Es uno de los grandes expertos en dieta mediterránea y un ferviente defensor de este tipo de alimentación. El doctor Miguel Ángel Martínez-González es catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra y catedrático visitante de la Universidad de Harvard.
Ha liderado el proyecto Predimed, el ensayo mayor sobre nutrición que se ha hecho nunca en Europa y gracias a él se ha podido demostrat que la dieta mediterránea reduce un 30% los infartos, que comer tres frutas al día disminuye la mortalidad en un 40% y que el consumo de aceite de oliva rebaja el riesgo de sufrir cáncer de mama en un 60%.
Con los resultados de este estudio en la mano, ha editado el libro "Salud a ciencia cierta, consejos para una vida sana sin caer en las trampas de se la industria" (ed. Planeta). Un libro que utilizando sus palabras quiere "empoderar a los ciudadanos porque hay mucha confusión y pseudociencia alimenticia". A través de 300 páginas rompe mitos y, con datos científicos revela los beneficios de la dieta mediterránea, una dieta que, desgraciadamente, estamos abandonando.
Vivimos en un país mediterráneo. ¿Eso nos hace creer, falsamente, que la dieta que seguimos es mediterránea?
Sí, es uno de los principales errores. Todo el mundo cree que sigue la dieta mediterránea y después, cuando lo evalúas, te das cuenta de que no es así. Los más jóvenes son los que más se apartan de esta dieta.
Los padres son muy permisivos con los niños, los crían de una manera muy complaciente (...) A los jóvenes les encanta el fast food, las bebidas azucaradas, las golosinas. Hay una parte de falta de cultura alimenticia por parte de los padres y una parte de falta de autoridad
¿Pero cuanto más jóvenes, más supervisados por los padres no?
¡No tanto! Los padres son muy permisivos con los niños, los crían de una manera muy complaciente, mucho de ceder en las cosas. Hay una cultura del exceso que se alimenta desde la infancia y los más pequeños son carne de cañón para el consumismo que tanto interesa a la industria alimenticia. Hemos importado la cultura de los Estados Unidos. A los jóvenes les encanta el fast food, las bebidas azucaradas, las golosinas, los cereales llenos de azúcar...Hay una parte de falta de cultura alimenticia por parte de los padres y una parte de falta de autoridad. Tienen que dar ejemplo y no lo hacen... son demasiado osito de peluche.
¿Eso hace 30 o 40 años también era así?
No. En el libro explico que el homo sapiens empezó a dejar de alimentarse sabiamente a partir del siglo XXI. Todo empezó en Estados Unidos, entre los años 90 y en el 2001. Antes, había obesidad pero no a estos niveles.
Los datos asustan. Según Usted el 70% de la población española o tiene sobrepeso o es obesa. Que 7 de cada 10 españoles tenga problemas de peso acaba repercutiendo en la salud pública.
Sí y eso hace que el sistema nacional de salud pública sea insostenible. Nos lo tenemos que coger muy seriamente. La gente cree que los problemas de peso son una cosa estética pero no es verdad porque aumenta, por ejemplo, el riesgo de sufrir diabetes 2. La calidad de vida de los españoles mermará pero aparte, no habrá recursos para atenderlos.
El sistema nacional de salud pública es insostenible. La gente cree que los problemas de peso son una cosa estética pero no es verdad. [En los próximos años] La calidad de vida de los españoles mermará y no habrá recursos para atenderlos.
Ha hablado de falta de educación alimenticia pero no me negará que los input que recibimos nos llevan a consumir productos poco saludables. ¿Cómo se lucha contra la industria alimenticia? Parece la batalla de David contra Goliat.
Es así. Los que nos dedicamos a la salud pública somos los pobres. Nos enfrentamos a las tabaqueras y ganamos y en el caso de las bebidas azucaradas también hemos avanzado. No tenemos dinero, pero tenemos razón.
En nuestra cultura no hay nada que nos invite a comer con moderación. Nuestra cultura es un poco tóxica en este sentido y claro está, al final lleva a un fracaso catastrófico de la salud pública. ¿Qué hay más sencillo que conseguir que la gente coma menos y se mueva más? En eso hemos fallado porque la obesidad sigue creciendo en todas partes y no hay quien lo detenga. No se afrontan las raíces culturales y sociológicas del problema.
En su libro dice: no en el pan blanco, no en el embutido, los lácteos tampoco son tan importantes... qué como pues para desayunar. Estamos en un país donde el bocadillo de fuet está muy arraigado.
