciones de la sociedad patriarcal, la paciente joven con un cáncer de mama, reflexiona sobre hasta qué punto no hay una imposición social/estética para pasar por una reconstrucción mamaria. ¿Los cuerpos de las mujeres no dejan de estar bajo la presión estética ni en la enfermedad?
No. Exacto. En el caso de esta chica que tuvo un cáncer de pecho muy joven, también hubo un tema de discriminación en razón de edad. Porque de entrada no nos imaginamos a una chica joven con cáncer de pecho. Después, ella se cuestionaba como la habían tratado, como si fuera una mujer de 50 años. Tienes una menopausia avanzada, pues ponte una crema. A ver, 'yo quiero tener criaturas, ¿me podéis decir si podré?'. Todavía no sabe si podrá. La reconstrucción del pecho, suponía una nueva operación. Entonces ella se planteaba: 'No sé si habría pasado por una operación, ¿porque no puedo ser una mujer con un pecho solo?'. Incluso, decía que ella por presión social se acabó poniendo peluca. Dice que quizás ahora no lo haría, porque los hombres no se ponen. Por la presión social ella también después se tiñó el pelo. Quizás cuando recibes esta violencia por parte del sector, es muy difícil de reaccionar porque estás en un momento emocional muy complicado. Pero después, lo que ha pasado con todas las pacientes es que han ido pensando lo que les había pasado. Quizás sí que habían recibido violencia y en aquel momento no lo identificaron.
Muchas lo analizan a posteriori. ¿Tienen algún lugar donde acudir?
Ahora empieza a haber diferentes áreas especializadas de la medicina desde psicología o psiquiatría, que empiezan a trabajar de forma conjunta. Por ejemplo, para dar a la chica que tuvo abortos de repetición un acompañamiento al luto. Tuvo tres abortos, no es cualquier cosa. Ahora sí que pudo recibir apoyo. Finalmente, entró el hombre y era un problema de incompatibilidad. O sea que hasta que no tuvo tres abortos, el problema era de ella. Se va avanzando porque la medicina de hace 40 años no tiene nada que ver con la que tenemos ahora, cómo ha pasado en muchas áreas del conocimiento.
Aunque todavía hay enfermedades asociadas a mujeres, lo que hemos intentado en el libro es no hablar de enfermedades solo de mujeres sino que todo el mundo pudiera ver que cualquier tipo de enfermedad tiene un sesgo de género.
Este sesgo no impacta solo sobre las mujeres, sino también sobre hombres que sufren enfermedades consideradas "de mujeres". Por ejemplo, los TCA. ¿Consideras que con la actual promoción de un ideal imposible de cuerpo masculino en las redes puede caer la etiqueta de los TCA? Muchas veces ni se identifica en los hombres...
Espero que sí, porque realmente hay muchos chicos con estos problemas y es una lástima. Además, el sector médico tampoco sabe identificarlo porque se trabaja mucho con cuerpos de mujeres, que adelgazan mucho, que están en riesgo de morir. En cambio, como los chicos no adelgazan sino que crean musculatura, es más difícil de ser diagnosticado, de ser tratado, como el caso de este chico (en el libro). Es una pena que no vayamos al revés y mejoramos todas, no que los chicos se incorporen a esta presión social. Tendría que ser al revés. Aunque todavía hay enfermedades asociadas a mujeres, lo que hemos intentado en el libro es no hablar de enfermedades solo de mujeres sino que todo el mundo pudiera ver que cualquier tipo de enfermedad tiene un sesgo de género.
El ejemplo del infarto es uno de los que llama más la atención por la gran diferencia en los síntomas.
Hay un tema de género aquí. Por ejemplo, normalmente las mujeres están solas cuando les pasa. Después tardan más en entender los síntomas. Además, todo lo que se hace para reanimar es a través de un maniquí masculino. Entonces la gente no se atreve a reanimar a una mujer. También por el tema de tocar los pechos, hay todo este tema de socialización.
