No ha pasado mucho tiempo desde el último intento de suicidio de Júlia. Resulta incómodo preguntarle sobre este tema; pero antes de empezar la entrevista con ElNacional.cat nos pide que -por favor- no tengamos ninguna manía de preguntarle nada sobre su relación con los problemas de salud mental. Júlia Campos tiene 29 años, es asistente domiciliaria y sufre un trastorno límite de la personalidad desde bien pequeña. Más que sufrir, ella prefiere utilizar la expresión "convivir". Le acompaña en esta entrevista Jamila Guasch, otra joven de 22 años que ha sufrido un trastorno de la conducta alimentaria.
Las dos reivindican en la conversación con este diario la necesidad de hablar sobre la salud mental. Por muchos tabúes que haya, insisten en que es primordial que los jóvenes se sientan cómodos hablando con sus compañeros y profesores de aquello que les pasa. No señalan en ningún caso las personas que conviven con trastornos, sino el mismo sistema educativo y los profesores. "Mis amistades saben lo que tengo", apunta a Júlia, "pero les da miedo hablar sobre el tema". Explica que le gustaría poder mantener un "diálogo normal y corriente" sobre sus emociones y sentimientos con las personas que ama, más allá de sus padres, que la han acompañado en su proceso desde bien pequeña.
¿Cómo empezó todo? En el caso de Júlia, ella tenía solo 13 años cuando un día llegó a casa y confesó a sus padres que "no quería vivir más porque tenía un dolor muy grande en el pecho". A su madre le saltaron las alarmas, y decidió recurrir a la psicóloga del pueblo, que al cabo de un tiempo no se vio lo bastante preparada para gestionar su caso. Después de pasar por terapeutas "que se habían llegado a dormir durante las sesiones", acabó en "un buen lugar", donde le detectaron de manera definitiva su trastorno. "No me curé, pero sí que he pasado a tener una vida más estable", afirma. Ahora, tanto ella como la Jamila, son activistas por la salud mental.
El caso de la Jamila se remonta a cuando ella hacía tercero de la ESO. Cambió de escuela y todavía recuerda "el estigma" que cernía sobre su persona a ojos de alumnos y profesores. "Generaba un cierto rechazo", manifiesta esta activista; que asegura que hoy día está "recuperada" de su trastorno de conducta alimentaria. Admite, sin embargo, que todo el mundo pasa por sus "malos días".
Los estudios y los trastornos mentales
Jamila, que actualmente estudia dos carreras al mismo tiempo, admite que cuando se encuentra en medio de una época de exámenes tiene que ir "más con cuidado". Pero mira de quitarle importancia a la situación, porque "todo el mundo en época de exámenes está más estresado y todo el mundo tiene un mal día". "No se tiene que estar siempre bien", añade. Compaginar un trastorno mental con los estudios es complicado; y lo admiten las dos.
De hecho, Jamila explica a ElNacional.cat la impotencia que sintió cuando tuvo que volver a ir clases de secundaria después de haber sido ingresada y haber estado desaparecida de la escuela durante cinco meses. "¡Cuando le decía al profesor que no entendía alguna cosa, me decía que me lo mirara en casa!", exclama. "Nadie me ayudaba, excepto un maestro que tenía una hija que en aquel momento pasaba por el mismo problema", añade.
A Júlia, por otra parte, cambiar de escuela le supuso un problema. Pasó de un centro en el cual los profesores mostraban empatía y facilidades para ella, a "sufrir acoso escolar y no ser gustada ni por los profesores ni por los alumnos". "Allí fue donde lo pasé peor", admite en su conversación con este diario. "Hay que hacer mucho trabajo en el ámbito educativo a fin de que la persona que pasa por un trastorno tenga apoyo y no sea tratada como una persona diferente o rara, y no se tenga que sentir mal", añade.
Hablar, hablar y hablar
"Los jóvenes tienen que poder hablar sobre salud mental con sus profesores", afirma Jamila; que apunta también que hacerlo ahora es más importante que nunca, sobre todo por el aumento de problemas de salud mental que ha llevado la pandemia del coronavirus. Pide, también, que los maestros y docentes dispongan de más "herramientas" con el fin de hacer un acompañamiento a los adolescentes que tienen problemas de este tipo. "No quiero que los jóvenes sufran lo mismo que yo llegué a sufrir", sentencia.