Una tostada de pan integral con aceite de oliva virgen extra y un poquito de jamón serrano. ¿A quién no le gusta?
¡Con eso me quedo con hambre!
Pues añades una pieza de fruta o un yogur y un café. Con eso es suficiente. Yo no tengo nada en contra de los lácteos. Sólo se tiene que vigilar que no tengan mucho azúcar. A ver, decirle a la población que para conseguir una dieta sana se tienen que tomar tres raciones de lácteos no tiene ningún fundamento científico y decirle a la población que la fruta se tiene que tomar antes de las comidas -cómo apuntan algunas dietas-, tampoco. Son teorías que no se han constatado. ¡La dieta mediterránea siempre ha tomado la fruta después de las comidas y por suerte es una de las cosas que se ha mantenido!
decirle a la población que para seguir una dieta sana se tienen que tomar tres raciones de lácteos no tiene ningún fundamento científico y decirle que la fruta se tiene que tomar antes de las comidas, tampoco.
Me habla de jamón serrano, de aceite de oliva virgen extra...Todo eso es muy caro.
Un poquito más caro es. Seguir la dieta mediterránea es más caro que seguir la dieta americana. Es más caro para el bolsillo del ciudadano pero más barato para el sistema de salud pública. Soy un gran defensor de qué ha hecho Catalunya grabando las bebidas azucaradas. Tendría que haber un impuesto también para el fast food, para que no sea tan barato. Si es barato, es más fácil la opción más insana y eso es contrario a la salud pública.
¿Y con el dinero que se recaude qué se tiene que hacer?
Será positivo si se destina a abaratar los alimentos que son más sanos y más caros, si se pone una subvención al aceite de oliva, o a los frutos secos... si no, pensaré que se grava con un afán recaudatorio.
La salud pública tiene que ser una prioridad para el gobierno. Este no es un libro de dietas ni de alimentación, es un libro que traduce a un lenguaje normal y accesible todos los conocimientos prácticos que ha adquirido la medicina preventiva.
Tendría que haber un impuesto también para el fast food, para que no sea tan barato. Si es barato, es más fácil la opción más insana y eso es contrario a la salud pública.
¿A Usted quién le paga?
El Instituto de Salut Carlos III. La industria, cuanto más lejos mejor.
Si pero en el libro también explica que una vez aceptó la financiación de Danone.
Danone nos pidió que estudiáramos los efectos del yogur y nos pagó 40 mil euros. Lo acepté porque mis colegas de Hardvard, muy enemigos de los lácteos, habían descubierto que el yogur evitaba ganar peso. Pensé que, por muy extraños que salieran los resultados, siempre nos irían en esta dirección. Y así fue pero yo, añadí un punto a aquel estudio: que el yogur no sustituyera la fruta. El efecto beneficioso de este lácteo desaparece si no se consume fruta. El yogur nunca tiene que sustituir la fruta como postres de la dieta mediterránea. Y es más, a quien no seguía este tipo de dieta, el yogur no le daba impresión.
Dice Usted, que las ensaladas se tienen que ahogar en aceite de oliva pero las dietas dicen que es mejor una cucharadita de café...
El aceite de oliva tiene un papel protector muy fuerte ante los infartos y las arritmias y también ante el cáncer de mama y la diabetes. No se tiene que limitar. Tiene muchas calorías si, pero no engorda, lo hemos visto en un estudio.
Había una confusión: quien tomaba mucho café, fumaba también mucho y las complicaciones venían por el tabaco no por el café
Y otra cosa que me ha sorprendido: ¡tres tazas de café al día!
¡Y hasta cuatro! Próximamente haremos público un estudio que asegura que el café reduce la mortalidad.
¡Pero con cuatro tazas de café iré como una moto!
El efecto protector del café no es la cafeína. Había mitos. Sube la tensión a corto plazo pero a largo plazo a quien toma café tiene menos riesgo de hipertensión. Lo hemos visto en numerosos estudios. Los trabajos que había hasta ahora eran muy antiguos y no tenían en cuenta una confusión: quien tomaba mucho café, fumaba también mucho y las complicaciones venían por el tabaco no por el café. Ahora, cada vez más hay más grupos de población de lo que han fumado nunca y en ellos se ve una clara reducción de la mortalidad. Además, de una manera muy evidente. Animo a todo el mundo a consumir café y no me paga la industria cafetera -ríe-.