Este 15 de julio, Carles y yo hemos hecho un año juntos. Para celebrarlo, buscaba hacer alguna cosa diferente más allá de ir a cenar, que nos encanta, pero que hacemos a menudo. Es por eso que le he regalado pasar el día juntos en PortAventura World. ¿Te puedes creer que nunca ha ido? Yo hace tiempo que no voy y la verdad es que me muero por subir al Shambhala, al Dragon Khan, al Furius Baco y al Hurakan Condor (a mí me va la marcha).
Pero de lo que más ganas tengo es de comprobar si Carles es tan valiente como dice. Y es que, cuando le expliqué que la caída principal del Shambhala es de 78 metros y que llega a los 134 km/h, me respondió: "¡Eso no es nada, mujer!". "Piensa que, al lado del Shambhala, el Dragon Khan parece pequeño", añadí. Y me replicó con tono chulesco: "Seguro de que no es para tanto, eres muy exagerada". Bien, ya veremos si cuando tenga el Shambhala delante se hace tanto el valiente.
Pues bien, bien temprano por la mañana, hemos salido en tren desde la estación de Sants dirección Tarragona. Compré el paquete tren+entrada y lo recomiendo, sale muy bien de precio y te deja súper cerca del parque. El viaje en tren ha sido de lo más agradable, entre carcajadas y besos, nos hemos plantado en la entrada del PortAventura World. Hemos tenido mucha suerte, ha hecho un sol radiante. Antes de entrar, sin embargo, hemos ido a comprar una gorra porque Carles se la ha olvidado (sí, además de orgulloso es despistado). ¡Os prometo que también tiene cosas buenas!
De entrada, ya empezamos muy fuertes. Y es que la primera atracción que encuentras es el Furius Baco, que acelera de 0 a 135 km/h en 3,5 segundos, mientras traviesas vallas, túneles e, incluso, friegas el agua del lago de la zona del Mediterráneo. Hemos flipado, el Furius Baco es pura adrenalina. Interesados por todo lo que ofrece PortAventura World, hemos seguido avanzando hasta llegar a la zona dedicada a la Polynesia, que ha gustado especialmente a Carles. "Es genial la ambientación. Además, encuentro que está todo muy bien cuidado, hasta el último detalle", ha comentado.

Como necesitaríamos más días para subir a todas las atracciones del PortAventura World, hemos apostado por las dos de la Polynesia que más gracia nos han hecho: el Tutuki Splash y el Kontiki. El Tutuki es divertidísimo, no solo porque haces un recorrido lleno de curvas y con dos grandes bajadas a bordo de una barcaza, sino porque también es refrescante. Advertencia: puedes acabar empapado. Pero no creo que eso sea un problema, al contrario, lo agradecerás si vas en verano. El Kontiki también es una embarcación, pero en este caso se trata de un catamarán. Como si te encontraras en medio de una tormenta, enfrentado a un mar embravecido, el Kontiki sube y baja hasta ponerse totalmente perpendicular a tierra. ¡Desde fuera, puedes pensar que no es gran cosa, pero si subes, rápidamente cambiarás de opinión, da mucha más impresión de la que parece, desafías la gravedad!
A continuación, hemos abandonado la vegetación y la humedad de la Polynesia para dirigirnos a China. Por el camino, Carles me ha invitado a una cerveza bien fría. Me encanta hacer cosas con él porque sabe en cada momento lo que más me apetece. Con el punto de alegría que da una cerveza bien fría, hemos hecho el último tramo que nos quedaba para llegar a China. "¿Qué todavía te parece que el Shambhala no es para tanto"?, le he preguntado al pasar por delante de esta monumental y enroscada montaña rusa. "Sí, está bien, está bien", ha respondido, con indiferencia. "¡Va, somos, subamos, pues!", le he dicho. De golpe, a Carles le ha cambiado la cara. Su indiferencia se ha convertido en nervios y ha sugerido que estaría bien subir primero a las Tea Cups para "mentalizarse". ¡Qué hartón de reír!
Dando vueltas en las tacitas, hemos girado y girado como una peonza. Carles ha bajado de la atracción un poco mareado, pero, según él, totalmente mentalizado. "Escucha, Carles. ¡No me tienes que demostrar nada, eh! Si no te apetece, no hace falta que subas. ¡Puedo subir yo sola!", le he dicho. "¡Que sí, que sí, que esto no es nada para mí!", me ha asegurado. ¡Dicho y hecho, hemos subido al Shambhala! Sin duda, aunque de respeto, vale mucho la pena, es una experiencia única. No es solo el hecho de ir a gran velocidad a muchísima altura, sino también el recorrido: lleno de curvas y rampas. Pero lo más impactante es la sensación que tienes de perder el contacto con el asiento. Carles, aunque ha pasado nervios, ha acabado disfrutando como un niño.
A la hora de comer, hemos vuelto a la Polynesia porque allí se encuentra el Restaurante Bora Bora que, según nos han dicho, se comen unos poke bowls espectaculares. Después de comer, hemos querido hacer una alguna cosa tranquilita. Y hemos estado de suerte porque en cinco minutos empezaba en la playa de la Polynesia el espectáculo 'Aloha Tahití'. ¿Hay mejor manera de hacer la digestión? Pensaba que lo había visto todo hasta que Carles no ha sabido decir que no en la invitación de uno de los bailarines a salir a bailar ante todo el mundo. De sopetón, él, que va muy justo de psicomotricidad, se ha visto removiendo el culo ante un gentío. ¡Nunca lo había visto tan rojo! ¡Y lo tengo gravado!

Después de este torrente de emociones vivido, hemos cambiado de paisaje radicalmente: del verde de la frondosa vegetación de la Polynesia hemos pasado a la aridez y la rusticidad del Far West. Lo primero que hemos hecho es ir a la atracción más nueva del parque, la llamada 'Uncharted: El Enigma de Penitence' que, según he leído en Internet, es muy innovadora al contar con multitud de recursos digitales. Ciertamente, no os podéis marchar de PortAventura World sin subir en ella. Es totalmente diferente de las atracciones en las cuales estás acostumbrado/da. Encima de un vagón, haces un recorrido interior y a oscuras lleno de lanzamientos laterales, plataformas giratorias, caídas libres invertidas y animaciones. ¡No te la puedes perder!

Paseando por el Far West, hemos pasado por delante de los clásicos tronquitos, que en PortAventura World se llaman Silver River Flume. Y no nos hemos podido resistir. ¡Pensando que sería un paseo, nos hemos dejado llevarse por la corriente del agua y flipa con las bajadas que hace! Como nos encanta el agua, hemos continuado nuestra aventura por el Far West con los Grand Canyon Rapids. ¡Superrefrescante!
Muy cerca del Far West, se encuentra la zona dedicada a México. Pero solo hemos tenido tiempo de subir a El Tren de la Mina. Eso sí, hemos subido tres veces seguidas. Y es que para Carles, que como bien sabéis es un poco miedoso, es la atracción perfecta. Combina velocidad y todo tipo de curvas, pero no tiene la altura del Shambhala ni del Dragon Khan.
El tiempo se nos ha escapado de las manos y nos han quedado atracciones para descubrir. Pero la aventura no se acaba aquí, continuará. Sin duda, volveremos.
¡Si tenéis un novio/a que dice ser muy valiente, ponedlo a prueba en el PortAventura World, reiréis!