Marta Segarra (58 años, Barcelona) es catedrática de Literatura Francesa y de Estudios de Género de la Universidad de Barcelona. Actualmente, ejerce como directora de investigación en el Laboratorio de Estudios de Género y Sexualidad-LEGS del Centro Nacional de Investigación Científica de París, donde reside y se encarga de llevar tesis de alumnos, de hacer investigación y de tratar a diario cuestiones relacionadas sobre el género y la sexualidad. De hecho, hace poco que ha publicado Género. Una Inmersión Rápida (Tibidabo Ediciones), donde aborda la cuestión preguntándose si estamos asistiendo al fin del género o, incluso, de la humanidad tal como la conocemos.

Aprovechando una visita en su ciudad natal, nos encontramos un mediodía soleado en el patio del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). Recomiendo que se sienten —tal como lo hicimos nosotros—, para disfrutar de la conversación que verán transcrita a continuación; una invitación a la reflexión y a plantearse posibles nuevos escenarios. Con la catedrática de género de la UB desgranamos todo aquello que nos diferencia y nos acerca al resto de animales y que nos hace ser humanos; tratamos de los roles de género que hemos establecido y de su consecuente evolución; del colectivo LGTBIQ+; de los movimientos feministas y, también, de las masculinidades.

Marta Segarra - Foto: Montse Giralt

¿Para empezar, cuáles son los principales rasgos que conforman a las personas y a los individuos?

En nuestras sociedades, las personas se definen por una serie de parámetros culturales predefinidos, que son los que definimos nosotros mismos por tradición. Uno de estos es el género o la raza. Los biólogos saben que no existe la raza, es decir, no hay una diferencia genética radical entre una persona con un color de piel de otra con un color diferente, pero sigue existiendo porque sigue siendo un criterio de distinción de las personas. No se trata de la misma forma a un blanco o a un negro. No niego que haya diferencias entre personas, que haya cuestiones genéticas, hormonales, la constitución física o incluso el color de piel, pero eso no quiere decir que se nos encierre en una categoría determinada. El problema de las categorías es que nos ponen en un cajetín, nos cierran con llave y la tiran. Si te toca una categoría que está arriba de la escalera todavía puedes estar contento; el hombre heterosexual, blanco y rico. Porque claro, esta es la otra, la clase social, la clase económica. No se habla lo suficiente, pero al final es eso lo que determina las categorías, el dinero, que te permite acceder a mejores tratamientos, educación, sanidad, más oportunidades... Nos engañamos porque queremos creer que vivimos y que somos una sociedad igualitaria, pero hay profundas desigualdades.

Nos engañamos porque queremos creer que vivimos y que somos una sociedad igualitaria, pero hay profundas desigualdades

¿Y cómo se pueden combatir?

El problema es que en muchos sentidos incluso se han intensificado. La prueba es el auge de la extrema derecha, que es una opción política que ya le van bien las desigualdades, que están a favor de los cajetines, de las categorías que existen desde hace mucho tiempo. Así pretenden mantener el poder, el stato quo, los discursos populistas fáciles que se definen cerca del pueblo diciendo que los políticos son una porquería y que en cambio ellos, que no son profesionales, nos entienden, pero en el fondo son los enemigos del pueblo. Porque los que sufren siempre son los mismos.

Ser hombre o ser mujer, hoy todavía es una categoría...

Hasta ahora se tenía muy claro, y ser un hombre o una mujer dependía del aspecto físico, de la anatomía. Un campo donde eso todavía está muy debatido es en el deporte, si un atleta es un hombre o una mujer. Al principio se hacía con un examen ginecológico o anatómico, más tarde dijeron que no era suficiente, e hicieron analíticas para ver las hormonas, y después, optaron por las pruebas genéticas. Hay biólogos que han visto que cuando más afinas con los instrumentos, más complicado se vuelve todo. Ya no es XX o XY, ahora la combinación es mucho más larga, ya no se puede dividir en dos. Tendemos a pensar en binarios, en hombre o mujer, en masculino o femenino, pero lo que llamamos la naturaleza o la realidad material lo desmiente.

Tendemos a pensar con binarios, pero la naturaleza o la realidad material lo desmiente

Marta Segarra - Foto: Montse Giralt

¿Hay que seguir, entonces, clasificando a las personas en niños o niñas al nacer?

Hay quien no lo hace. A la criatura no la catagorizan en ningún género y le dejan escoger o no, porque también encontramos a personas que se identifican con el género no binario.

¿Este es el camino que tenemos que seguir?

Es el que se está imponiendo. Entre mis estudiantes, tanto aquí como sobre todo en Francia, cada vez hay más personas no binarias y trans, que no quiere decir que siempre quieran pasar a ser chicos o chicas (o viceversa), sino que a veces trans quiere decir quedarse en una situación de género que no se quiere calificar ni de hombre ni de mujer. Eso depende mucho de cómo te leen los demás.

Tenemos que respetar mucho el sentir de cada uno. Hay quien se quiere sentir muy femenina, tanto personas que han nacido hombres como personas que han nacido mujer. A mí me parece muy bien, no quiero que todo el mundo sea igual. Justamente si dejas esta apertura, esta libertad, seremos diversos pero no diferentes en el sentido binario. Habrá personas que se manifestarán o serán leídas como muy femeninas, tal como nosotros ahora concebimos la feminidad, y otras más masculinas.

Defíname pues masculinidad y feminidad...