Es impactante como la prisión de la sexualización, por el simple hecho de ser mujer, te puede costar la vida a la hora que te reanimen.
Totalmente. Y el caso del libro es, como dice el título de la entrevista, un milagro, porque normalmente las mujeres mueren más o tienen muchas más consecuencias a causa del infarto.
De hecho, en el libro decíais que en el caso del infarto es la principal causa de mortalidad en mujeres y la segunda en hombres. Una podría pensar que quizás es necesario ver cómo les pasa a las mujeres si cuando pasa se nos mueren más, ¿no?
Sí. Es curioso porque además el infarto es quizás una de las enfermedades que hay más conciencia que los síntomas son diferentes, pero a pesar de eso sigue habiendo este sesgo.
¿Habéis dejado casos fuera del libro o no habéis encontrado testimonios?
No, no, la verdad es que no. Podríamos haber puesto muchísimas, este libro podría haber sido de mil páginas. Todas las personas entrevistadas, aunque algunas sufrieron el hecho de explicarlo, lo querían hacer justamente para ayudar a otras mujeres. Es decir, lo que me ha pasado a mí, que no le pase a otra mujer. Si puede leer esto, mi caso, quizás identificará lo que he sufrido y podrá poner herramientas para no sufrirlo. Eso es de agradecer.
Algunos de los testimonios prefieren ser anónimos.
Queda reflejado que algunas no quieren dar el nombre. Por el estigma que hay sobre las enfermedades de salud mental, porque todas son por salud mental y por violencias machistas. Estas personas no han querido aparecer con su nombre. También eso nos tendría que hacer reflexionar sobre los estigmas que todavía quedan; la culpa de violencia machista es tuya, no quieres aparecer como una víctima. Y también sobre la salud mental. Son mujeres que siguen haciendo su vida perfectamente, una está estudiando estudiando un grado, la otra también, quiero decir que están haciendo una vida cotidiana. Aunque se tienen que tomar pastillas diariamente, que esta es la secuela que les ha quedado por un mal diagnóstico o un diagnóstico tardío.
¿Qué acciones políticas o formativas consideras que serían prioritarias a la hora de revertir la situación?
El objetivo de este libro es sobre todo que la gente tome conciencia. Tanto la ciudadanía para que pueda reclamar sus derechos, como el sector sanitario para que entienda que tiene que trabajar desde otro lugar. Pero claro, si no hay una formación y una investigación con perspectiva de género transversal. Si no hay unas leyes y una política pública que realmente dé apoyo a esta perspectiva y a todas las profesionales que trabajan en el sector sanitario, es muy difícil, porque no son heroínas. Nosotras no nacemos feministas, nos tenemos que formar, y formarte quiere decir tiempo, voluntad, herramientas... Es difícil, pero se está avanzando.
El riesgo es la muerte o secuelas de por vida, como pasa en prácticamente todos los casos del libro.
¿Es lo que decíamos antes, puede ser difícil hacerse el cargo que estos sesgos pueden acabar en la muerte de personas, no?
No, es que es así. El riesgo es la muerte o secuelas de por vida, como pasa en prácticamente todos los casos del libro. Te hunde la vida y después todos los problemas, ya no solo son físicos sino psicológicos de poder adaptarte a una situación inesperada a causa, no tuya, ni de tu cuerpo, sino de un mal diagnóstico.
¿Salís de este proyecto viendo un futuro más positivo?
A ver, siempre tienen que ser críticas, pero creo que es un futuro positivo. Todas las médicos a quienes les planteamos el libro, que son una treintena, dijeron que sí inmediatamente. Son profesionales que ya tienen voluntad. Está el caso del parto, que a partir de la queja de la paciente ha habido cambios de protocolos en Sant Pau. Son receptivas, claro, no todo el mundo. Es cierto que podríamos ir muy rápidas, pero es difícil cambiar un sistema de miles de años. Sobre todo somos optimistas porque vemos que el libro tiene muy buena acogida, que mucha gente de diferentes ámbitos lo está agradeciendo. Es un primer paso, ¿no?