Es lo que nosotros hemos hecho, entendiendo nosotros como aquí y ahora. Hace unos años la feminidad tenía que ser mucho más curvilínea, en cambio ahora las mujeres que se consideran más femeninas, más bonitas, más bellas, normalmente están mucho más delgadas. Aunque eso empieza a variar. No hay una forma fija de decir si eso es femenino o masculino, no está determinado por una naturaleza concreta.

No hay una forma fija de decir si algo es femenino o masculino, no está determinado por una naturaleza concreta

Hay quien lo asocia a la reproducción, a la capacidad de procrear. Pero vaya, ahora mismo ya empezamos a ver que eso no funciona. Hay hombres que se quedan embarazados, mujeres que no tienen hijos —siempre ha habido que no han podido o querido—. Pero es que eso se ha complicado tanto, que tampoco sirve este criterio.

Coincidiendo con el mes del orgullo, el colectivo LGTBIQ+ todavía vive situaciones discriminatorias y a menudo, sufre agresiones. ¿Qué estamos haciendo mal?

La culpa no es de la gente agredida sino de los agresores. Pienso que son gente que necesitan un chivo expiatorio, y que para ellos o son los inmigrantes o son el colectivo LGTBIQ+ o son los movimientos feministas, todo una especie de mix que hacen con todas aquellas personas que amenazan lo que ellos creen que era su privilegio. Cabe decir que la mayoría de los agresores son hombres heterosexuales y blancos. Estas agresiones no tienen ninguna explicación lógica. ¿Qué daño hacen? ¿Si yo soy una persona heterosexual blanca, con mis privilegios, que tenga al lado de casa o en mi calle una pareja gay con hijos, qué problema hay? ¿O que haya familias monoparentales u homoparentales, qué daño hacen? Ellos lo visten de defensa, pero en realidad es una agresión que no tiene ningún motivo. Es penoso, no tendríamos que estar en este punto.

Marta Segarra - Foto: Montse Giralt

Hablamos de los feminismos que, por suerte, han llegado para quedarse. ¿Cuál es su principal valor?

Lo que ha ganado el feminismo desde sus orígenes y especialmente desde los años 70 del siglo XX —que correspondería con el nacimiento del feminismo contemporáneo—, es el reconocimiento de la interseccionalidad de las opresiones. No puedes luchar contra la opresión sexista si al mismo tiempo no luchas contra la opresión homófoba, tránsfoba o racista. Que haya diferentes feminismos lo encuentro muy bueno siempre y cuando se respeten las otras opciones. Me parece de una gran riqueza que se hayan multiplicado de esta forma, en tantos y diversos; el feminismo antirracista, el feminismo aliado a la cuestión trans, el feminismo lesbiano... No los enumero para dividir, sino por intensificaciones. Lo que tienen en común todos los feminismos es la voluntad de acabar con las desigualdades entre las personas por motivos de género, pero por muchos otros motivos también.

No puedes luchar contra la opresión sexista si al mismo tiempo no luchas contra la opresión homófoba, tránsfoba o racista

¿Qué piensa del feminismo tránsfobo?

Nadie tiene autoridad para repartir carnés de feminismo a los demás, aquí no hay una papisa, ni unos generales, ni unos soldados de pie. Pero personalmente, pienso que dentro de los feminismos no tendría que caber ninguna posición que sea de exclusión. Por eso el feminismo tránsfobo para mí no es un feminismo. Entiendo que se consideren y no les niego que así lo sientan, pero de la misma manera que no hay un feminismo racista porque es una contradicción, eso para mí no tiene cabida.

¿Y el hombre, qué papel tiene que tener en el feminismo?

El feminismo es de todo el mundo y los hombres tienen que estar. Si justamente el feminismo combate todas las opresiones, combate las opresiones en las que los hombres también están sometidos. No se tiene que caricaturizar como si todos los hombres estuvieran en la cima de la pirámide y todos fueran ricos, blancos, heterosexuales y de VOX. Hay muchos que quieren acabar con las desigualdades y que se quieren arremangar y contribuir. Me parece perfecto, si los hombres se quedan al margen de los feminismos no saldremos adelante. ¿Y aquí volveríamos a entrar con el qué quiere decir ser hombre o ser mujer? Una cosa es sentirse amenazados y la otra, sentirse excluido. Dentro del feminismo me parece bien que haya hombres y que algunos digan: prefiero no ponerme en primera fila, porque habitualmente siempre ha pasado al reves, con todo tipo de organizaciones y representaciones políticas.

¿Para acabar, qué piensa del lenguaje inclusivo?

Para mí no es ninguna amenaza. Esta reacción es muy exagerada, porque la lengua está viva. El lenguaje inclusivo tendrá éxito si las personas lo adoptan. ¿Qué mal hace? "Es que es muy incómodo", "Es que es muy complicado"... Me parecen unos argumentos de muy poco nivel. Lo que sí que me parece que se tiene que respetar, es que las personas que tienen necesidad de autonombrarse con otros pronombres, con otras desinencias, ¿por qué se lo tenemos que impedir? ¡Otra cosa es que tú lo adoptes! En mi caso lo adopto porque me parece una forma de respeto por quien te lo pide o para cuando estoy en clase, que no puedo preguntar a todo el mundo si es hombre, mujer, o no binario. Supones que habrá de todo y me parece una forma de tenerles respeto.

Un placer escucharla, Marta.

A vosotros.